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La primavera de la fe, buscadla en Extremo Oriente
Valoración de la situación de la Iglesia en China por Sor María Ko Ha Fong asesora de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada


Por: Luca Rolandi | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it



Sor María Ko Ha Fong nació en Macao en 1950 y es Hija de Maria Auxiliadora desde 1970. Todo su periodo de formación lo pasó en Italia. Estudió Ciencias de la Educación en Turín y Teología en Münster, Alemania (doctorado en Teología Bíblica). Desde 1978 es docente de Sagradas Escrituras y Exegesis Bíblica y Pastoral en la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación Auxilium de Roma y en el Holy Spirit Seminary de Hong Kong. Colabora con diversas publicaciones y ha formado parte de la Comisión Teológico-Histórica para la preparación del gran Jubileo del 2000. Además es asesora de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada.

Ha escrito muchos libros (en chino) y una serie de volúmenes en Italiano con propuestas de meditaciones sobre la Biblia. Enseña en Roma y en Jerusalén en los cursos de Formación Bíblica de las Salesianas, y durante un semestre en China, dónde imparte lecciones sobre materias bíblicas en los seminarios. Los misioneros que trabajan en Asia, afirma Sor María, recuerdan la importancia de la presencia religiosa que sacude la conciencia y comunica más que muchas palabras, además de las dificultades que se viven.



¿De qué modo da testimonio de su fe en un ambiente no favorable?

Soy china y provengo de una familia con una larga tradición budista. Nuestra familia era, y todavía lo es, una pequeña célula cristiana en medio de una parentela budista y un vecindario casi completamente no cristiano. Mis hermanas y yo estudiábamos en un colegio de monjas salesianas, también íbamos al oratorio los días de fiesta. No me atraía la vida religiosa en sí, y menos el hábito negro y raro de las monjas, pero me sentía bien con ellas, sobre todo con las hermanas misioneras que hablaban con dificultad el chino. Cuando llegó la edad de pensar seriamente en el futuro, pensaba a menudo en ellas. Me parecía un ideal muy bonito dedicar la vida no sólo a una familia con hijos, sino a muchos jóvenes y de manera absolutamente gratuita. En un primer momento no pensaba que para hacerlo sería necesaria la llamada de Dios, la vocación, concentraba mis esfuerzos en "mi elección", "mi decisión", pero a lo largo del proceso de discernimiento comprendí que la vida consagrada principalmente es una respuesta... Todo nació con la conversión de mi padre que conoció el Evangelio de Jesucristo a través de la figura de Don Bosco. Pero no todos mis familiares son cristianos y no consiguen entender mi extraña forma de vida.


¿Su experiencia nos habla de una fe simple y profunda en un modo en el cual el testimonio es complicado?

Me preguntan, incluso en China, con curiosidad, si tengo que llevar siempre este hábito, cuando puedo volver a visitar a mi familia, si puedo comer en un restaurante o ir al cine, etc. Trato de hacerles entender que la vida consagrada no está basada solamente en renuncias, sino que tiene los ojos puestos en otra cosa mucho más bella y que para alcanzarla, las renuncias se convierten en el camino y en los medios. Ello me ha hecho reflexionar todavía más sobre los límites y las restricciones necesarias en la vida. La vida consagrada es un arte que hace vivir mucho en el poco, que lanza la criatura pobre y limitada al infinito, que hace resplandecer la grandeza de Dios en sus humildes y pequeñas criaturas. Es el arte de María que exulta cuando canta el Magnificat... "¿Cómo puedo mostrar a la gente lo que he visto?", es la pregunta de un poeta chino contemporáneo. La mía es parecida: ¿cómo involucrar a los otros en la experiencia de la belleza? ¿cómo contagiar a los otros el encanto del misterio? ¿Cómo suscitar el amor por lo invisible? ¿Cómo ser, en mi pobreza, una señal de Dios para los demás?


Su valoración de la situación de la Iglesia en China

El desarrollo que está experimentando la Iglesia en China durante estas últimas décadas, es algo sorprendente. Una Iglesia, que ha visto impedidas de manera neta sus relaciones con el resto del mundo y de la cristiandad durante más de cuarenta años, está renaciendo lentamente. Según las estadísticas de la Oficina Central de la Iglesia "oficial" en Pekín, los católicos serían más de diez millones; las iglesias que se han vuelto a abrir en los últimos 15 años, 4.000 ; más de 70 obispos y 1.500 sacerdotes. El régimen ha permitido también la reapertura de un cierto número de seminarios: uno nacional en Pekín, seis regionales, una decena entre provinciales y diocesanos; los seminaristas ocupados en los estudios son casi mil. Con la política de liberación promovida durante los años 80, la actitud del gobierno frente a la Iglesia Católica, se hizo más tolerante. Cierto que hace tan sólo pocos años era impensable poder dar testimonio de la propia fe con manifestaciones exteriores, por ejemplo una procesión en público. El Estado se sigue declarando ateo y las persecuciones contra los cristianos, sobre todo los pertenecientes a la Iglesia clandestina, no han cesado. "La situación", afirma sor María, "es compleja y ambigua. No se exagera si se dice que, cualquier cosa escuches de China, es verdad en ese momento y en ese lugar, pero en otro lugar, no lo es. Por eso mi experiencia de China se limita a los seminarios que he visitado y en los cuales he enseñado durante estos últimos cuatro años".


