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Fundamentalismo laicista
Una cosa es defender las propias creencias y principios, respetando las opiniones de los demás; y otra –la actitud fundamentalista- que ataca o se burla de as conductas ajenas, especialmente religiosas


Por: Valores humanos | Fuente: www.valoreshumanos.info



La primera imagen que viene a la mente, cuando se pronuncia la palabra fundamentalismo, es la de un terrorista suicida como los que hicieron estallar los aviones de las Torres Gemelas.
Pero en realidad un fundamentalista es aquel que usa algún tipo de fuerza –física, mediática, política, por ejemplo- para imponer sus propias ideas y atacar o burlarse de las que son diferentes. Si nos atenemos a esta definición de fundamentalismo, nos daremos cuenta de que existen en nuestro alrededor comportamientos que merecen este calificativo; y también actitudes calificadas de fundamentalismo y que en realidad no lo son.

Desde hace unos años se ha extendido en nuestra sociedad un fundamentalismo que podríamos calificar de laicista y que está representado por personas que haciendo gala de ser tolerantes y amantes de la democracia, no soportan que otros puedan creer en Dios y vivir conforme a su fe. Para ellos la fe pertenece a la esfera íntima de la persona y no debería interferir para nada en los otros ámbitos en que se desenvuelve un creyente. Si a éste se le ocurre defender sus principios –a lo que tiene todo el derecho-, como la defensa de la vida del concebido, el matrimonio entre un hombre y una mujer, u otras cosas semejantes, le llaman fundamentalista.

Una cosa es defender las propias creencias y principios, respetando las opiniones de los demás; y otra –la actitud fundamentalista- que ataca o se burla a través de los medios de comunicación o la cátedra universitaria, las conductas ajenas, especialmente religiosas.

En uno de sus últimos encuentros con jóvenes, S.S. Juan Pablo II les decía: “Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón. Manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado, de racismo y de intolerancia. Testimoniad con vuestra vida que las ideas no se imponen, sino que se proponen».

Estas actitudes fundamentalistas, lejos de colaborar a la construcción de una nación sólida, van creando divisiones que nos debilitan. No olvidemos que lo que hace fuerte a una nación es la unidad de sus ciudadanos; y esa unidad no se logra con fundamentalismo sino con tolerancia. Podemos pensar de diferente manera y tener religiones distintas o no tener religión, pero si no comprendemos esas diferentes maneras de pensar y de vivir estamos incapacitados para construir una nación libre y justa.







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