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Aún hoy... ¿Son posibles los milagros?
Belleza del patrimonio cristiano /Misterios del cristianismo

Por: Luis Sánchez Alcántara | Fuente: Catholic.net

“Que no se nos vaya a acusar de enemigos de lo sobrenatural si nos proponemos ahora poner en guardia a los fieles contra las afirmaciones no garantizadas de pretendidos sucesos sobrenaturales que en nuestros días pululan por todas partes y que amenazan con desacreditar el verdadero milagro.

Hace cincuenta años ¿Quién iba a pensar que la Iglesia tuviera que poner en guardia a sus hijos y hasta a sus sacerdotes contra los falsos milagros, en suma contra todos esos hechos calificados de sobrenaturales que atraen y excitan a las muchedumbres de un país a otro, de un continente a otro y en todas partes?...

Asistimos desde hace algunos años a una recrudesencia de esta pasión popular por lo maravilloso, aún en materia de religión. Turbas de fieles se encaminan a los lugares de las apariciones o de los pretendidos milagros, y al mismo tiempo abandonan la Iglesia, la predicación y los sacramentos.

Ciertamente la Iglesia no quiere poner en la sombra los prodigios realizados por Dios. Sólo quiere que los fieles estén atentos a lo que viene de Dios y a lo que no viene de Dios y que puede venir del adversario. La iglesia es enemiga del falso milagro”.


Estas son sólo algunas afirmaciones importantes del artículo de Monseñor Ottaviani –secretario, hace ya varios años del Santo Oficio, Congregación Pontificia instituida para la Defensa de la Fe en el periódico el Observatorio Romano del 4 de febrero de 1941; en el cual muestra la importancia y el lugar que ocupa el milagro en la Iglesia.

La Iglesia Católica ha apelado a los milagros que se producen en su seno como signos que autentifican su mensaje religioso. Luego sólo ella está capacitada para decir lo que entiende por milagro, cuál es su función en el conjunto de su propia doctrina religiosa, cómo debe presentarse para ser auténtico, cómo se le puede discernir y dónde se sitúa exactamente su valor de prueba.

Durante el siglo XIX los apologistas católicos atendían demasiado al milagro sólo desde su aspecto físico; a comienzos del siglo XX, se retoma la Tradición Apostólica y de los Padres de la Iglesia, para insertar nuevamente la función signo como elemento esencial en la definición del milagro. Es sobre los datos de la fe que se edifican las pruebas a favor.

Dejando a un lado la teología del milagro, la Iglesia se ha preocupado por establecer a su vez, una serie de criterios sólidos, que le permitan distinguir los verdaderos de los falsos milagros.

Ya en 1751, el Papa Benedicto XIV establecía las normas que actualmente tienen vigencia en lo que respecta a la esencia de los procedimientos propuestos.


Las curaciones en la Iglesia Católica

Tomando como ejemplo las curaciones que se dan en el seno de la Iglesia Católica (sobre todos los santuarios y en proceso de beatificación y canonización), sólo son aceptadas los que pasan una serie de criterios establecidos por la Iglesia; donde especialmente se precisa que si la enfermedad es de origen orgánico, no se vuelva a presentar ésta después de la pretendida curación conforme pase el tiempo.

Pero también existen transformaciones espirituales de mucho mayor valor que las curaciones físicas en las personas a las que ya se les había pronunciado la sentencia de muerte. Así tenemos el testimonio de Fray Agostino Gemelli –quien estuvo mucho tiempo en Lourdes- y que decía... “¡qué emoción más profunda sentí el día en que una pobre mujer, a quien habían amputado ambas piernas por debajo de la rodilla, y a quien yo estaba de prodigar unas palabras de consuelo, alzó los ojos hacia mí y me dijo: Padre, yo ya no busco mi curación. En lugar de ella lo que estoy haciendo es pedirla para muchas almas que sufren más que yo.

Cuando ocurre un hecho o curación que rompe las leyes de la naturaleza decimos que se trata de un milagro. ¿Pero cómo saber si se trata de un verdadero milagro o simplemente de un fenómeno extraordinario? ¿Cómo podemos establecer que se ha roto una ley natural?

Hoy la teología católica subraya la función de signo, como elemento esencial del milagro. Si bien en el cristianismo se presentan una serie de hechos, que podemos llamar milagros; la Iglesia con gran prudencia, invita a discernir todo hecho pretendidamente sobrenatural, siguiendo las palabras de su Maestro. (Mt. 7,21-23).

La Iglesia sabe muy bien, que Dios se puede manifestar de manera extraordinaria, en el momento que lo desee; pero antes de aceptar esta presencia, sigue los consejos dados por los apóstoles... “No apaguen el espíritu, no desprecien lo que dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con lo bueno, cuídense del mal donde quiera que lo encuentren!”. ( 1Tes 5, 19-22).

La Iglesia se ha valido del desarrollo de las ciencias humanas para realizar un mejor discernimiento sobre el falso y el verdadero milagro. El verdadero milagro no tiene nada que temer de la verdadera ciencia.

Aunque muchos de los milagros despiertan gran admiración ante la opinión pública, no son ni mucho menos una especie de “show” televisivo. Hay que reconocer la gloria de Dios, no las habilidades de un hombre, ni las propiedades maravillosas de un trozo de tela, o de un hueso santo.

Y es que desde la fe, toda la vida se transforma en un auténtico milagro. El milagro de la Vida, el milagro de la Eucaristía, el milagro de la presencia de Cristo en el mundo a pesar de tantos pecados. El milagro de un pecador que sigue el camino de la conversión. El milagro de un nuevo día para alabar a Dios y reconocer que Él es el Señor.

Fotografía: Imagen captada por Michael Clancy en el preciso momento en que el bebé Samuel Armas -de sólo 21 semanas de gestación- sostiene el dedo del médico Joseph Bruner desde el interior del útero de su madre.
Fotografía captada durante una intervención fetal por espina bífida realizada en la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee (EE.UU.) en agosto de 1999.