Devocionario. Oración de abandono
40. En la Eucaristía descubre el profundo amor de Cristo
Por: Jean Lafrance | Fuente: Catholic.net
A través del pan partido y del vino derramado, descubre el compromiso profundo de Cristo que entrega su cuerpo y derrama su sangre por la muchedumbre.
No puedes entender nada de la Cena si la separas de la Agonía; son dos escenas complementarias ligadas al tema del "cáliz": en la primera el cáliz se ofrece con ocasión de una comida, en la otra, es vivida por Cristo en el momento en que pide al Padre: "Aparta de mi este cáliz" (Mc. 14, 36). En la oración trata de leer el suceso, no solamente en el plano de los signos sino a nivel del corazón de Cristo.
Sin hablar de la conciencia sobrenatural que tiene de su misión, sino con su simple inteligencia de hombre, Jesús se da perfecta cuenta de que camina hacia la muerte. Su subida a Jerusalén está jalonada por los anuncios de su muerte suscitados por el rechazo del pueblo y de las autoridades. El Israel oficial le va a arrestar, uno de los suyos le traicionará y el más creyente va a renegar de él. En este contexto de muerte es como Cristo se sienta a la mesa con los suyos para la última Cena.
Lee en Marcos (14, 22-25) el acontecimiento. Jesús realiza un gesto profético: el pan que se da y el vino que se derrama anuncian que va a entregarse a la muerte por los suyos. Es el gesto profético de la gran tradición de Isaías (cfr. el episodio del cántaro quebrado), de Jeremías y de Oseas. Enseña con gestos, para poner de relieve la eficacia del acto que realiza. Su cuerpo se verá vaciado de su sangre. Las palabras de Jesús confirmarán su gesto y los apóstoles comprenderán perfectamente el sentido de lo que dice Jesús. Hablando de la sangre de la Alianza, evoca el Éxodo (24, 8): un rito que crea al pueblo y lo une a Yavé. El sacrificio de Jesús realizará la nueva Alianza en su sangre que será derramada "por todos". Jesús hace alusión aquí a Isaías (53, 12), donde nadie queda excluido de la salvación. (Cfr. Mc 10, 45, otra alusión al Siervo doliente que ofrece su vida para expiar el pecado del pueblo). Jesús enfoca su sacrificio en la línea del sacrificio expiatorio del Siervo doliente. Por la doble alusión al sacrificio de la Alianza y al sacrificio expiatorio, Jesús nos ofrece el sentido de su sacrificio. Obtendrá el perdón de los pecados y creará un pueblo nuevo que vivirá en la intimidad de Dios en el misterio de las bodas eternas.
Cuando comulgas, tu pecado es expiado y vives con el Padre en una unión de amistad incomparable. La Eucaristía es la cima de la unión con Dios, es la más fuerte expresión de los esponsales de Dios con su pueblo. Pero es todavía una unión que se vive en signo; la realidad será infinitamente más rica, y por eso la Eucaristía está orientada hacia la Parusía donde nosotros conoceremos la unión total y definitiva con Dios. Mide bien la profundidad de la Cena contemplando en la oración la intención profunda de Jesús. El hecho material de la ofrenda del pan y el vino es la señal de una realidad misteriosa que no puede ser captada y comprendida más que a nivel del corazón de Cristo; es un misterio de amor. La Eucaristía es la reacción de Jesús ante la muerte que viene. Ha hecho todo lo posible para evitar ese asesinato para que Israel no sea condenado por un crimen (cfr. el episodio de los viñadores homicidas). Pero Jesús no va a sufrir el acontecimiento desde fuera: va a transustanciar su muerte y hacer de ella un acto de amor.
Medita .despacio estas palabras de Jesús: "Doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente". (Jn 10, 17-18). El mismo Jesús da sentido a su muerte; de ser un crimen para sus enemigos, Jesús la transforma en un acto de amor libre: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos". (Jn 15, 13). Puedes contemplar también el hecho profundo de la Cena rezando lentamente los capítulos 13 a 17 del evangelio de Juan. Elige una tarde en la que estés libre, en la que tengas varias horas por delante, y en el silencio de la tarde lee despacio estos capítulos del testamento de Jesús. Únete a las palabras de la oración sacerdotal, y escúchalas como si Cristo te las dijera al corazón. No trates de leer todo sino de saborear esta o aquella palabra. Es una forma de oración que va muy bien en la noche del Jueves Santo.
Descubres aquí el sentido último de la Pasión: no es algo destinado a aplacar la cólera de Dios, pues Dios no quiere el sufrimiento. La voluntad del Padre, es el acto de amor de Cristo que se entrega a él totalmente (Heb 9, 11-14). Es la conciencia de su misión la que lleva a Cristo a ofrecerse a su Padre en el amor. Lo ha dado todo por su pueblo; desgraciadamente éste le ha rechazado.
Jesús no tiene ya más que una cosa que hacer: tomar su vida y ofrecerla en un acto de confianza. Se podría creer que esta oblación se desarrolla en paz y serenidad; la escena de Getsemaní te recordará enseguida la angustia trágica de esta ofrenda. No puedes comprender nada de la Cena ni de la Eucaristía si no contemplas despacio, ante el Santísimo Sacramento, este movimiento de amor que empuja a Jesús a entregarse al Padre por la salvación de sus hermanos. Entonces podrás penetrar en este compromiso de Cristo, pero el amor que te empujará a ofrecerte vendrá de más lejos y más arriba que tú; será una participación de su impulso de caridad. Es preciso no querer producir frutos de amor antes de haber plantado el árbol de la Cruz en el centro de tu corazón.
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