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La noción de Dios y el indiferentismo ético
El P. Enrique Cases nos habla de la pérdida paulatina de la verdadera noción de Dios en el mundo y presenta soluciones para recuperarla.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: catholic.net



Los hechos muestran, a principio del tercer milenio, un clima cultural que podemos llamar de indiferentismo ético, o de vacío moral, o, más aún, de una inversión de valores. Muchos son los que lo atestiguan, también fuera del ámbito religioso.

Como dice Aurelio Fernández: "conviene reseñar que los que hacen la denuncia ya no son las diversas instancias religiosas (tradicionalmente esta parecía constituir la misión exclusiva de los eclesiásticos), sino que a ellas se añaden las mentes mas preclaras de la cultura y de los filósofos etc., acusan constantemente y con dureza la grave crisis que padecen los hombres y la sociedad de nuestro tiempo.

Se llega a afirmar que nos encontramos en una etapa que ya ha superado el estadio de inmoralidad, que se caracteriza por la conculcación de los principios morales; que también hemos atravesado el estadio de amoralidad, caracterizado por la vida espontánea, que no tiene en cuenta para nada los principio éticos y que hemos alcanzado la etapa final como de desmoralización, en la cual el mal moral produce tal estado de desventura social que no puede ser contrarrestado por el bien que también produce la dinámica de la convivencia.

De hecho los estados se sienten impotentes para erradicar algunos vicios de los ciudadanos, por ejemplo, la delincuencia organizada, el terrorismo, la drogadicción, el paro, la xenofobia etc" .

Como indica la Veritatis Splendor "ha venido a crearse una nueva situación dentro de la misma comunidad cristiana, en la que se difunden muchas dudas y objeciones de orden humano y psicológico, social y cultural, religioso e incluso específicamente teológico, sobre las enseñanzas morales de la Iglesia.

Ya no se trata de constataciones parciales y ocasionales, sino que, partiendo de determinadas concepciones antropológicas y éticas, se pone en tela de juicio, de manera global y sistemática, el patrimonio moral.

La influencia más o menos velada de corrientes de pensamiento que acaban de erradicar la libertad humana de su relación esencial y constitutiva de la verdad.

Y así se rechaza la doctrina tradicional sobre la ley natural y sobre la universalidad y la permanente validez de sus preceptos; considera simplemente inaceptables algunas enseñanzas morales de la Iglesia; opina que el mismo Magisterio no ha de intervenir en cuestiones morales mas que para exhortar a las conciencia y proponer valores en los cuales cada uno basará después autónomamente sus decisiones y opciones de vida"(VS,4).

Ejemplos de mentes lúcidas de este estado de crisis moral son, por ejemplo, Spengler en "La decadencia de Occidente" (1918-1922), Horkheimer "Dialéctica de la Ilustración" 1944; Romano Guardini "Fin de los tiempos modernos" 1950; Ghelen "El fin de la modernidad"; Fromm "Tener o ser" 1978; Morin "Para salir del siglo" 1981; Peccei "Testimonio sobre el futuro 1981; Spaeman "Fin de la modernidad" 1982, y el mismo posmodernismo que se contenta con unos mínimos morales siempre a la baja. El pesimismo de los que no atisban soluciones es constante.

Pensamos que hay soluciones, pero que antes se debe diagnosticar la raíz de la crisis, y la vemos en la decadencia de la noción de Dios en la mente de los hombres.

La recuperación humana viene seguida de una más profunda intelección de quién es Dios por todos los caminos posibles. No en vano detectaba Pío XII que la crisis de nuestro tiempo era una "crisis del sentido de pecado", y Juan Pablo II confirmaba esta afirmación señalando que se debía a una "crisis del sentido de Dios".

Veamos históricamente cómo se ha producido esta crisis.

En un punto álgido del sentido de Dios podemos situar a Santo Tomás de Aquino, en él se junta la mente pensante del filósofo, con la luz de la fe que eleva el pensamiento humano y el modo de pensar teológico, todo ello eleva el pensamiento y todo el conocer humano a niveles sublimes.

De una parte la aportación de la filosofía apofática del pseudo Dionisio que llega a Dios por la vía negativa de modo que Dios es más que todo lo que podemos afirmar de Él, el hiper bien, la hiper verdad, el hiper uno, porque nuestro conocimiento de verdad, belleza, bien, unidad son limitados, y Dios es misterio que todo lo supera.

Después llega al descubrimiento del Esse en toda su riqueza no reducible a la esencia y que tiene toda la perfección del acto puro. Dios es el Ipsum Esse subsistens, perfección, pura y subsistente.

