Curso de Preparación para el Sacramento de la Confirmación
Por: HH. Georg Rota, Ediclei Araújo e Alfonso Blanca, L.L.C.C. | Fuente: ATENEO PONTIFICIO REGINA APOSTOLORUM
A continuación les brindamos este material que les será de mucha ayuda para la preparación al Sacramento de la Confirmación
PRESENTACIÓN:
* Esta jornada constará de tres momentos: dos pláticas y una meditación. A lo largo de las cuales se transmitirá la enseñanza de esta parábola.
ESTRUCTURA DEL TRABAJO
Objetivo 1: Sensibilizar a los confirmandos de las consecuencias del pecado para Dios y para ellos, para que se decidan a "cambiar de vida - volver al Padre"
Objetivo 2: Concientizar a los confirmandos sobre la importancia y los pasos para hacer una buena confesión, como preparación para una adhesión personal y MÁS MADURA a Dios (la confirmación).
DÍA DE PREPARACIÓN PARA LA CONFESIÓN
1º MOMENTO: El hijo pródigo – yo pecador
* Objetivo: Hacerles ver a través del evangelio de modo alegórico la realidad del pecado. Hacerles caer en la cuenta que todos somos pecadores. Motivarles a examinar su consciencia para poder reconocer y confesar sus pecados.
* LUGAR: SALÓN DE CONFERENCIA DESPÚES DE RECREO.
1) El hijo prodigo - Yo pecador
• Todos ustedes se están preparando para su confirmación. Y ya saben muy bien, que la confirmación quiere decir que ustedes serán “adultos” en la fe, cristianos plenamente responsables y conscientes de lo que significa vivir como cristiano. Comparándolo con el futbol podríamos decir que ahora todavía pertenecen al equipo de juniores, pero después ya pertenecerán al equipo de adultos, al equipo de los profesionales, de las ligas mayores.
• Ahora bien, acabamos de leer el pasaje del padre misericordioso y del hijo pródigo. El evangelio dice que era el hijo menor. Era el más joven, a lo mejor tenía la misma edad que ustedes, ya casi un adulto que quería vivir y experimentar la vida real, la vida de los adultos.
• Entonces, como ustedes bien saben, lo primero que necesitamos, si queremos salir de casa para divertirnos, es: dinero. Y así el joven va a su padre para pedirle dinero. Una situación que todos ustedes conocen muy bien. Pero fíjense, que nuestro joven no pide al padre €50, o €100, o incluso €1000. No, él pide al padre “la parte de la hacienda que (le) corresponde”. ¿Qué quiere decir esto? El pide la mitad de la hacienda, porque la otra mitad pertenece a su hermano. Él pide su herencia. ¿Pero cuándo recibe uno normalmente la herencia?... Sí, justo, después de la muerte del padre. ¿Ven, que para el hijo prodigo, el padre ya no existe, ya está muerto?
• ¿Qué significa esto para nuestra vida? Todos nosotros estamos preparándonos para la confesión antes de recibir nuestra confirmación. Y como bien sabemos el pecado significa que nos separamos de Dios. Dios ya no nos interesa, nos da igual, que bien podría estar muerto.
• El evangelio dice que “no muchos días después, el hijo más joven lo reunió todo, se fue a un país lejano y allí despilfarró su hacienda, llevando una vida licenciosa. Se fue a un país lejano y así nos pasa también a nosotros si pecamos. Nos vamos a un país lejano, vivimos muy, muy lejos de Dios.
• A lo mejor nosotros también tenemos estos momento de rebeldía, como el hijo en el evangelio que dice “me voy de esta casa”, “dame la mitad de todo el dinero que tienes”. Y si pensamos en el padre vemos que él nada más quería que el hijo estuviera bien y feliz en su casa. Todo lo que pertenece al padre pertenecía también al hijo. Le amó mucho, le amó tanto que respetó su libertad.
• Al Padre no le dolió que tuvo que darle la hacienda, sino que el hijo se fuera, que no quisiera recibir su amor. A Dios, que es Padre, le duele que se aleje de Él, el pecador, que rechace su amor, que tú te alejes de Él.
• El joven quería ser libre, quería divertirse sin límites y pensó que así encontraría la felicidad. Y a veces eso también pasa a nosotros, que creemos que nosotros vamos a encontrar la felicidad si hacemos lo que queremos, si estamos totalmente libres de todas restricciones. Pero el evangelio nos muestra que no es así. Él desperdició todo su dinero en placeres vacíos y acabó en una miseria grandísima. Acabó tan bajo que los cerdos tenía más comida que él.
• Eso obviamente es una imagen para el hombre, para nosotros cuando vivimos en el pecado. Acabamos con una hambre inmensa. Nuestra alma tiene hambre y sed de Dios, más no sabe dónde encontrar a Dios porque nos alejamos de Él, le volvimos la espalda.
