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| Cuando más de 500 altares sostienen lo que el mundo rompe |
| Belleza del patrimonio cristiano / | Fe y cultura |
| Por: Rafael Moya | Fuente: Cristo en la Ciudad |

Ciudad de ruidos. De prisas. De heridas sin nombre.
Más de quinientas parroquias católicas se levantan en esta ciudad como brazos extendidos en medio del caos.
Cada una, con su cruz, su campana, su puerta entreabierta.
Algunas en avenidas que no duermen.
Otras, ocultas entre calles sin árboles.
Todas, con un altar donde Cristo se parte…
no como símbolo estético,
sino como respuesta al quiebre del mundo.
Porque en esta ciudad rota,
donde el miedo, la corrupción y el cansancio se sientan en la mesa,
Cristo sigue partiéndose.
Sigue ofreciéndose.
Sigue diciendo: esto es mi cuerpo…
aunque lo sostengamos con manos temblorosas.
Más de quinientas veces al día,
una hostia se parte para recordarnos que el amor no se retira del asfalto.
Que hay esperanza en medio del concreto.
Que la redención no ocurre en el aire,
sino entre ambulantes, balaceras y semáforos fundidos.
Y tal vez no se note…
Pero la ciudad no colapsa del todo
porque aún hay altares encendidos
y corazones que creen,
aunque vivan rodeados de ruinas.
“Esto es mi cuerpo… partido por ustedes” (Lc 22,19)

