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Autor: | Editorial:



La Pastoral del Matrimonio y la Familia
Nueva etapa

150. Con la celebración del matrimonio empieza una nueva etapa de la pastoral familiar. La necesidad y urgencia de la preparación al matrimonio no puede hacer olvidar que es en la tarea de la construcción de un hogar cuando surgen más dificultades, y cuando más necesitados están los esposos de una ayuda por parte de la Iglesia que debe mostrar que es Madre.


1. La existencia matrimonial y familiar como crecimiento de la vida cristiana: espiritualidad conyugal

Camino de seguimiento a Cristo en la Iglesia, construyendo la propia familia

151. El matrimonio en cuanto vocación cristiana es uno de los caminos de seguimiento e imitación de Cristo en la Iglesia (cfr. I Cor 7,7; Ef 5,25)[174]. Como determinación de la vocación bautismal, conlleva las exigencias de radicalidad, irreversibilidad, etc., propias de la recepción del don de Dios, cuya meta no es otra que la identificación con la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia.

Con la celebración del matrimonio la vocación de los esposos se abre a la tarea de construcción de la propia familia que, como comunión de personas, es una imagen del “Nosotros” Trinitario [175]. Por este misterio impreso en la familia, los esposos están llamados “a crecer continuamente a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total” [176]. De este modo su caridad conyugal, unión de los esposos en un amor fecundo, es respuesta generosa a un don primero de Dios en Cristo, y se constituye en el germen de crecimiento en la vida cristiana para ellos y los hijos.

El don del Espíritu Santo, fuente primera del amor de los esposos

152. Es por el amor esponsal de Cristo, al que quedan unidos en el sacramento del matrimonio, por el que los esposos participan de un don específico del Espíritu Santo. Allí se descubre ese “manantial que salta hasta la vida eterna” (Jn 4,14) y es fuente de vida y de entrega [177] .

El reconocimiento de esta fuente primera de su amor y de la misión que el Padre encomienda a los esposos, es la raíz de la esperanza que brilla en la familia cristiana. Es la fuente que permite responder con entrega siempre nueva a las dificultades y pruebas propias de la vida familiar y conyugal. “El esposo está con ellos” (cfr. Mt 9,15) y su presencia hace siempre que surja el vino nuevo del amor (cfr. Jn 2,10) [178] .

El Espíritu Santo capacita a los esposos para construir su comunión de vida

153. El Espíritu Santo, don del Amor de Dios infundido en sus corazones con la celebración del sacramento (cfr. Rom 5,5), “es mandamiento de vida para los esposos cristianos y al mismo tiempo impulso estimulante, a fin de que cada día progresen hacia una unión cada vez más recia entre ellos en todos los niveles -del cuerpo, del carácter, del corazón, de la inteligencia, de la voluntad, del alma- revelando así a la Iglesia y al mundo la nueva comunión de amor donada por la gracia de Cristo” [179] . En el diálogo íntimo entre los esposos y de ellos con Dios, debe resplandecer esa enseñanza del Espíritu que les hace capaces de construir una comunión basada en la fe y que transmite en verdad la “vida eterna”. Es el camino en el que aprenderán a vivir a la luz del amor divino y ser ellos mismos testigos de ese amor en el mundo.

Camino de santificación, acompañados por la Iglesia

154. Por eso, la renovación constante de la caridad conyugal que realiza esa “unión de dos en uno” de los esposos, es su verdadero camino de santificación y la realidad básica de toda pastoral familiar de la que ellos son los protagonistas y que la Iglesia como Madre tiene la misión de velar y fortalecer. Para todos los matrimonios y familias “la Iglesia tendrá palabras de verdad, bondad, de comprensión, de esperanza, de viva participación en sus dificultades, a veces dramáticas; ofrecerá a todos su ayuda desinteresada, a fin de que puedan acercarse al modelo de familia que ha querido el Creador ‘desde el principio’ y que Cristo ha renovado con su gracia redentora”[180]. Se trata de esa solicitud pastoral por la familia que a la vez que universal e integral, es progresiva, es decir, “acompañándola paso a paso en las diversas etapas de su formación y desarrollo[181] .

Responsabilidad de toda la Comunidad cristiana

155. De realizar esta pastoral -que debe insertarse como un eje de la acción pastoral o evangelizadora general de la Iglesia- han de sentirse responsables cuantos componen la comunidad eclesial y de modo particular la Iglesia local. De todos modos esta pastoral familiar habrá de realizarse según el modo propio de participar, cada uno, en la misión de la Iglesia.


2. La importancia de los primeros años de matrimonio

Necesidad de la ayuda y el acompañamiento eclesial

156. Una de las etapas de importancia decisiva en la pastoral matrimonial es la que viene determinada por los primeros años que siguen a la celebración del matrimonio. De cómo se viva depende en gran medida el éxito en las etapas posteriores. Es el momento de convertir su proyecto de comunión de personas en una realidad viva y existencial en medio del mundo, y de sus variadas circunstancias y acontecimientos. Es un importante cambio en la vida de los esposos, por lo que se ha de “ayudar a la pareja a descubrir y a vivir su nueva vocación y misión” [182] . Una ayuda que, siendo siempre necesaria, es tanto más urgente y reviste una mayor necesidad si, como es frecuente, existen carencias en su vida cristiana y su formación. Se trata fundamentalmente de una tarea de acompañamiento, para que no se encuentren solos sino apoyados en esta tarea y en la superación de las dificultades de la convivencia y de la vida. Es hacer efectiva la presencia eclesial como el “lugar” de la vida que les permite renovar la vida familiar que han comenzado.