Si a esto añadimos la revelación de la intimidad de Dios como un ser Trino en personas en comunión de amor la riqueza es máxima aunque se escape a la razón y se acceda a ella por la fe y los dones del Espíritu Santo.

La idea del hombre como imagen de Dios es riquísima; la moral se basa en tomar como eje fin y fundamento ese Dios rico en ser, verdad y amor, libre, fin último de la criatura libre.

Dios crea por amor, porque es amor, y llama al amor verdadero al hombre que se dignifica con la acción moral. Ser imagen de Dios es entonces una realidad riquísima, es ser alguien ante Dios y para siempre, persona que habla y ama a las personas divinas en diálogo de comunión eterno en la condescendencia divina.

Un primer decaimiento de esta noción se da en Duns Scoto, gran creyente, e, incluso beato, pero que tiene una idea que al desarrollarse dará frutos no queridos.

Ya no es el esse ese acto único y rico, sino que el ser es común a todos los seres, lo más común, es el concepto común del ser que influye mucho en la noción del ser divino.

Entre los atributos divinos, Escoto concede gran importancia a la omnipotencia. Dios puede hacer todas las cosas posibles por sí mismo sin el concurso de causas intermedias. Dios tiene poder absoluto sin ninguna contingencia que lo limite, a no ser lo que de suyo es contradictorio. La moral está más fundada en la obediencia a la voluntad de Dios que en otras razones.

En Ockham es problema se agrava, la teología y la fe se alejan del conocer filosófico al que apenas fecundan. Dios está en su pensamiento más lejos, por ello insiste en la voluntad de Dios de tal manera que el principio de no contradicción ya no es obstáculo para el querer divino.

No hay acciones contradictorias (puede hacerse esto y su contrario, sin que ello suponga problema alguno); hay, en cambio, cosas que, si existiesen, es decir, si fuesen hechas, al estar hechas serían contradictorias: y, por ello, Dios no puede hacerse a sí mismo.

Pero Dios podía habernos mandado que le odiáramos, y, en tal caso, odiarle sería bueno. En otras palabras: la bondad y la malicia de las acciones humanas radica exclusivamente en la obediencia o desobediencia a la voluntad divina pura, entendida ésta como algo arbitrario para nosotros, o, al menos carente de toda razón, es decir, al margen de su Intelecto y de su Ser.

Dios no manda hacer lo bueno y evitar lo malo, sino simplemente obedecerle. Por eso mismo , no hay acciones buenas o malas, ni meritorias y, por ello, Dios podría condenar a los inocentes y salvar a los culpables.

Esta idea disparatada tiene una enorme influencia en los tiempos posteriores, especialmente en Lutero. La noción de un Dios caprichoso e irracional, no amoroso y justiciero se aproxima a las ideas de los dioses paganos especialmente los del Norte de Europa.

Se ve en este autor una descristianización de la noción de Dios bastante notable. Se vislumbra el pecado de Occidente que es un voluntarismo lúcido, aún con Dios, pero pronto contra Dios.

Los saberes se separan, los descubrimientos de la ciencia experimental atraen a muchos hasta que llegue a ser la técnica un instrumento al servicio de la voluntad de poder, la filosofía se separa de la teología en una inmersión en lo que será un racionalismo que se cree autosuficiente, y la fe tiene una incidencia accidental con ausencia de vida.

Lutero está formado en este ambiente intelectual, su noción de Dios justicia es terrible, lejana a la paternidad tantas veces revelada. Si a esto unimos un alma atormentada por la salvación y una conciencia angustiada por el pecado se explica la rebelión protestante del hombre al mismo tiempo justo y pecador, la moral se hace puritana, contradictoriamente permisiva.

La raíz es la idea de Dios que con apasionamiento muestra lejano del amor revelado por Jesucristo. La idea de un Dios justiciero y vengativo le atormenta hasta la desesperación y la angustia, lo que unido a escrúpulos y obsesiones hace una mezcla verdaderamente explosiva.

Considera incompatibles el Dios justiciero que arde en cólera y venganza con el hombre pecador. Cristo mismo se hace pecador ante ese Dios implacable para justificar externamente al hombre obsesionado con la salvación.

La problemática se ha desplazado al hombre, pero lo clave es la idea subyacente de Dios, idea indeseable que se irá acentuando en sus seguidores.

Calvino tendrá la misma idea con el añadido de la predestinación con la que unos están predestinados a la salvación y otros a la condenación, hagan lo que hagan. Esto muestra intensamente a un Dios caprichoso e injusto en el fondo, aunque se digan otras cosas con las palabras. El decaimiento es imparable.

No es impensable que en este ambiente, junto a una religiosidad rígida, se den rebeliones y desasosiegos.