• El joven que estaba buscando una mayor felicidad y libertad lo pierde todo. Es un esclavo que tiene que cuidar los cerdos y tiene menos felicidad que los cerdos, porque ni puede comer lo que ellos comen. El pecador quería ser libre y se hace esclavo de sus pecados y pasiones.
• Eso es un gran peligro para nosotros que empezamos con pecados “pequeñitos” y al inicio incluso nos gusta, nos da una falsa felicidad, satisface la curiosidad. Y tenemos que saber, que la tentación al pecado siempre es muy, muy atractiva. Como para el joven al inicio, tenía dinero, aparente libertad, placeres etc. Pero ya después, el pecado muestra su rostro verdadero. El “pobrecito” está en la miseria, está en un país extranjero, no tiene qué comer, no tiene amigos, no tiene nada. Está solo.
• Así acabamos también nosotros si dejamos entrar el pecado en nuestra vida, y dejamos que crezca, hasta que nos volvemos esclavos del pecado y nos perdemos en la soledad del pecado y de la amargura.
• Y cuando el pobre joven ya está a punto de morir de hambre “entra entonces dentro de sí mismo”, como dice el evangelio, y se dijo: "¡He de volver!" "¡Basta ya!" “Ahora mismo iré a casa de mi padre y le diré: padre, pequé contra el cielo y contra ti.
• Y eso es precisamente el primer paso que nosotros también tenemos que dar:
• Primero entrar dentro de nosotros, examinar nuestras consciencias, preguntarnos si nos hemos alejado del Padre, en qué cosas hemos vuelto la espalda a Dios. Y después reconocer, confesar: Sí, Padre, he pecado. ¡Perdóname! Eso es, entonces el primer paso, analizar nuestra vida a la luz de Dios y luego confesar al Padre todos los pecados que hemos cometidos.
• Les invito pues a tomar un rato para examinar sus consciencias para después poder hacer una buena confesión. El hermano les va a explicar con más detalle cómo se hace un buen examen de consciencia.
2º MOMENTO: El padre bueno, el Padre Rico en Misericordia:
* Objetivo: Reconocido el pecado, ahora buscar el arrepentimiento y deseo de hacer una buena confesión, como preparación para el reencuentro con el Padre. Buscaremos con estas reflexiones crear sentimientos de íntima gratitud, lágrimas de arrepentimiento y de agradecimiento ante la contemplación de este Padre Maravilloso. Buscamos, con la gracia de Dios, adentrarnos en el Corazón de Jesucristo, en su Bondad. Adentrarnos en la mirada de un Padre que corre hacia nosotros, que nos perdona, que nos busca, que nos debería conmover ante su infinito interés hacia nosotros, sus hijos.
* La confesión es volver al Padre, es reencontrarnos con el Padre de las Misericordias, y comprometernos en vivir en su cercanía, en su presencia.
- Emotivo llamado a la conversión, a RECOMENZAR con nuevo ardor su vida cristiana en este momento que se compromete a dar una adhesión madura a su fe con la Confirmación.
* LUGAR: EN LA CAPILLA, DELANTE DEL SANTÍSIMO.
1) ¿Cuál es la actitud del Padre – de Dios – delante del hijo que le abandona – del pecador?
A. Momento de la separación (EL PECADO): El Padre que sufre en silencio antes de la marcha del hijo: no responde al hijo. Está transido de dolor.
- ¡Qué dolor el de Dios! ¡Y nunca un gesto vengativo, ni siquiera de justicia: la herencia de las criaturas que el hijo quiere es del Padre, es obra suya! No reprocha al hijo por su ingratitud, ni siquiera le dice que tenga consideración con todo lo que él ha hecho por él desde su nacimiento...
• El Padre que respeta al hijo en su libertad y le da las criaturas que pide.
- ¡Dios se toma en serio la libertad del hombre!
B. La ausencia del hijo (EL ESTADO DE PECADO): El Padre que sufre en silencio durante la ausencia del hijo: días de sufrimiento callado, sólo dulcificados en parte por el recuerdo de aquel amor que tenía al hijo, que se expresaba en caricias, en besos, en tenerlo junto a su regazo por la gracia...
• La llave pegada en casa. Todo le recordaba a su Hijo, los paseos, las conversaciones, las palabras, los paisajes, los aromas, los rostros...
• Tardes enteras esperando al hijo. No había un sólo día que no saliese tempranito al campo para ver si se asomaba su hijo. El Padre espera paciente…
- Así Dios respecto de cada hijo que de Él se aleja por el pecado… anhela su regreso… Él que es Dios….
C. Tratemos de verlo, metámonos por unos minutos en su corazón de Padre… (PAUSA CORTA). Este Padre que da y no sabe decir no, que pide en lugar de mandar, que perdona en lugar de castigar… Este Padre no tiene igual aquí abajo: es nuestro Padre del Cielo.