Cercanía de la Iglesia en los diversos acontecimientos familiares

157. Los mismos acontecimientos de sus vidas, en el contexto de los nuevos valores y responsabilidades que han contraído, constituyen el camino para responder a su vocación. Las nuevas situaciones, en especial el paso de la comunidad conyugal a la comunidad familiar con el nacimiento de los hijos, lejos de ser un obstáculo, son el cauce de su realización personal. En este sentido y como continuidad de la formación recibida en la preparación al matrimonio, tiene un peso específico el tratamiento de los temas del amor conyugal, del servicio a la vida y la educación.

De manera particular se deberá prestar esa atención a los acontecimientos de muy diferente índole que jalonen el desarrollarse de la familia. En estos primeros años se ha de asentar un modo de acercamiento a la Iglesia que luego se asentará en los momentos más decisivos: unas veces será el Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación o la elección de estado de los hijos. Otras serán situaciones provocadas por el devenir de la vida: el nacimiento y la educación de los hijos, el trabajo, la enfermedad, la muerte, etc. En ocasiones será la relación conyugal la que necesita ser apoyada. En todos estos acontecimientos la familia se ha de sentir acompañada en el empeño de conformar el día a día con el horizonte que le señala su vocación.

Dos objetivos: formación e integración en la Comunidad eclesial

158. En esta etapa pastoral, dos son los objetivos fundamentales. Por un lado, la formación humana y espiritual de los esposos, como protagonistas insustituibles; para que, en su proceso de maduración, sean capaces de llevar a cabo su proyecto común de existencia matrimonial y familiar como respuesta al don de Dios. En este sentido deberán programarse actividades dirigidas a formar a los esposos en los diversos ámbitos de su misión (v. g. la catequesis familiar, charlas y retiros para matrimonios, etc.)

Y a la vez, habrá que lograr que realicen ese protagonismo en comunión con la comunidad eclesial local. Para ello la parroquia debe hacerse presente y facilitar un modo específicamente familiar de inserción en la vida parroquial. La integración en los grupos de matrimonios, la participación en las actividades de las escuelas de padres, etc., ayudarán grandemente al logro de esos objetivos.


  • Acogida en la comunidad y acompañamiento. La ayuda de otras familias


  • Buscar modos apropiados

    159. La comunidad cristiana, especialmente la parroquia, necesita con urgencia poner en juego su imaginación, su creatividad y su esfuerzo para promover estructuras de acogida y de acompañamiento e inserción apostólica de los matrimonios jóvenes.

    Para llevar adelante este quehacer de la pastoral familiar es fundamental el papel que pueden desempeñar otras familias que cuentan ya con experiencia del matrimonio y de la familia, capaces de poner al servicio de las demás la propia experiencia humana, así como también los dones de fe y de gracia. Será esta una de las maneras más sencillas y eficaces de impregnar la vida matrimonial y familiar de aquellos valores cristianos, que han de ser siempre el punto de partida y de llegada de cualquier actividad pastoral[183].

    Es propio de la misma vocación familiar llevar a cabo este apostolado con las familias, ya sea de un modo espontáneo (lazos de sangre, vecindad, etc.), o sea, de un modo organizado. Dado el aislamiento actual de tantas familias esta muestra de solidaridad cristiana es un primer testimonio cristiano de gran importancia.

    Impulsar los grupos de matrimonios integrados en la parroquia

    160. Con esa finalidad se debe impulsar la formación de grupos de matrimonios que faciliten el diálogo y la comunicación de experiencias, con sus propios medios de formación continuada, y que desempeñen la misión de acogida y acompañamiento a los matrimonios que se acercan a la parroquia por algún motivo familiar.

    Todo ello tendrá como fin específico el que las familias consideren natural el acercarse a la comunidad parroquial, no sólo para las acciones sagradas, sino para los acontecimientos humanos y los problemas que les pueden superar. Todavía es una tarea en gran medida por hacer, para que nuestras comunidades sean más familiares.


  • Desde otras estructuras


  • Incorporación de las nuevas familias a actividades y movimientos

    161. Para facilitar esta y otras ayudas foméntense, a nivel parroquial o si parece más oportuno a nivel interparroquial, iniciativas dirigidas a acoger y posibilitar la incorporación de las nuevas familias en las actividades y movimientos. En esta línea puede ser de gran utilidad la programación de actividades como el “Día de la familia”, la “Semana de la familia”, “Encuentros de espiritualidad matrimonial y familiar”, “Catequesis de adultos”, “Retiros” o “Convivencias familiares” etc. En estos actos, además de favorecer el conocimiento e intercambio de experiencias con otras familias, se ofrecerán medios para afrontar la nueva situación: en relación con las exigencias de la vida en común, la responsabilidad y generosidad en la transmisión del don de la vida, el cultivo de la fe, la atención y cuidado de los hijos, la superación de las dificultades que se pueden presentar en los primeros años de matrimonio, etc.

