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Ella es Ana
Jóvenes /Sexualidad

Por: Andrés D´Angelo | Fuente: catholic-link

¿Qué es más peligroso? ¿El Estado Islámico o la industria pornográfica? En las Sagradas Escrituras El Señor es claro al respecto: “No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.  (Mateo 10, 28)

El Estado Islámico tiene por ahora acotado su campo de acción, y si bien asesina a muchos cristianos, esas muertes dan Gloria a Dios, y tenemos infinidad de Santos nuevos en la Iglesia cada día, que son además semilla de nuevos Cristianos. No queremos con esto minimizar el enorme sacrificio de los queridos mártires, sino poner en perspectiva un peligro gravísimo. Los montañistas dicen: “El peligro más grave es aquel que no vemos”

La industria de la pornografía invade como un cáncer todo. De acuerdo a lo que dice el Video, el 85% de los hombres y el 50% de las mujeres ven pornografía regularmente. Cuando alguien avanza con un ejército masacrando gente, todos nos horrorizamos. Pero cuando alguien avanza con tecnología masacrando almas, ¿Nos quedamos tan tranquilos?

El video presenta la historia de las víctimas de la pornografía, y claramente, las actrices y los actores pornográficos son grandes víctimas de este flagelo. Cada vez que una persona ve un video o selecciona una categoría de videos para ver, inmediatamente está poniendo en funcionamiento una maquinaria de proxenetas y delincuentes que van a salir a buscar el tipo de perversión que “el mercado solicita”. Allí es donde el tráfico humano entra en funcionamiento “tragando” a gente necesitada o que cree que la industria pornográfica es glamorosa o divertida. Este nivel de víctimas es el más visible: todos los días mueren por sobredosis o enfermedades de transmisión sexual muchos ex-actores o ex-actrices pornográficos. Y cuando ya la degradación destruyó sus cuerpos, la industria los descarta como un envase usado e inútil.

Hay un segundo nivel de víctimas, que también son visibles, pero sólo recientemente están siendo tenidas en cuenta. Los consumidores de pornografía, que acceden regularmente a contenido pornográfico, están reconfigurando su cerebro del mismo modo que un adicto. Hoy los neurólogos se sorprenden con algo que la Iglesia viene predicando desde los primeros tiempos: la repetición de actos buenos forma virtudes, la repetición de actos malos forma vicios. Y quien se envicia con la pornografía tiene muchas dificultades. En primer lugar, porque ya es tan frecuente, que mucha gente no lo considera un problema. En segundo lugar, porque como las drogas, la pornografía provoca un efecto de “tolerancia”: cada vez se tienen que ver transgresiones más “fuertes” para poder excitarse. Y eso retroalimenta terriblemente el tráfico humano que se señaló en el párrafo anterior: cada vez es necesario mayor nivel de perversión para un público que aumenta la demanda de perversiones para una necesidad siempre insatisfecha y en aumento. Los niveles de degradación moral de los que ven pornografía aumentan en cada contacto.
Por cada cristiano que muere en medio oriente, hay miles de cristianos que se levantan y que pueden vencer sus tentaciones, si realmente confiamos en la comunión de los Santos. Por cada persona que ve pornografía hay mucha gente que sufre y muchas almas que se pierden.

El tercer nivel de víctimas es el de las relaciones familiares y sentimentales. Los adictos lo niegan, porque también niegan su problema, pero este problema es serio. Las relaciones de pareja se resienten violentamente con la pornografía. Quienes ven pornografía, aunque vean poca, tienen una visión espantosamente distorsionada de las relaciones humanas. En las películas pornográficas, los hombres tienen todas sus “necesidades sexuales” satisfechas con el solo hecho de mencionarlas. No importa lo perverso que sea, si un hombre lo pide, la mujer “está obligada” a satisfacer sus deseos. No sé si se ve lo terriblemente perverso y machista que es este punto de vista. La sexualidad es un bellísimo Don de Dios, que tiene su expresión adecuada en el matrimonio, pero de acuerdo a la industria pornográfica es un derecho y una prerrogativa de los hombres. Y las mujeres en las películas actúan muchas veces como hombres, es decir como el estereotipo de hombre que presenta la pornografía: depredadoras sexuales. Cada vez que detienen un violador en cualquier lugar del mundo, lo primero que se investiga es si era consumidor de pornografía. Una persona que consume habitualmente pornografía se está convirtiendo paulatinamente en un discapacitado emocional, en una persona que no puede dar ni recibir amor.

Por último, pero no por ello menos importantes, están como víctimas los hijos de quienes ven pornografía. Hoy cualquier chico tiene mucho más comprensión de la tecnología que la que tienen sus padres. Saben utilizarla mejor e incluso le sacan más provecho que los padres. La ilusión de que su vicio es “privado” es lo que lleva a que muchas veces se descuiden, y dejen en la computadora, o celular, o cualquier dispositivo rastros de sus actividades. Si la pornografía hace daño a los adultos, ¿Quién se quiere imaginar lo que le hace a un niño?

Por cada cristiano que muere en medio oriente, hay miles de cristianos que se levantan y que pueden vencer sus tentaciones, si realmente confiamos en la comunión de los Santos. Por cada persona que ve pornografía hay mucha gente que sufre y muchas almas que se pierden.  ¿Se ve ahora que el peligro de la Industria pornográfica es infinitamente mayor que el del Estado Islámico?