- Dios actúa así porque es AMOR y el amor tiene por condición la libertad. Dios ha corrido el gran riesgo del amor, nuestra libertad: podemos negarle nuestro amor, triste realidad que se realiza cada vez que cometemos un pecado.
* Ahora, volvamos nuestra mirada al Hijo…
2) Aprendamos del hijo los sentimientos que debo cultivar para moverme a emprender el camino de regreso (pasos del arrepentimiento y conversión):
A. Reconoce su estado actual
• Fue necesario ENTRAR EN SI MISMO para recordarse de que era HIJO y darse cuenta de su situación actual.
• Lo primero que ve al entrar en sí mismo es SU MISERIA, el hambre, la esclavitud. No ve todavía la malicia del pecado, es muy pronto (solamente después de haber subido y haber salido del abismo uno puede medir su profundidad…);
• Ha perdido TODO…
• Ve su desamparo y sufrimiento: me estoy muriendo de hambre: RECUERDA SU HISTORIA.
* En este momento, invitar a los jóvenes a entrar en sí mismos, reconocer su estado actual (dar nombre a sus pecados - dejarles material de preparación de confesión).
(PAUSA BREVE).
B. Reconoce aquello que perdió
• EL HIJO SE ACORDÓ de la bondad de su padre, de la abundancia de su casa, y la comparó con la miseria actual.
• SE RECONOCE INDIGNO de llamarse hijo de aquel Padre que abandonó… pero su Padre no ha cambiado, debe seguir siendo el mismo… ¡Su Padre!
• SE DA CUENTA de que TODAVIA EXISTE ESA CASA, de que TODAVÍA EXISTE SU PADRE.
• SE DA CUENTA por la primera vez DEL DOLOR QUE su partida HA CAUSADO A SU PADRE… Cuanto debe haber sufrido y debe estar sufriendo… tanto o más que Él en medio de sus cerdos…
• Empieza a SENTIR MENOS SU PROPIA PENA QUE LA DE SU PADRE… está encaminándose al arrepentimiento, toma cuenta de su maldad y las primeras lágrimas se deslizan por sus mejillas…
C. Decide regresa: prepararse para el encuentro con el Padre
• SE ARREPINTIÓ; y CONFIADO EN LA BONDAD de su padre, SE PROPUSO VOLVER.
• Si existe una casa que pueda dar acogida al desecho en que me he convertido, es la de mi Padre…
• Que el Padre haga conmigo lo que quiera, que me trate como un esclavo… PREFIERO SER EL ÚLTIMO EN SU CASA QUE VIVIR UN SOLO DÍA MÁS FUERA DE ELLA…
• Arrepentirse es decidirse no abandonar más la casa del Padre… ES DECIDIRSE A NO PECAR MÁS.
• Volveré, NO EXCUSARÉ mis conductas… ME CONDENARÉ ante Él: Padre te he ofendido a ti…
* Hablar de la confesión y sus pasos… darles un cuestionario y dejarles un tiempo en la capilla para que preparen su confesión
3º MOMENTO: La confesión: decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia
* Objetivo: confesarse bien, sin temor ni pena y, cumpliendo la penitencia, decidirse a vivir en gracia de Dios.
* LUGAR: SALÓN DE CONFERENCIAS.
• ¿Cómo están las cosas? Ya has escuchado dos pláticas, ya leíste el cuestionario para preparar tu confesión, ¿Qué nos falta? Porque has de saber que el hijo no sólo se quedó con las ganas, sino que, como dice el evangelio (aquí retomar la lectura del evangelio)…
• Creo que a estas alturas del día ya te podrás imaginar que ese hijo que se va de la casa somos cada uno de nosotros: tú y yo.
• Repasemos un poco. Vivías en una casa insoportable, de locos, un amor que te parecía todo excepto amor: No hagas esto, no hagas el otro, ¿Papá, puedo…? No puedes, no vayas, no llegues tarde, no, no, no… Y tú, que eres libre y puedes hacer lo que quieras, lo que se te dé la gana, tomaste una decisión: Ya soy grande, sé lo que hago, me voy.
• Diste un paso, saliste de SU casa, cerraste la puerta y te fuiste sin mirar hacia atrás. Nunca supiste que él te miraba desde la ventana con sus brazos abiertos, cerrando en el aire el abrazo de despedida que no te pudo dar.
• Al final de toda esta historia ¿Qué pasó con ese joven que se fue de casa? Su libertad, vivir fuera de su casa, el hacer lo que quería ¿Le dio la felicidad?