Aunque en otra órbita de pensamiento encontramos en Descartes una idea poco cristiana de Dios, dice que el inicio de su pensamiento es el pensar para llegar a la certeza, cuando más bien es un querer dudar ante lo evidente, con lo que secretamente se esconde la voluntad como el inicio del pensar.

Dice que su pensamiento es muy adecuado para demostrar la existencia de Dios desde el acto de pensar puro, pero nada dice de Él y ese silencio es elocuente ante el alejamiento de Dios que equivale a un agnosticismo práctico.

Dios equivale a la naturaleza en Spinoza. Su Deus sive natura es un panteísmo, que por una parte puede llevar al materialismo, y de otra ha reducido aún más la noción de Dios a lo que se da en el mundo material. Su negación de la revelación es total.

Estamos lejos de un Dios personal, que habla y ama a los hombres en un acto de libertad creadora y reformadora.

Kant es el filosofo del luteranismo. Niega que se pueda llegar por el conocimiento intelectual a Dios y sólo lo postula la moral. Cree en Dios, pero el agnosticismo es total. A Lutero no le interesaba el Dios en sí, sólo el Dios para mí.

Kant no llega a Dios por la razón pura y sólo a un Dios casi desconocido, legislador oculto y exigente de una moral del deber por el deber, por la razón práctica. El empobrecimiento es grande en el conocimiento de Dios.

Los idealistas ahondan el problema al hablar del absoluto. Hegel afirma de Dios que es un absoluto que toma conciencia de sí en el hombre y en la historia en una dialéctica de muerte de Dios para vivir conociéndose tras la leyes de la razón que él ha descubierto.

Es lógico que Feuerbach y con él los marxistas digan que ese Dios no es Dios sino una proyección del espíritu humano y reduzcan la noción de Dios a antropología o a materia dialéctica siendo la religión una alineación. Todos niegan la libertad y con ella la moral está al servicio de una necesidad más o menos desconocida.

El punto grave de la inversión de valores está en el desenmascarador del racionalismo y de los diversos nominalismos que es Nietzsche. La raíz de sus planteamientos es la voluntad y Dios es el oponente.

El enemigo, el que tiene el poder y el saber y al que se tiene que matar como se mata al padre para apoderarse de la herencia. La moral será la voluntad de poder que consiste en ponerse el hombre en el lugar de Dios para construir una nueva moral.

Se ha pasado del amor a Dios, Bondad, Amor, Verdad, al odio a Dios, aunque quizá con una nostalgia de Dios como plenitud de toda la belleza que se hace imposible al hombre rebelde.

La moral es una anti moral consciente y programada. La raíz un acto libre más o menos consciente. En el caso de Nietzsche muy consciente y lúcido y cuyas consecuencias estamos viendo en el alba del tercer milenio, cien años después de su muerte.

Algunos se dicen: hemos pisado fondo, pero está por ver el espesor del lodo de ese fondo. Si la llegada del racionalismo en sus diversas caras de idealismo y positivismo ha llevado a dos guerras mundiales y a centenares de millones de muertos en masacres increíbles, ¿qué ocurrirá en el paso siguiente de ese camino?

Es momento de rezar y de pensar conscientes del peligro, pero algunos comen, beben, se casan, se descasan y no ven lo que está delante de sus ojos más o menos turbios.

¿Hay soluciones? Sí, ciertamente, y van en muchas líneas, pero la principal está en la recuperación de la noción de Dios en el hombre y en un salto que lleve del conocimiento a la fe acompañada de la caridad y de la esperanza como dones de Dios a quien se entrega a Él y después del salto definitivo a la mística, preludio de la visión beatífica en la que se vea Dios desde dentro del mismo Dios.

Unas poesías oraciones pueden servir como preludio a su estudio.

Decidme ¿Quién es Dios?

Dios es Amor,
y se me sobrecoge el alma.
Amor a lo infinito.
¿Qué es tanto querer?
¿Qué será dar hasta el extremo?
Amor entre Tres
que se dan en sólo uno.

El Padre es el principio,
Amor de fuente
que engendra a un Hijo
igual a su sustancia.
El Padre es el Amante.
El Hijo es el Amado.
Ahí está la diferencia
en unión total y sin fisura.

El Hijo es engendrado eternamente,
es Verdad sin límites ni cortes.
Saber increado.
Pensamiento personal,
Engendrado de la ciencia del Padre de sí mismo.
La Palabra del Padre
que contiene todo lo posible.
La Imagen del Padre,
su rostro iluminado.