La sensación de sor Maria, y de aquéllos que comparten con ella esta nueva misión, es la de hacer algo deprisa, pero también de actuar con discreción y extrema prudencia

"En los años 90 entré en este nuevo apostolado significativo y fecundo, y obtuve el permiso para enseñar en el seminario de Sheshan, uno de los mejor organizados y con un número más alto de seminaristas, 150, durante un semestre en el que pude impartir casi 200 horas de clase. Luego impartí un curso similar en Xian, en el centro oeste, donde los estudiantes eran en torno a cien y en Shanyang, en el seminario regional del nordeste. En este último, los jóvenes eran 80 y participaban en el también unas treinta monjas. Al final de este periodo de enseñanza, conseguí publicar un libro de Introducción al Nuevo Testamento, obteniendo la autorización de la Oficina de Asuntos Religiosos; mucho más de lo que me habría esperado. Ahora mi libro está en todos los seminarios". Los estudiantes de los seminarios, provienen la mayor parte de ellos, de familias de antigua tradición católica. Tienen a sus espaldas una educación simple, rica de valores y de calor humano. Son jóvenes inteligentes, buenos, abiertos, comprometidos. Reciben las primeras nociones de tradición bíblica en la catequesis impartida dentro de las familias. Su formación religiosa de base es elemental y obsoleta, como la de todos los cristianos chinos en general. Esto es comprensible en una Iglesia priva de una tradición cristiana sólida y obligada al silencio durante mucho tiempo. El estudio de la Biblia está en una fase inicial.

Y hace poco el gobierno ha dado el permiso para imprimir un millón y medio de copias. Generalmente tanto los seminaristas como las jóvenes monjas, tienen una cierta familiaridad con los episodios más conocidos de la historia de Israel y con los hechos de la vida de Jesús, pero se trata de conocimientos fragmentarios. Falta toda la riqueza proveniente del Concilio Vaticano II y que ha revolucionado el acercamiento al texto bíblico. "Acompañar a los jóvenes seminaristas chinos en su camino hacia el conocimiento de la Biblia es maravilloso. Se apasionan rápida y profundamente. No les cuesta ningún trabajo entrar en el punto de vista del estudio histórico-crítico, pero sobre todo captan con particular sensibilidad el plano de la revelación". Sor Maria asegura que esto se ve favorecido por el carácter chino, propenso a guardar en la memoria y custodiar en la vida la historia de los antepasados: "Nosotros, los chinos, estamos acostumbrados a sentirnos herederos de una tradición preciosa de vida y de sabiduría, a dejarnos guiar por la experiencia de los antepasados, a encontrar en los textos clásicos los criterios y el marco de referencia de nuestra conducta moral. Para nosotros no es difícil, por lo tanto, releer la Biblia como historia de la salvación y sentirnos involucrados".


¿Es una iglesia joven que tendrá un futuro

Antes de 1950, en China había 7.000 religiosas, de las cuales, las dos terceras partes eran de origen chino. El destino de las congregaciones religiosas, tras la llegada al poder del partido comunista, no ha sido diferente del que han vivido los sacerdotes. Cierre de los conventos, expulsión de las religiosas extranjeras, internado de las chinas en prisiones o campos de concentración. A pesar de todo, muchas de ellas, sin hacer caso de las dificultades, siguieron viviendo su propia vocación en privado. Ahora, la vida religiosa está reapareciendo. Recientemente muchas casas religiosas han vuelto a abrir de manera formal e informal sus puertas. El número de hermanas que vive al descubierto, o hace una vida semipública, puede estar en torno a 2.000. No hay datos, en cambio, de las religiosas de la iglesia clandestina. El futuro de China reside en los jóvenes: en ellos tiene la Iglesia puestas sus esperanzas porque pueden contribuir en la colaboración y la reconciliación entre la Iglesia oficial y la clandestina. Están más libres del peso del pasado y por ello pueden vivir experiencias sinceras de hermandad y amistad. Aquí precisamente se juega la esperanza que acompaña este lento renacer de la vida y de la confianza en la "cultura cristiana" incluso por parte de las autoridades gubernamentales del país".

 







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