Evolución reciente del panorama mundial
Por: Michel Schooyans | Fuente: Creación y Procreación a la luz de Evangelium vitae
La encíclica Evangelium vitae reúne dos características aparentemente difícilmente conciliables . De una parte, ella se arraiga sólidamente en el contexto de los años 90. Hace eco a todos los problemas concretos concernientes al respeto de la vida humana, tal como se presentaban en el momento de su redacción. Pero de otra parte, expone los principios doctrinales y morales que, hoy como en la época de su publicación,
esclarecen los desafíos a los cuales está confrontada la vida.
Estos nuevos desafíos son de dos órdenes. Ellos se refieren a las cuestiones examinadas en la encíclica de 1995, pero este examen debe ser retomado porque, desde entonces, se ha acentuado la atención que merecían. Ellos se refieren igualmente a la remarcable evolución del argumentario de los movimientos hostiles a la vida y a la familia. En el presente artículo, prestaremos principalmente atención al segundo aspecto de esta evolución.
El envejecimiento de las poblaciones del mundo
Desde hace una decena de años, han sido divulgados conocimientos más precisos a propósito de las poblaciones en el mundo. Además, la opinión pública toma poco a poco conciencia de las causas y de las consecuencias del estado de estas poblaciones (EV 16, 91). Ya no es más posible ignorar que la caída de la fecundidad es hoy en día un fenómeno persistente que afecta prácticamente a todas las poblaciones del mundo. Más de un tercio de los países del planeta presentan un índice sintético de fecundidad igual o inferior a 2,1 hijos por mujer en edad de reproducción. La fecundidad baja, incluso en los países donde esta fecundidad era generalmente elevada. Allí donde se observa todavía índices de 4,0 o más, la mortalidad infantil con frecuencia continúa elevada y el impacto de la pandemia del sida causa con frecuencia estragos. En ciertas regiones, esta baja de la fecundidad alcanza niveles jamás observados. Todos los países de Europa occidental tienen índices inferiores al umbral de reemplazo, es decir 2,1, que se encuentra en ese nivel solo en las poblaciones que disfrutan de las mejores condiciones de vida.
Consecuencia de esta caída de la fecundidad: el envejecimiento de la población (EV 64, 94). Como la fecundidad baja, el número y la proporción de ancianos aumenta. En algunos países, entre ellos Rusia, el número de defunciones supera incluso los nacimientos. Una quincena de países europeos están en esta situación: el efectivo de la población disminuye. Es fácil imaginarse las consecuencias de esta situación sobre el empleo, las infraestructuras y la defensa nacional.
Esta situación remite a la cuestión de la dependencia. En una población que envejece, ¿cuántos son los ancianos que dependen, para su pensión de retiro y para su mutual, de las contribuciones pagadas por las personas activas, aquellas cuya edad se sitúa entre 15 y 65 años, hay? Estos activos, ¿están dispuestos a pagar las contribuciones de solidaridad y a pagar impuestos cuando, por ejemplo, 4 o 3 de entre ellos tendrán un anciano bajo su dependencia? El problema será aún complicado por el hecho que los mismos activos deberán subvenir al financiamiento de otra categoría de inactivos, a saber, los hijos, que tienen necesidad de una educación escolar adaptada a la evolución del mercado de trabajo.
¿«Nuevos derechos»?
Se sabe que para hacer frente a este conjunto de problemas, algunos recurrieron cada vez más a argumentos «sociales» para reivindicar «nuevos derechos» (EV 10): el «derecho al aborto» y el «derecho a la eutanasia». El «derecho al aborto» permitiría resolver el problema de la pobreza en el Tercer Mundo; y el «derecho a la eutanasia» permitiría satisfacer – al menos en parte – los déficits crónicos de la seguridad social (EV 15, 64-66, 72).
Desde 1995 se multiplicaron y diversificaron, igualmente, los asaltos contra la familia. La institución natural de la familia y del matrimonio que es su fundamento se coloca en un pie de igualdad con otros supuestos modelos familiares: familias propiamente dichas, uniones homosexuales, lesbianas, familias monoparentales, familias recompuestas, etc. El Estado tiende en todas partes a adular a los individuos, particularmente facilitando el divorcio o formas de repudio no confesadas. Precariza las solidaridades naturales y, bajo el manto de presupuesta «ayuda social», debe entonces remediar las desgracias que él mismo ha provocado.
Todos estos problemas son abordados en Evangelium vitae, pero desde entonces han cobrado una nueva amplitud, en particular bajo la influencia de la radicalización de las ideologías hostiles a la vida.
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