El Padre al ver al Hijo se extasía.
El Hijo al ver al Padre corresponde.
Ese amor de éxtasis de unión
es el Espíritu, Santo por Amor,
Dios de Dios, Don de Dios a Dios,
Corazón del Padre y del Hijo,
Lazo que une a los amantes.
Expansión infinita.
Éxtasis de amor eterno.
Comunión e intercambio que no cesa.

Dios es amor, pero amor vivo,
Personal,
Donación continua
que desborda haciendo el día
en lo creado.
sobreabunda, sorprendente, en Cristo mismo
y se da, hoy también,
en esa alma tuya
que se pierde y se encuentra
entre los Tres que la llenan
de luz,
de amor,
de eternidad,
de vida.


Decidme ¿Quién es Dios?

Yo soy el que soy,
tú eres el que no es.
Mira tu cuerpo,
el espacio,
los aires.
Yo estoy más allá.

Mira tu mente,
tu afecto,
tus ideas,
tus deseos,
tu querer.
Estoy más allá.

Me llaman infinito,
Eterno,
Inefable,
Inmutable,
y otros no,
y dicen que no soy como las cosas.
Dentro de cada una estoy Yo,
Dando vida, ser, belleza,
Pero supero los límites de todo.

Yo soy el que soy,
no des más vueltas,
y adora como hombre,
que esa es tu honra y tu gloria.

2.6.00

Ésta es la meta: aunar la filosofía cristiana que usa su método propio, pero sabiendo lo que se le ha revelado por la fe, con la teología que parte de la revelación para llegar a una inteligencia de la fe explicitando lo más posible el misterio, y luego denunciar los decaimientos de la cuestión más importante: "ésta es la vida eterna que te conozcan a Ti y a tu enviado Jesucristo"(Jn 17,3)

Veamos el camino seguido por Edith Stein, conversa desde el ateísmo que descubre la fe en la lectura de la vida de Santa Teresa como una experiencia de trato con el Dios vivo, filósofa, contemplativa y mártir en un itinerario de lucidez y de humildad, cuya falta sea uno de las limitaciones mayores de todos lo que hemos visto anteriormente.

"Hemos partido del hecho innegable de nuestro propio ser. Éste se ha manifestado como un ser fugitivo que pasa de un instante a otro y, por consiguiente, impensable sin otro ser fundado en sí mismo y creador, dueño de todo ser, en breves palabras, el ser mismo" .

Este ser eterno ocupa todo el abismo posible de la nada, además "el ser supremo es necesariamente un persona" .

Profundizando más ve que "lo que me da el ser y colma al mismo tiempo este ser de inteligencia, no debe ser solamente el ser supremo, sino también la inteligencia suprema" , en otras palabras el Logos de modo que se puede decir: "al principio era la Inteligencia" .

Y con libertad añade: "nosotros agregamos también lo que dice la sabiduría eterna por la boca del apóstol Pablo."Él existe antes de todas las cosas y todas las cosas subsisten en Él (Col 1,17)" . Dios, el ser supremo, es Persona, es eterno, es sabiduría, ya conocemos más de Él, es un ser real, no un ser pensado., desde la fe se puede decir que es el Verbo "El Padre se expresa y el Verbo es su palabra" , o dicho de otro modo: en el primer ente estaba el Logos (la inteligencia o la esencia divina) –en el Padre estaba el Hijo, la Inteligencia de lo real primitivo.

La generación del Hijo significa la presencia de la esencia en la nueva realidad personal del Hijo, que no sobrepasa, sin embargo, la realidad primera del Padre" .

Este afirmar a Dios como aquel cuya esencia es el ser no llega a comprender la esencia divina, pues si comprehedis non es Deus", no podemos abrazar completamente lo que queremos decir, pues rebasa la capacidad humana, "todas la veces que tratamos en la tierra de captar el infinito, captamos solamente una parábola finita" , aunque "el ser esencial de Dios es el ser real y, de hecho, el ser más real" .

El ser es uno y simple por una parte fundamento de la multiplicidad, la solución está más allá de los límites filosóficos, que son los que abordará Edith Stein.

El siguiente paso es ver en Dios los trascendentales: unidad, verdad, bien, belleza. Es una expresión de aquello de San Anselmo id quod magis cogitari non posse. Edith Stein percibe que todas las palabras deben sufrir una modificación de sentido cuando son transpuestas a Dios.

Por ello hablando de que Dios es la Verdad, dice que "su saber es en verdad un saber anterior a todas las cosas creadas y absolutamente independiente de ellas" . La inteligibilidad máxima se da en Dios.

Decir que Dios es bueno es señalar que es un trascendental del ser, bien es "la medida de lo perfecto" , no es perfectible como los seres creados porque tiene toda la perfección, es decir, es plenamente santo.