    Otras ayudas institucionales

    162. En este quehacer, junto a los servicios que los pastores juzguen más adecuados a las diversas situaciones, puede constituir una ayuda de primera importancia la aportación específica de los Centros de orientación familiar, Escuelas de padres, Movimientos de espiritualidad familiar, Asociaciones familiares, etc.


    3. El servicio a la vida

    La fecundidad, don y fin del matrimonio

    163. “Por su misma naturaleza la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole” [184] . “La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento” [185] . La procreación es una finalidad a la que, desde su más profunda verdad, se orienta el matrimonio, y en ella encuentra una parte específica de su misión.

    Ayudar a percibir el valor y dignidad de la vida humana

    164. Por este motivo, ayudar a percibir el valor y dignidad de la vida humana será siempre uno de los elementos fundamentales de la pastoral familiar. Sobre la base de la preparación para la celebración del matrimonio o supliéndola cuando falte, se buscará manifestar y descubrir el valor de la maternidad y paternidad, el significado genuino de la paternidad responsable, el modo humano y cristiano de afrontar los posibles problemas derivados de la infertilidad, etc. Habida cuenta de la difusión de la mentalidad antinatalista en nuestra sociedad, es muy conveniente contar para esta tarea con el testimonio de familias que vivan con fidelidad y generosidad la misión de transmitir y educar la vida.


  • El don de la vida


  • El hijo, bendición divina

    165. “¡He adquirido un varón por el favor de Dios!” (Gén 4,1). Es la exclamación de la primera madre al comprobar la nueva vida como un don de Dios, que confía al hijo en sus manos. En esta experiencia de la transmisión de la vida se ilumina el hecho fundamental de la existencia: se percibe una relación específica con Dios, y el valor sagrado de la vida humana[186]. “El origen del hombre no se debe sólo a las leyes de la biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios”[187]. Es el comienzo de la vocación al amor que nace del amor de Dios, y es “la mayor de las bendiciones divinas”[188]. Por ello, el hijo sólo debe ser recibido como don. Únicamente de esa manera se le da el trato que le es debido como persona, más allá del deseo subjetivo, al recibirlo gratuita y desinteresadamente. Sólo el acto conyugal es el lugar adecuado para la transmisión de la vida, acorde con la dignidad del hijo, don y fruto del amor.

    Participación en la vida divina

    166. Los que creen en su nombre “no han nacido ni de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios” (Jn 1,12-13). Aquí está la revelación última del valor de la vida humana como la participación de la vida divina en Jesucristo, por obra del Espíritu Santo (cfr. 2 Pe 1,4). El hijo no es sólo un don para los padres, sino que es un modo nuevo de recibir al mismo Cristo en la familia. Sólo esta visión permite comprender de modo completo la acción del Dios “vivificante” en la familia.


  • La paternidad responsable: los padres, cooperadores del amor de Dios Creador


  • Colaboradores de Dios

    167. Mediante la transmisión de la vida, los esposos realizan la bendición original del Creador y transmiten la imagen divina de persona a persona, a lo largo de la historia [189] . En consecuencia, son responsables ante Dios de esta tarea, que no es una misión que quede en esta tierra sino que apunta más allá [190] . De ahí deriva la grandeza y la dignidad, y también la responsabilidad de la paternidad y maternidad humanas.

    La virtud de la castidad realiza la unión de sexualidad, matrimonio y procreación

    168. “La unión ‘en una sola carne’ es una unión dinámica, no cerrada en sí misma, ya que se prolonga en la fecundidad. La unión de los esposos y la transmisión de la vida implican una sola realidad en el dinamismo del amor, no dos, y por ello no son separables, como si se pudiera elegir una u otra sin que el significado humano del amor conyugal quedase alterado” [191]. De esta unión los esposos son intérpretes, no árbitros [192], pues es una verdad propia del significado de la sexualidad, anterior, por tanto, a la elección humana. Para el adecuado conocimiento de esto no basta una mera información de la doctrina de la Iglesia, sino una autentica formación moral, afectiva y sexual que incluya el dominio de sí por la virtud de la castidad [193]. Por esta virtud, la persona es capaz de captar el significado pleno de su entrega corporal abierta a una fecundidad.

    Doctrina de la paternidad responsable

    169. Por eso, a la luz de la validez de la verdad de la inseparabilidad de los significados unitivo y procreador de todo acto conyugal, los esposos han de saber discernir en una decisión ponderada, conjunta y ante Dios, la conveniencia del nacimiento de un nuevo hijo o, por graves motivos, la de espaciar tal nacimiento mediante la abstinencia en los períodos genésicos [194] . Esta tarea es lo que se denomina paternidad responsable, que conlleva el conocimiento, la admiración y el respeto de la fertilidad combinada de hombre y mujer como obra del Creador. Tal decisión debe estar siempre iluminada por la fe y con una conciencia rectamente formada. Se ha de cuidar con delicadeza los casos en que existan criterios dispares dentro del matrimonio y una de las partes sufra la imposición de la otra [195] .