• Yo creo que feliz, feliz, lo que es ser feliz, eso no lo era. Acabó cuidando puercos y queriendo comer lo que comían esos animales. Imagínense. Ver a un puerco da asco, olerlo, el doble, comer sus sobras, en un establo, entre basura y moscas, en medio de pestilencia y lodo. Por si eso no fuera demasiado bajo, llegar al punto de hincarse en el suelo y comer las sobras de los puercos, lo que dejaron medio mordido, lamido. Querer comer eso…no es felicidad ni libertad, al contrario eso es simplemente asqueroso.
• ¿Crees que puede ser como antes? ¿Podría vivir otra vez como lo hacía en la casa de su padre?
• ¿Por qué no?
• Algo le dice en su interior: Si tú quieres… Es como una voz que le habla suavemente, no le grita ni le obliga, le sugiere: si tú quieres.
• La Biblia dice: entró en sí mismo… hizo su examen de conciencia. Ya hablamos en la capilla del dolor de corazón y del propósito de enmienda.
• ¿Qué falta?
• Iré a mi padre y le diré: Padre he pecado contra el cielo y contra ti… Exacto: decir los pecados al confesor: es el paso del que regresa, abre la puerta y entra en la casa del Padre, entra en su casa.
• Decir los pecados al confesor:
• San Pedro cuando caminaba sobre las aguas y comenzó a hundirse pidió ayuda a Cristo: ¡Señor, sálvame! Y Cristo le tendió la mano.
• Del mismo modo el padre salió al encuentro de su hijo, salió corriendo.
• Algo simple y fácil: decir los pecados al confesor.
• Y tú me dirás: No, padre. ¡Qué pena! ¡¿Qué va a pensar el padre?!
• R= que eres su hijo, que te ama y que quiere demostrarte su amor.
• Yo, al igual que tú, quiero hacer algo grande en la vida, quiero triunfar. Todos queremos esto. Por eso yo te pregunto ahora: ¿qué hay más grande que el pedir perdón a alguien a quien amas? Porque sabes que le has fallado y mucho.
• Tienes razón, no es fácil decir tus pecados al confesor, pero te digo que tú estás hecho justo para eso: para amar, para ser feliz.
• Volvamos al texto bíblico: le vio su padre y conmovido corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: padre he pecado contra el cielo y contra ti…
• Esos brazos que le hijo dejó abiertos al irse, nunca, nunca se cerraron. Eso es lo grandioso de Dios. Así está en la cruz.
• Pero: ¿para qué me confieso si voy a caer de nuevo?
• -¿Todos vieron el Súper Bowl? Mi imagino que sí. Imagínate que tú estás en el campo y en la primera jugada del partido te tiran, te mandan al suelo, un golpe duro, un porrazo y te parece que no te puedes levantar, que te faltan las fuerzas, que te falta el aire.
• Y… si llegan tus compañeros o tu entrenador para ayudarte y levantarte o, incluso, si estuviera todo el estadio lleno, más de 100 mil personas esperándote, chiflándote y diciendo… contra ti porque estás deteniendo su juego. Sólo un hombre de las primeras filas se pone de pie, baja al campo, se acerca a ti y te estira el brazo; tú solo ves su mano, reconoces inmediatamente que es la mano de tu padre y confiando en él te levantas para seguir jugando.
• No te quedas tirado en el pasto pensando que es mejor no pararse porque en la siguiente jugada te pueden tirar otra vez. ¿Para qué me levanto si me voy a caer de nuevo? ¿Para qué me confieso si…?
• Aparte, el sacerdote se ha hecho cura para darte el perdón de Dios, no para condenarte ni regañarte. Acuérdate del padre que el 11 de septiembre del 2001 fue corriendo al pie de la Torres Gemelas para dar la absolución a las personas que estaban lastimadas o que habían caído desde varios pisos arriba. Cuando el padre iba perdonando a los lastimados le cayó una viga y murió, murió perdonando, no regañando.
• La vida es así, la vida de gracia, vivir en la casa del padre bueno es exactamente como si jugaras el súper bowl. Hay que luchar todos los días, mejor dicho: hay que amar todos los días. Además ya tienes la victoria asegurada porque Cristo resucitó, ya venció a la muerte, que fue el castigo por nuestro pecado. Eso no quita que tú te levantes para luchar y jugarte la camiseta en el partido, para hacer todo lo que esté de tu parte para no volver a caer en la tentación.
• Al final de la confesión el sacerdote te dejará hacer una penitencia, una pequeña oración, puede ser un Padre Nuestro, un Ave María. Al levantarte del confesionario, te acercas al altar de la capilla y lo rezas de rodillas. Y yá. A VOLVER A EMPEZAR. A luchar por ser fiel al Padre que siempre lo ha sido y lo será. Nunca te cerrará la puerta. Y siempre te ayudará para ser fiel, para vivir en estado de gracia, para vivir en su casa, o mejor dicho, en tu casa.
CONCLUSIÓN.
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