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Recibirán cien veces más en esta vida
Aprende a Orar /Evangelio meditado para el Tiempo Ordinario

Por: Arturo Escalona | Fuente: Catholic.net

Del santo evangelio según san Marcos 10, 28-31
Entonces Pedro le dijo: Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Y Jesús contestó: En verdad les digo: Ninguno que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o campos por mi causa y por el Evangelio quedará sin recompensa. Pues, aun con persecuciones, recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, hijos y campos, y en el mundo venidero la vida eterna. Entonces muchos que ahora son primeros serán últimos, y los que son ahora últimos serán primeros.

Oración introductoria
Jesús, todos te estamos siguiendo, unos casados, otros solteros y otros consagrándose a ti, pero en fin todos buscamos seguirte porque para eso nos has elegido. Ayúdame a comprender, en este rato de oración, que seguirte no me hará la vida color de rosa sino que me exigirá llevar mi cruz. Sólo contigo y con mi colaboración podré llegar a la meta que me tienes marcada y recibir el premio que es estar contigo en el cielo.

Petición
Señor Jesús, ayúdame a seguirte más de cerca y que no me engañe siguiendo mis caprichos y pensando que son tus deseos.

Meditación del Papa Francisco

El Evangelio de hoy recuerda el pasaje en el que Jesús apenas termina de hablar sobre el peligro de las riquezas, Pedro le pregunta qué recibirán los discípulos que han dejado todo para seguirlo. Jesús es generoso. En verdad, responde que no hay ninguno que haya dejado la familia, la casa, los campos que no reciba ya en este tiempo, cien veces más.

Quizá Pedro piensa que ir detrás de Jesús es una bonita actividad comercial, porque nos hace ganar cien veces más. Pero Jesús añade que junto a esta ganancia habrá persecuciones: como si dijera: 'Sí, vosotros habéis dejado todo y recibiréis aquí, en la tierra, muchas cosas: ¡pero con la persecución!' Como una ensalada con el aceite de la persecución: ¡siempre!

Esta es la ganancia del cristiano y este es el camino del que quiere ir detrás de Jesús, porque es el camino que Él ha hecho: ¡Él ha sido perseguido! Es el camino del abajamiento. Lo que Pablo dice a los filipenses: Se abajó. Se hizo hombre y se abajó hasta la muerte, y una muerte de cruz. Esta es precisamente la tonalidad de la vida cristiana". (Cf Homilía de S.S. Francisco, 4 de marzo de 2014, en Santa Marta).


Reflexión
Es Pedro quien se gloría de haberlo dejado todo. Tan duras les resultaban las palabras del Maestro cuando decía que ningún rico se salvaría. Ellos no eran ricos. Pero con mucho o con poco se es rico, esto es: todo hombre se apega a las cosas. Pedro, hablando más con el espíritu que con la carne, dice bien: "lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Pero, entre las cosas que se nos prometen, está una poco agradable, poco atrayente: la persecución. Se nos prometen persecuciones como premio por el seguimiento de Cristo.
¿Quién está libre de las cruces de esta vida? ¿Quién en esta tierra ha vivido sin sufrir algo? Nadie. Todos sufrimos en esta vida. Pero es extraño sufrir para el que no ama. Es una locura sufrir por Cristo si no se le tiene. Quien lo tiene lo da todo por Él, porque lo ama. Quien sufre por alguien amado, crece; se enaltece; siente que recibe más de lo que ha dado. Optar por Cristo siempre será la mejor opción de nuestra vida porque Él da sentido a nuestro dolor.

Propósito
Hoy, por amor a Dios, me comprometo a hacer un sacrificio en alguna comida ofreciéndolo por todas las personas que no tienen.

Diálogo con Cristo
¡Dios mío! Qué dura es la vida sin tu compañía, pero es más duro vivir queriendo seguirme a mí mismo, Por eso, te suplico que me des tu gracia para nunca buscar mis propios intereses. Que me esfuerce en servir a todos los que me rodean, para que, al humillarme en esta vida, merezca la gloria de estar contigo en el cielo.


Experimentar que Dios no es una entidad abstracta, sino una Realidad tan grande y fuerte que llena de modo sobreabundante el corazón del hombre, una Persona viva y cercana, que nos ama y pide ser amada.   Benedicto XVI, 27 de junio de 2010

 

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