    Llamada a acoger la vida superando la mentalidad anticonceptiva

    170. Dada la extensión de una mentalidad anticonceptiva que llena de temor a los esposos, cerrándoles a la acogida de los hijos, no puede faltarles el ánimo y el apoyo de la comunidad eclesial. Es más, debe ser un contenido siempre presente en los cursos prematrimoniales, en donde se debe incluir una información sobre los efectos secundarios de los métodos anticonceptivos y los efectos abortivos de algunos de ellos. En los casos en que se requiera, se ha de informar a los esposos del uso terapéutico de algunos fármacos con efectos anticonceptivos, e igualmente alertar sobre la extensión indiscriminada en la práctica médica de la esterilización [196] . Se ha de formar al profesional de la salud en su tarea de servicio a la familia y no de imposición de criterios de efectividad, incluso con el recurso de amedrentar a la familias ante la fertilidad. Debe quedar claro que en ningún caso se puede considerar la concepción de un niño como si fuese una especie de enfermedad. La vivencia de la paternidad responsable en el matrimonio cristiano ha de estar imbuida de confianza en Dios providente.


  • Métodos de conocimiento de la fertilidad


  • Tarea propia de la pastoral familiar.
    No mera técnica sino educación


    171. Forma parte integrante de la pastoral familiar la educación de los matrimonios en los métodos de conocimiento de la fertilidad. En esta tarea se han de formar personas especializadas en los distintos métodos, en colaboración con las asociaciones existentes a estos efectos. Se ha de cuidar especialmente el que se trate de una auténtica educación en la virtud y no un mero aprendizaje de una técnica. Estos métodos empobrecen su sentido o, incluso lo llegan a perder, en la medida en que se separen de la antropología adecuada que permite personalizarlos en el marco de la vida matrimonial.

    Se ha de enfocar su enseñanza dentro del reconocimiento que hacen los esposos de la voluntad de Dios sobre sus vidas. Por eso se les ha denominado de “conocimiento de la fertilidad”, para indicar que no se trata de “métodos anticonceptivos naturales” sino de conocimiento de la fertilidad, ya que sirven de hecho para conocer mejor cuándo es posible lograr una concepción. En esta educación entran en juego elementos de comunicación en el matrimonio, de confianza mutua, de crecimiento en la virtud del autodominio y de ponerse en manos de Dios y de su gracia. “Estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica” [197] .

    Facilitar esta enseñanza supone una coordinación a nivel diocesano de los distintos centros de enseñanza, cuidando el aspecto formativo de los mismos. Todo Centro de Orientación Familiar de la Iglesia ha de contar con monitores de estos métodos para hacer más asequible el acceso de las personas a su conocimiento y solucionar los problemas que pudiesen plantear. Se ha de procurar a los novios en los cursos prematrimoniales una información adecuada de los centros o monitores que existan en la diócesis o zona.

    Formación en estos métodos de los profesionales sanitarios

    172. Coordinados con la Delegación de Pastoral Sanitaria se han de promover cursos de formación, en estos métodos de observación de la fertilidad humana y su valor antropológico, para los profesionales de la salud -ginecólogos, médicos de familia, pediatras, farmacéuticos, profesionales de enfermería y demás personal sanitario- a fin de que puedan impartir una enseñanza científica e integral en este área.


  • Las familias numerosas


  • Encomiadas por la Iglesia

    173. “Entre los cónyuges que cumplen así la misión que Dios les ha confiado, son dignos de mención muy especial los que de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente”[198]. En el acompañamiento que necesitan deben encontrar ayuda para la educación humana y religiosa de sus hijos, así como la cercanía ante las dificultades que les puedan sobrevenir. La misma comunidad parroquial puede tener en cuenta ayudas económicas para asegurar su participación en determinadas actividades, así como facilitar el cuidado de los niños para que puedan participar en ellas.

    Reconocimiento social y eclesial de las mismas

    174. Para la protección adecuada de sus derechos civiles se les puede ofrecer asesoramiento por medio de la Delegación de Pastoral Familiar y de las asociaciones organizadas para ello. Por los medios adecuados se ha de trabajar por un efectivo reconocimiento, en las leyes, del bien que suponen para la sociedad.

    Las familias numerosas son una auténtica riqueza para la comunidad eclesial, y su testimonio de vida puede ser de mucha ayuda para otros esposos y para los que van a contraer matrimonio. Son una manifestación de la bendición de Dios. Son un punto de referencia para toda pastoral familiar.


  • 4. La función educativa de la familia


  • Continuación de la responsabilidad procreadora

    175. El servicio a la vida, como responsabilidad y misión de la familia, se refiere inseparablemente a la transmisión y a la educación de la vida [199] . La paternidad responsable es, también, responder de la vida nueva con la que Dios les ha bendecido, para llevarla a plenitud. La vocación matrimonial se amplía, entonces, a que cada hijo tenga todos los medios posibles para que crezca como persona e hijo de Dios.


  • Los padres, primeros educadores de los hijos


  • Derecho-deber esencial, primario, insustituible e inalienable

    176. Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos [200] , como colaboradores activos y responsables en la obra creadora y redentora de Dios. En esa misión propia, cuentan con la gracia y la ayuda divina. El deber-derecho a la educación de sus hijos tiene como características las de ser esencial, primario, insustituible e inalienable [201] . Se ha de fundar en el mismo amor conyugal que vivifica el matrimonio [202] . Es por tanto, una tarea común y solidaria: corresponde por igual al padre y a la madre, con la aportación específica de la paternidad y la maternidad.