La belleza se distingue del bien en cuanto hace referencia a lo inmóvil y el bien a lo móvil, lo que atrae. Lo bello está fundado en el orden, la justa proporción y la determinación, o dicho de otro modo la perfección, la justa medida y la claridad. "La belleza es un resplandor que toca el alma" .

Una vez dados los pasos de la metafísica pasa al nombre revelado de Dios como Yo soy el que soy, que es el nombre que Dios se da a sí mismo y dice: "el "Yo soy" significa: yo vivo, yo sé, yo quiero, yo amo; pero todo esto no constituye una sucesión, una yuxtaposición de actos temporales; al contrario, se trata de algo que es absolutamente uno desde toda la eternidad en la unidad del acto divino único en el que coinciden todos los significados diferentes de la palabra acto: ser real, presente vivo, ser acabado, movimiento espiritual, acto libre.

El yo divino no está vacío, sino que él contiene, abraza y dirige toda la plenitud.(...) la plenitud del ser está formada personalmente, (...) es ser esencial,(...) Pues en Dios, en cuanto "Yo soy", la esencia y el ser son inseparables" . Los trascendentales los entendíamos respecto al hombre elevándolos a la perfección, "ahora todas estas determinaciones son trazadas en el "Yo soy" de una manera indivisible" .

Un paso posterior es el descubrimiento de la Trinidad, el "Yo soy" es amor, recíproco, eterno. "La vida interior de Dios es el amor recíproco enteramente libre, inmutable, eterno de las personas divinas entre sí. Su don recíproco es la esencia y el ser existenciales y únicos, eternos, infinitos que abrazan perfectamente a cada una de ellas y a todas juntas.

El Padre lo ofrece –desde toda la eternidad- al Hijo al engendrarlo y mientras el Padre y el Hijo se dan el uno al otro, el Espíritu Santo procede ellos" .

Sigue Edit Stein mostrando a Dios en su Trinidad y añade: "Dios es el amor, pero el amor es un más libre don de sí, de un yo a un tú y una unidad existencial de los dos en un nosotros.

Puesto que Dios es espíritu, es transparente a sí mismo y produce desde toda la eternidad la imagen de su ser en la que Él se ve a sí mismo, es decir, su Hijo idéntico a Él, la sabiduría o el Verbo(...)

Cuando el Hijo y el Padre se aman el uno al otro, su don de sí es al mismo tiempo un acto libre de la persona del amor.

Pero el amor es la vida en la más alta perfección: el ser que se da eternamente sin sufrir ninguna disminución, la fecundidad infinita.

Por eso el Espíritu Santo es el don, no sólo el don de sí de las personas divinas entre sí, sino el don de sí de la divinidad a todo lo que es exterior; contiene en sí todos los dones que Dios hace a las creaturas" .

Se advierte en estas palabras la emoción de la que desde el ateísmo ha descubierto la riqueza intima de Dios y de su vida íntima. Dios ya no es algo que explica lo inexplicable, sino alguien para amar que da su vida eterna al hombre en una comunión inefable.

Sobre esta base se puede elaborar una moral que esté de acuerdo con el ser del hombre pues ya sabemos qué es el bien y no el capricho de una libertad separada de la verdad que acaba en verdaderas degeneraciones y abusos.

La moral pasa a ser un acto de correspondencia al amor, una libertad que elige amar a Dios y por Dios a todos y a todos.

La ley deja de ser una imposición positivista para ser el camino para alcanzar la perfección de ese Dios que espera al caminante.

El cielo eres Tú/ divino amante/ que sacias la sed del caminante. El infierno, aquí y en el más allá, es la autoexclusión del amor, triste efecto de la libertad errante opuesta a la libertad amante.

Acabemos con unas palabras que pueden servirnos para conocer y amar a Dios Padre:

Padre, ¿quién eres?

Eres Dios escondido
en esa oculta fuente
de dar vida
engendrando eternamente
al Hijo, al Amado
y a muchos, muchos hijos.

Te conozco en el rostro de Jesús
que con fuerza clama ¡Abba!
te veo sufriendo por amor,
te contemplo al dar la vida,
al Cristo resucitado,
me admiro del don de Pentecostés,
pero quiero verte a Ti solo,
aunque sé que no es posible.

Quiero verte en el origen,
saborear el amor en el principio,
tus cuidados sabios de los hombres,
tu libertad amorosa y sorprendente,
tu poder que es perdón
una y mil veces.

Si te conozco,
llegaré a ser padre,
además de hijo,
y sembraré el mundo de caricias.
6.XII.00



 







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