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Devocionario. Oración de abandono

15. Es preciso dejarte amar, dejarte hacer por Dios
El no espera de ti más que una cosa: que te dejes llevar


Por: Jean Lafrance | Fuente: Catholic.net




"Lo propio de la bondad de Dios es hacer, pero lo propio de la naturaleza humana es ser hecha "
Yo traduciría de otra manera esta palabra de Ireneo diciendo: "Es preciso dejarte amar, dejarte hacer por Dios".

Todas las dificultades humanas y espirituales vienen de que quieres construirte y realizarte por ti mismo. Piensas demasiado que la santidad es una torre que tienes que construir a fuerza de puños y lo mismo te sucede con la oración, la vida fraterna y la unificación de tu vida; no eres tú el que oras, sino el Espíritu en ti, y una auténtica comunidad no es una construcción humana sino la obra del amor trinitario.

La verdadera oración y todo lo demás son dones que vienen de arriba. Debes recibirlos, acogerlos y ofrecerles un terreno capaz de hacerles crecer y desarrollarse. El dinamismo del crecimiento está contenido en germen en la pequeña semilla de vida divina depositada en ti en el bautismo. Este es el sentido de la parábola del grano de mostaza y de la levadura en la masa. Lee a menudo, en Marcos (4, 26 a 29), la parábola de la semilla que crece sola. "Mientras duerme o se levanta, de noche y de día, la semilla germina y crece, sin que él se de cuenta". El labrador sabe muy bien que el tiempo que separa la siembra de la cosecha es un factor de crecimiento y un compañero de trabajo. Lo mismo le sucede a la madre: da la vida a su hijo, pero luego tendrá que respetar las etapas de su crecimiento y de su madurez como hombre.

Libérate de tus prisas: el desarrollo de tu vida no es en ti una propiedad natural o una conquista orgullosa de la voluntad sino un don de la gracia. Todas tus miserias vienen del choque de tus puntos de vista personales, cortos y limitados, y la voluntad de Dios amplia y espaciosa. Quieres realizarte según un plan que has concebido en tu pequeño taller de perfeccionamiento, y Dios tiene para ti un designio de amor mucho mejor. Abandona tus pretensiones de querer construirte y deja hacer a Dios, aunque no comprendas su plan. Jamás se te ocurrirá juzgar una obra de teatro al final del primer acto. Al fin de tu vida te maravillarás del proyecto de amor de Dios para contigo.

En primer lugar ten la seguridad de que Dios te ama puesto que te hace compartir su propia vida que debe crecer a lo largo de toda tu historia personal. Tienes pues que contar con el tiempo: no quieras ser hoy lo que serás mañana con el tiempo y la gracia de Dios. El edifica en ti progresivamente el hombre interior, corroe y destruye las montañas de pecado. No le impongas tus puntos de vista, tus planes y tus deseos, los suyos son mucho mejores.

El no espera de ti más que una cosa: que te dejes llevar, pero ¡cuidado!; dejarse llevar por Dios no quiere decir dejarse vivir. El tiempo no puede dar fruto en ti más que si tu te decides a amar a Dios del todo con buena voluntad. Sin este abandono activo en Dios, tu ser espiritual se disgregaría en una multitud de caprichos. Dios no obra a golpes de varita mágica que te dispensarían de una fidelidad siempre más onerosa.

Pero desde el momento en que te entregas a Dios sin reserva y sin condiciones, dejándole obrar como a él le parezca bien y sin preferir nada a su voluntad, descubres la alegría y la paz. Todo acontecimiento exterior es un regalo de la mano de Dios y modela un poco más tu ser interior según el querer del Padre. "Cuando tú has hecho todo lo que está en tu mano, dice Teilhard de Chardin…, todo lo que sucede es adorable; es la última palabra de la sabiduría humana y de la santidad ". Cuando estás entregado a Dios, todo acontecimiento dichoso o desgraciado te transforma desde dentro y te acerca a Dios.

Tu mismo pecado y tus debilidades, con tal de que las reconozcas, lloradas y perdonadas, te empujan un poco más hacia adelante. Tus gestos y tus esfuerzos de cada día, en la repetición monótona, son integrados en la corriente de vida interior que circula en ti. Al mismo tiempo crece esta perfección interior de la que Dios es el único autor y que actúa en ti en la medida en que tú te dejes modelar a su imagen. Para descubrir este largo trabajo de Dios, tienes necesidad de la mirada de la fe y por supuesto de una oración intensa y prolongada.



 



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