    Primeros transmisores de la fe

    177. En los padres cristianos la función educativa se transforma hasta el punto de pasar a ser colaboración en la edificación y extensión del Reino de Dios, en la obra de la regeneración sobrenatural de la gracia. Son los primeros transmisores de la fe, asumen su responsabilidad presentando al hijo a ser bautizando, respondiendo por él ante la Iglesia de su formación religiosa.

    La finalidad última de la educación es lograr que los hijos se desarrollen de manera que alcancen lo que están llamados a ser por vocación. En el proceso propio de la maduración como personas, llevarán a cabo una educación integral que atienda a todas las dimensiones de su personalidad: física, intelectual, moral, de la dignidad personal y la sociabilidad. Todo ello con la luz de su vida de hijos de Dios que va creciendo y debe ser formada para que se realice en ellos “la novedad de vida” que comenzó en ellos con el bautismo (cfr. Rom 6,4). Es la dimensión que consigue dar unidad y profundidad a todas las demás [203] .


  • El hogar, primer taller y escuela de educación


  • Crear un ambiente adecuado

    178. El primer “lugar” para esta tarea es el marco del hogar. En él, por medio de un clima de confianza mutua y de saberse querido por sí mismo, el hijo adquiere los hábitos y las actitudes en los que descubre las claves más fundamentales de su vida, que van a ser los pilares de su existencia. Esto se realiza de modo natural en las mil circunstancias de cada día y en el modo de vivir los acontecimientos familiares. El papel primero corresponde evidentemente al ejemplo, se trata de un elemento insustituible de su enseñanza; los padres han de ser conscientes de que educan no tanto por lo que dicen cuanto por lo que viven. Los padres realizan esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad, la libertad responsable y el servicio desinteresado son norma. El hogar es un lugar apropiado para la educación en las virtudes. También por este motivo deben ser valorados la presencia y el trabajo de la mujer en el hogar.

    El acompañamiento a los hijos

    179. La educación de los hijos es así el “alma del hogar”, que conforma la vida de la familia y une a los esposos en esa tarea común que Dios les encomienda. Por ello, los padres deberán emplear el tiempo necesario para acompañar a sus hijos en el desarrollo de su personalidad y en el itinerario de su crecimiento en la fe. A la par que los consejos y demás formas de instrucción que siempre serán necesarios, deberán “ir juntos” con ellos, iluminando el caminar de sus hijos con el ejemplo. Ese “acompañamiento” es indicado de manera muy especial en el uso de medios como la televisión, internet, las lecturas, lugares y modos de diversión, compañías, etc.

    La educación es tarea de toda la familia; para ello se ha de lograr que los hijos se incorporen activamente al proceso de su misma educación. Contribuirá sobremanera a conseguirlo adoptar el diálogo como actitud y, observadas las situaciones particulares, hacer a los hijos, de forma progresiva, partícipes de las tareas y responsabilidades de la familia.

  • Los padres y su relación con las demás instancias educativas


  • Los diversos ámbitos educativos han de colaborar con los padres, no suplantarlos

    180. La dimensión social de la educación exige la colaboración de otras instancias educativas con los padres. Para mantener la vitalidad de la comunidad familiar este hecho no debe suplantar a los padres sino ponerse a su servicio.

    Entre las asociaciones que trabajan en esta tarea hay que mencionar los centros educativos y otros ámbitos educativos, en especial la catequesis.

    Participación activa de los padres en la elección del Centro y en las condiciones educativas

    181. En cuanto a los centros educativos, se ha de favorecer la participación activa de los padres en el proyecto educativo del colegio y el seguimiento de las acciones concretas que lo desarrollan [204] . Corresponde a los padres el derecho de elegir los centros educativos y optar por los proyectos educativos que se han de seguir en la educación de sus hijos y, consiguientemente, colaborar en la mejora de las condiciones y medios educativos para sus hijos [205], especialmente en lo referente a la asignatura de religión católica. Junto con la Delegación diocesana de Educación e instituciones educativas católicas, se han de buscar cauces que aseguren el derecho de la elección y los derechos de los padres en el cuidado de la educación de sus hijos.

    Ya se habló de la importancia de la educación afectivo-sexual en los centros educativos y el modo concreto de organización de los mismos. Igualmente, se puede fomentar que el programa educativo de los colegios, en especial la escuela católica, cuente con una escuela de padres, y que se cuente con los mismos en todo el proceso para conformar una verdadera “comunidad educativa”. Sin una implicación de los padres en la tarea educativa se limita y dificulta enormemente la tarea educativa de los centros. Igualmente, el Centro debe asesorar a los padres en las dificultades pedagógicas y psicológicas que pueden observarse en los hijos en el transcurso de la escolarización. Desde esta ayuda concreta se accede muchas veces a problemas familiares.

    Por este motivo, es muy conveniente que, en todo centro educativo exista alguna persona especialista en ciencias de la familia, y que potencie este campo importantísimo de ayuda a los padres.

    Participación en las asociaciones de padres de alumnos

    182. Se ha de animar a los padres a participar activamente en las diferentes asociaciones de padres de alumnos, a tomar iniciativas para crear nuevos centros educativos y a formar parte de otras asociaciones educativas que existan con ese fin o promoverlas.

    Cooperación en la catequesis de los hijos

    183. En la catequesis y todo el proceso de educación en la fe es esencial la cooperación de los padres para que exista una verdadera transmisión de la fe. Para ello hay que potenciar, con la Delegación diocesana de Catequesis, todo tipo de ayudas para que los padres estén al tanto de la catequesis que reciben sus hijos, a ser posible puedan recibir una explicación adecuada de los temas, o incluso con algunos padres más formados se realice una verdadera catequesis familiar.

