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Devocionario. Oración de abandono

18. La mirada de amor de Cristo desanima tu pecado
El descubrir tu pecado es mucho menos importante que descubrir el amor de Cristo.


Por: Jean Lafrance | Fuente: Catholic.net




En la mirada de amor de Cristo que se acerca a ti, recibes a la vez la revelación de su corazón y la de tu pecado.

En esta intensa oración, no estás solo y abandonado, y por eso es bueno que te coloques ante la revelación del pecado en la Biblia. Lee despacio la oración de los desterrados (Baruc 1, 15 a 3,8), los salmos 25 y 51, el relato de la caída (Génesis 3) la carta a los Romanos 1 a 7, Jeremías 2 a 11, Isaías 1 a 12, Oseas 1 a 3, alternando su lectura con el silencio. Te colocarás en una historia del pecado, y comprenderás que éste viene de más arriba y de más lejos que tú y sobre todo que el autor es Satanás. Después de Adán, la humanidad se ha encenagado en este pecado, y por eso experimentas tu profunda miseria.

Pero al mismo tiempo descubres una realidad mucho más exaltante. Dios nunca revela el pecado del hombre para hacerle sentir su miseria y su debilidad, sin mostrarle inmediatamente al Salvador. Percibes tu pecado en el mismo acto en el cual recibes su perdón. Lee Romanos 5,12 a 20, y comprobarás que nunca se habla de Adán sin hablar al mismo tiempo de Cristo el Salvador: "... Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno sólo murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios, y el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos!" (Rom 5, 15).

Cuando recibes el perdón de tu pecado, descubres a la vez en él su malicia y su veneno. ¿Acaso no es en el momento en que tu amigo te perdona tus actitudes odiosas cuando percibes simultáneamente su amor y tu ingratitud? No te pongas en tensión, no violentes las cosas, deja de considerar la resonancia del pecado en ti y clava tu mirada en los ojos de Dios y comprenderás lo mucho que él te ama en medio de tu miseria.

San Juan Crisóstomo dice a este propósito: "Dios no te revela tu mal hasta que tienes tu redentor, y que por él te ha curado". Espera con paciencia esta revelación de ti mismo que Dios te quiere conceder hoy, de momento no puedes sobrellevarlo todo. "Si conocieses tus pecados te desanimarías.

A medida que los vayas expiando, los irás conociendo y se te dirá:

Mira los pecados que se te han perdonado... No temas, la conversión es asunto mío. Te amo yo mucho más que lo que tú has amado a tus faltas ". Por eso debes acusarte de ese pecado pues es precisamente el que Dios te quiere perdonar, pues los otros no son más que consecuencias de éste.

Hay en el Evangelio una ilustración viva de esta segunda ley espiritual a propósito del pecado. Es el momento en que Pedro se encuentra con Jesús durante la Pasión. Pedro cree que conoce y ama a Jesús pero no tiene conciencia de su triple negación y permanece siempre a nivel de la falta. "El Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: "Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo fuera, rompió a llorar amargamente" (Lc 22, 61-62).

En esta mirada, Pedro recibe a la vez la revelación del amor de Cristo para con él y la de su pecado. Descubre entonces su verdadero pecado que consiste en rechazar un cierto rostro de Jesús (el rostro ultrajado del Siervo doliente), este es el pecado que Dios quiere verle llorar. Tiene muchos otros pecados que son consecuencia de este pecado fundamental, pero de momento, este es el pecado que Dios le quiere perdonar. Pedro no puede comprender su pecado hasta que no ha vislumbrado el rostro de amor infinito al que persigue.

Por eso el descubrimiento de tu pecado no resulta de una introspección sino de la contemplación de Cristo en cruz. En el rostro de muerte de Cristo, percibes el amor infinito de Dios para ese pecador que tú eres. Mides también la necesidad que tienes de Jesús y de su perdón. Te resulta imposible descubrir ese rostro sin descubrir al mismo tiempo que le rechazas en el fondo de tu corazón. Ese es tu verdadero pecado. El descubrir tu pecado es mucho menos importante que el descubrimiento de Cristo. Entonces estás cerca de la bienaventuranza de las lágrimas.



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