    En la celebración de los sacramentos se ha de destacar siempre el papel de los padres en esta formación de la fe y ofrecerles medios concretos para llevarla a cabo. Se ha de fomentar la asistencia familiar a la Misa dominical como una forma excelente de testimonio de fe.

    Moderación en las actividades extraescolares

    184. En cuanto a otras actividades educativas, como las complementarias y extraescolares, se ha de calibrar que no se cargue al niño de una actividad exterior excesiva que disminuya su experiencia familiar. Igualmente, en lo que concierne al tiempo libre, se ha de asegurar su carácter de formación integral en las virtudes y los valores cristianos.


    5. Situaciones especiales

    Reclaman atención pastoral específica

    185. La atención pastoral ha de tener siempre en cuenta la realidad de las familias. Por ello es necesario discernir las situaciones particulares. Sólo de esa manera será posible prestar la ayuda que necesitan. Las diferentes situaciones reclaman una atención pastoral específica.

  • Matrimonios sin hijos


  • Ayudar a asumir el sufrimiento y la dificultad con esperanza

    186. La falta hijos es un motivo de sufrimiento para muchos matrimonios [206] . Es una circunstancia importante para que reciban una ayuda de la Iglesia. Al acoger esta situación se ha de ayudar a asumir la dificultad con esperanza, porque no es un mal absoluto y pueden encontrar en esta situación un nuevo sentido para su vida, “la ocasión de una participación particular en la cruz del Señor, fuente de toda fecundidad espiritual” [207] .

    Descubrir otra fecundidad

    187. Cuando sea imposible de hecho esta fecundidad se les ha de ayudar a descubrir un sentido más pleno de su vida conyugal [208] . Pueden y deben crecer en su recíproco amor y también para con los demás, ya que cada acto de verdadero amor puede testimoniar y perfeccionar la auténtica fecundidad espiritual [209] . Un campo importante es la ayuda que pueden prestar a otras familias, como una llamada que Dios les hace al apostolado [210] .

    Buscar el remedio de la infertilidad de modos éticamente admitidos por la Iglesia

    188. Se les ha de facilitar el asesoramiento de expertos católicos que pueden “prevenir y remediar las causas de la esterilidad, de manera que las parejas estériles puedan procrear respetando su dignidad personal y la de quien ha de nacer” [211] . En primer lugar se les ha de recordar, para mantener su rectitud de intención, que no existe “un derecho a un hijo” sino que es siempre un don de Dios: “El hijo no es un derecho sino un don (...) El hijo no puede ser considerado como un objeto de propiedad, a lo que conduciría el reconocimiento de un pretendido ‘derecho al hijo’. A este respecto, sólo el hijo posee verdaderos derechos” [212] . Junto con ello, se les ha de mostrar toda la negatividad moral de las denominadas “técnicas de reproducción asistida” que separan del amor conyugal la dimensión de la fertilidad para convertirla en una producción de una persona [213] . Es importante acceder pronto a estas situaciones para evitar que entren en contacto con instituciones que no tienen en cuenta estos los principios morales.

    Apoyo para la adopción y acogida

    189. Un modo concreto de manifestar esta generosidad es “adoptando niños abandonados o realizando servicios abnegados en beneficio del prójimo” [214] . Ya sea en la modalidad de la adopción o de acogida, es una expresión de auténtico amor paternal. Dadas las dificultades que plantean las leyes a la práctica de la adopción y de la acogida, es importante ofrecer un apoyo a los esposos en esta tarea, como una ayuda específica a los problemas de educación que puedan producirse.


  • Matrimonios con hijos discapacitados o con enfermedades “especiales”


  • Implicación de toda la Comunidad cristiana

    190. La pastoral familiar que es siempre necesaria, reviste una relevancia particular cuando la enfermedad y el sufrimiento, en cualquiera de sus formas, visitan a las familias. En esas circunstancias las familias y la entera comunidad cristiana deberán prestar sus cuidados con la mayor generosidad, que será aún mayor en momentos determinados, como puede ser el caso de hijos discapacitados, con cáncer o esclerosis múltiple, drogadictos, afectados por el SIDA, violaciones, malos tratos, en especial a mujeres y niños, etc.


    Descubrir el sentido.
    Acompañar en las dificultades.
    Ofrecer ayudas especializadas


    191. Con el convencimiento de que a través de esos acontecimientos “habla” el Señor, se deberá ayudar a las familias a descubrir el valor y sentido cristiano de su situación, para que sea ocasión de un incremento de amor y de gracia. No se ahorrará esfuerzo alguno por acompañarlas en la lucha por vencer los obstáculos que se presenten, en la medida que sea posible. En muchos casos, consistirá en buscar la ayuda de personas o centros especializados. Los Centros de acogida, las Asociaciones y Voluntariados, etc., realizan unas prestaciones que deben ser valoradas en su justa medida por la sociedad.

    Ayudándose de los servicios de la pastoral sanitaria y en conexión con la realidad familiar, la entera comunidad cristiana deberá estar atenta e implicarse en la solución de los hechos y situaciones que introducen en las familias alguna dificultad.

    Hijos discapacitados: reconocimiento de su dignidad

    192. Si se trata de familias con hijos discapacitados, además de ayudarles a asumir la deficiencia como una participación en la Cruz de Cristo, se les debe ayudar a ver en el esfuerzo de su educación un reconocimiento de la dignidad personal de su hijo y un modo de crecimiento en el amor conyugal y familiar. Deben cuidar especialmente los planes educativos que se les proponga para que corresponda con la visión integral del hombre. Igualmente, en la pastoral sacramental se ha de ayudar de modo más intenso a las familias, cuidando que nunca se sientan incomprendidas sino acompañadas en su especial situación.

    Adicciones: facilitar orientación y terapia familiar

    193. Necesitan una particular atención a las situaciones derivadas de la drogodependencia, alcoholismo u otras causas similares. No se ahorrarán esfuerzos en la atención directa e inmediata a esas familias. Para conseguir este fin se valorará la ayuda inestimable que las diversas formas de voluntariado están en disposición de desarrollar, en colaboración con los servicios de atención social y sanitarios. También se deberán impulsar las iniciativas que lleven a promover la participación de otras familias en esas tareas. La eficacia será mayor si actúan de forma asociada.

    A partir de estas situaciones, muchas veces se descubren conflictos y carencias familiares que hay que atender. Una familia bien construida es el mejor apoyo para salir de una situación semejante. Se ha de facilitar por consiguiente una orientación y terapia familiar que permita reactivar las relaciones familiares básicas que pudieran estar rotas. Es un momento específico de evangelización de la familia ofreciendo en el don de Dios la fuerza que sana a los corazones y las razones para vivir. Será el mejor camino para superar la situación, y prevenir las futuras.


  • Familias monoparentales


  • Discernir y acompañar

    194. Para descubrir el tipo de acompañamiento más conveniente a estas familias, es necesario discernir las diversas situaciones, pues el fenómeno de las familias monoparentales procede unas veces de una maternidad en soltería; otras, del hecho de la nulidad canónica, de la separación o del divorcio civil; y en algunas ocasiones es el resultado de una violación. Sin entrar ahora en valoraciones morales y jurídicas, la pastoral familiar debe tomar las diversas circunstancias muy en consideración y buscar la forma de acompañar a los distintos miembros de estas familias.

    De modo particular, la pastoral debe ver la manera de cubrir las lagunas que suponen para la educación de la persona, la falta de la imagen del padre o de la madre.


  • Huérfanos y privados de familia


  • Buscar cómo suplir la carencia

    195. La opción preferencial por los pobres, irrenunciable en la pastoral de la Iglesia, tiene un espacio particularmente necesitado de atención en los huérfanos y privados de familia. Cualesquiera que hayan sido las causas de esas situaciones, la pastoral familiar no ahorrará tiempo y esfuerzos en el acompañamiento que se les ha de dar. A imitación de Cristo, el buen samaritano, se buscará suplir –en la medida que sea posible— la carencia de los padres y del hogar. Nadie puede sentirse dispensado de este apostolado.

    Gratitud, reconocimiento y colaboración merecen tantos Centros e Instituciones que realizan con abnegación y desinterés esta labor asistencial. Gracias a esa dedicación muchos encuentran apoyo para superar las dificultades a que les obliga su situación.


  • Personas mayores y matrimonios de edad avanzada


  • Integrarlos en la vida familiar

    196. Un papel específico dentro de la familia es el que realizan las personas ancianas. Por ello hay que ayudar a las familias, de las que forman parte los ancianos, para que puedan integrarlos en el desarrollo de la vida familiar, proveyendo por sí mismas el cuidado que puedan necesitar. Las personas mayores desempeñarán así en el entorno de la familia una función de gran importancia en la educación de los más jóvenes.

    Los esposos en edad avanzada deben ser conscientes de que la situación en que se encuentran constituye una invitación a crecer en su matrimonio como comunidad de vida y amor. Las limitaciones de diversa índole que sufren, deben contribuir a enraizarles más en el espíritu de comprensión y entrega desinteresada. Es de una gran importancia el testimonio de su fidelidad matrimonial y el consejo que, por la experiencia que tienen, pueden ofrecer a los esposos más jóvenes. Tienen una misión especial de la educación humana y cristiana de los nietos que habrá de suplir a veces la de los padres.

    Integrarlos en la vida eclesial y social

    197. El desarrollo de nuestra sociedad, una de cuyas manifestaciones es la prolongación de la vida, ha aumentado mucho el número de personas ancianas. Junto con ello se han multiplicado las situaciones de soledad y desamparo entre las personas de edad avanzada. La ayuda a la que tienen derecho y que se les deberá prestar deberá incluir siempre el cuidado por su salud y las condiciones materiales de vida, para lo cual se ha de contar con el asesoramiento y colaboración de los servicios sociales.

    Además se favorecerán las iniciativas que promuevan círculos o asociaciones de ayuda mutua y de relaciones interpersonales. La comunidad cristiana -de modo particular la parroquia- facilitará los medios para que participen activamente en la vida eclesial: los diferentes Movimientos y Asociaciones apropiados a su edad y condición v.g., Vida Ascendente, etc. Es una parte muy importante de la Pastoral Familiar.

    Muchas personas jubiladas pueden ofrecer su colaboración desinteresada en muchas tareas de las que son expertos y prestar importantes servicios a los demás. Se ha de favorecer todo aquello que ayude a las personas a mantenerse ilusionadas y sentirse útiles.


  • La situación de viudedad


  • Ayudas específicas

    198. La viudedad da lugar a una forma muy peculiar de familia. Es el comienzo de una nueva situación dolorosa, en la que la persona viuda ha de realizar de modo nuevo su proyecto de vida desde una primera experiencia de soledad. En ella, muchas veces tiene que tomar sobre sí la responsabilidad de los hijos y del hogar ante la sociedad.

    Es tarea de la pastoral familiar encontrar formas de acompañamiento que lleven a descubrir el significado y los valores del nuevo estado. Con la discreción debida se les debe proveer, cuando la situación lo requiere, a remediar las posibles necesidades materiales o de asistencia jurídica. De manera especial se ha de dirigir la ayuda con el consejo y el asesoramiento para llevar adelante la educación de los hijos.

    Es conveniente promover momentos o espacios de reflexión y oración en los que, a la luz de la Palabra de Dios, se descubra el sentido de la viudedad en la vida y misión de la Iglesia. En el desempeño de esa tarea están llamados a realizar una función de primera importancia los grupos y movimientos cristianos de hombres o mujeres viudos. Los pastores favorecerán el desarrollo de esas asociaciones que tanto pueden ayudar a estas personas a estar presentes y activas en la comunidad cristiana y en la sociedad.

    Personas viudas jóvenes

    199. Una consideración y atención particular presentan los viudos y las viudas jóvenes. Además de acompañarles en el dolor por el fallecimiento del cónyuge, necesitan una ayuda mayor en lo que se refiere a la educación de los hijos y en la soledad que les puede afectar de modo especial. En el caso que estuvieran decididos a pasar a nuevas nupcias, habrá que acompañarles en esa decisión de fundar un nuevo hogar con todas las circunstancias que la rodean.


  • Familias de emigrantes


  • Reagrupación familiar e inserción social y eclesial

    200. La atención eclesial a la familias emigrantes es un campo de la pastoral familiar en coordinación con la Delegación diocesana de emigración. Uno de los puntos fundamentales de la pastoral del emigrado es evitar el desarraigo y conseguir la reagrupación familiar. En este empeño, así como para responder a los problemas graves de inserción en la sociedad y de educación, se hará presente la pastoral familiar por sus distintas acciones. La atención se orientará a integrarlas en la sociedad que las acoge (leyes, cultura, trabajo, etc.) Y siempre será necesario respetar su propia cultura. También para que los emigrantes se puedan reunir de nuevo en su primera patria, si esa fuera su voluntad.


  • Malos tratos


  • Cercanía cristiana y ayudas especializadas

    201. La pastoral de la Iglesia debe ayudar a la buena convivencia, comunicación y diálogo en el seno de las familias, para que éstas sean, verdaderamente, comunidades de vida y amor conforme a su vocación. Gracias a Dios, la inmensa mayoría de las familias viven en el respeto y amor entre sus miembros, y son fuente de paz social.

    Cuando haya dificultades para la buena convivencia, los Centros de Orientación Familiar (COF) pueden ofrecer consultas e intervenciones adecuadas para restablecer la armonía. Si se llega a situaciones graves de malos tratos ha de aceptarse la separación como un mal menor. Además, puede estudiarse si hubo causa de nulidad.


    RESUMEN

  • Los nuevos esposos encontrarán en el Espíritu de Cristo, presente en la Iglesia, la fuente para la renovación constante de su amor.


  • Al hilo de los acontecimientos de la vida familiar, los nuevos esposos deberán encontrar en la Iglesia un hogar cercano, su familia sobrenatural, que les ofrece la gracia de los sacramentos y de la Palabra de Dios, y la inserción en diversos grupos y actividades formativas.


  • Los cónyuges han de reconocer la procreación y el don del hijo como una bendición especialísima de Dios.


  • La paternidad responsable significa, ante todo, que los cónyuges descubren la dimensión procreativa de su unión como una vocación y misión divinas. Se ha de instruir a los cónyuges sobre la doctrina de la Humanae vitae y sus razones antropológicas.


  • La instrucción sobre los métodos de reconocimiento de la fertilidad humana ha de hacerse en el contexto de la educación en la virtud de la continencia periódica.


  • Las familias numerosas merecen un altísimo reconocimiento eclesial y social.


  • La misión educativa de los padres se configura como un derecho-deber esencial e inalienable.


  • Los padres son, además, los primeros evangelizadores de sus hijos.


  • Los padres han de implicarse en los Centros docentes, en las Asociaciones de padres de alumnos, en la Catequesis y en otras actividades de sus hijos.


  • Los padres que sufren la falta de hijos merecen la cercanía de la Iglesia. Se les ha de ayudar a descubrir otras dimensiones de la fecundidad de su amor; y asesorarles, si lo desean, a remediar la infertilidad de modos éticamente admitidos por la Iglesia.


  • También los matrimonios con hijos discapacitados, aquejados de enfermedades especiales, de adicciones, etc., han de encontrar el apoyo de la Iglesia y de la entera sociedad. Lo mismo vale para otras situaciones difíciles, como familias monoparentales, orfandad, ancianidad, viudedad, emigración o malos tratos.



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