Sinopsis histórica de la zona en conflicto
Por: Mario S. | Fuente: www.hebreos.net
Geografía
Palestina, región histórica cuya extensión ha variado en gran medida desde la antigüedad, situada en la costa oriental del mar Mediterráneo, al suroeste de Asia, y actualmente dividida en su mayor parte entre Israel, los territorios autónomos palestinos de Cisjordania y la franja de Gaza, y Jordania.
Territorio
La región tiene un terreno muy diverso que se divide generalmente en cuatro zonas paralelas. De oeste a este son la llanura costera, las colinas y montañas de Galilea, Samaria y Judea, el valle del río Jordán, que separa Cisjordania y Transjordania, y la meseta oriental. En el extremo sur se halla el Néguev, un accidentado desierto. La altura de las elevaciones varía entre los 395 m bajo el nivel del mar en las costas del mar Muerto, el punto más bajo de la superficie terrestre, y los 1.020 m de la cumbre del monte Hermon.
La región tiene varias zonas fértiles que constituyen su principal recurso natural. La más notable de estas son la llanura de Sharon, a lo largo de la parte septentrional de la costa mediterránea, y la llanura de Esdraelon (o Yizreel), un valle situado al norte de las colinas de Samaria. Sin embargo, el abastecimiento de agua de la región no es abundante; casi todas las precipitaciones anuales se reciben durante los meses invernales y son modestas. El río Jordán, el único cauce de la región, fluye hacia el sur a través del lago Tiberíades (el único lago de agua dulce de la zona) hasta el mar Muerto, de gran salinidad.
Historia
Los cananeos fueron los primeros habitantes conocidos de Palestina.
Durante el tercer milenio a.C. se establecieron en diversas ciudades-estado, una de las cuales fue Jericó. Desarrollaron un alfabeto a partir del cual se derivaron otros sistemas de escritura; su religión tuvo una importante influencia en las creencias y prácticas del judaísmo, y, más tarde, en el cristianismo y el Islam. Su localización -en el centro de las rutas que unían tres continentes-convirtió a Palestina en punto de encuentro de influencias religiosas y culturales procedentes de Egipto, Siria, Mesopotamia y Asia Menor. Fue también el campo de batalla natural de las grandes potencias de la región y estuvo sujeta a la dominación de los imperios vecinos, empezando por Egipto, en el tercer milenio a.C. La hegemonía egipcia y la autonomía cananea padecieron durante el segundo milenio a.C. las invasiones de etnias tan diversas como los amoritas, los hititas y los hurritas. No obstante, estos invasores fueron derrotados por los egipcios y absorbidos por los cananeos, cuyo número en esa época pudo haber ascendido hasta 200.000 habitantes aproximadamente. A partir del siglo XIV a.C., cuando el poder egipcio comenzó a debilitarse, aparecieron nuevos invasores: los hebreos, un grupo de tribus semíticas procedentes de Mesopotamia, y los filisteos (en hebreo, Pelishtim), un pueblo egeo de raza indoeuropea que dio su nombre a la región.
El reino israelita. Las tribus hebreas probablemente emigraron a la región siglos antes de que Moisés liberara a su pueblo de la servidumbre en Egipto (1270? a.C.), y Josué conquistara la mayor parte de Palestina (1230? a.C.). Los conquistadores se establecieron en el área montañosa del país, pero no fueron capaces de conquistar todo el territorio. Los israelitas, una confederación de tribus hebreas, derrotaron finalmente a los cananeos alrededor del año 1125 a.C. pero no ocurrió lo mismo con los filisteos. Éstos habían establecido un Estado propio en la costa meridional de Palestina y controlaban varias ciudades al norte y al este. Con una organización militar superior y gracias al uso de armas de hierro, derrotaron severamente a los israelitas en el año 1050 a.C. aproximadamente. La amenaza filistea obligó a los israelitas a unirse y a establecer una monarquía. David, el gran rey de Israel, derrotó a los filisteos poco después del año 1000, y éstos y los cananeos fueron finalmente asimilados. La unidad de Israel y la debilidad de los imperios adyacentes permitió a David establecer un gran reino independiente, cuya capital fue Jerusalén. Bajo su hijo y sucesor, Salomón, Israel disfrutó de paz y prosperidad, pero a su muerte, en el año 922 a.C. el reino fue dividido en dos: Israel ,al norte, y Judá, al sur. Cuando los imperios cercanos reanudaron su expansión, los israelitas, divididos, no pudieron mantener por más tiempo su independencia. Israel cayó ante Asiria en los años 722 y 721 a.C., y Judá fue conquistada en el año 586 a.C. por Babilonia, que destruyó Jerusalén y exilió a gran parte de los judíos que la habitaban.
El dominio persa
Se permitió a los judíos mantener su identidad nacional y religiosa en el exilio; algunos de sus mejores escritos teológicos y muchos libros históricos del Antiguo Testamento fueron escritos durante este periodo. El recuerdo de la tierra de Israel estaba patente en sus escritos. Cuando Ciro el Grande de Persia conquistó Babilonia en el año 539 a.C. les permitió regresar a Judea, un distrito al sur de Palestina. Bajo el dominio persa los judíos recibieron una considerable autonomía. Reconstruyeron las murallas de Jerusalén y codificaron la ley mosaica, la Torá, que se convirtió en el código de la vida social y la práctica religiosa. Los judíos creían que estaban vinculados a un dios universal, por un pacto; de hecho, su concepto de un dios ético es quizás su contribución más grande a la civilización mundial. La provincia romana
A la dominación persa de Palestina le siguió el gobierno griego cuando Alejandro Magno de Macedonia conquistó la región en el año 333 a.C. Los sucesores de Alejandro, los Tolomeos de Egipto y los Seléucidas de Siria, continuaron gobernando la zona. Estos últimos intentaron imponer la cultura y religión helenística (griega) a la población. En el siglo II a.C., sin embargo, los judíos se rebelaron dirigidos por los Macabeos y organizaron un estado independiente (141-63 a.C.) hasta que Pompeyo el Grande conquistó Palestina para Roma y la convirtió en una provincia gobernada por dirigentes judíos. Durante el reinado del rey Herodes el Grande (37-4 a.C.), nació Jesucristo. Estallaron dos revueltas judías contra la dominación romana (del año 66 d.C. al año 73 y del año 132 al año 135), pero fueron reprimidas.
Después de la segunda, la destrucción de Jerusalén y la dura represión sobre los judíos provocó su diáspora hacia otros territorios. Judea pasó a llamarse Palestina.
Palestina recibió una atención especial cuando el emperador romano Constantino I legalizó el cristianismo en el año 313 d.C. Su madre, Elena, visitó Jerusalén, y Palestina, en calidad de Tierra Santa, se convirtió en el centro de las peregrinaciones cristianas. La consecuencia de esto fue una época dorada de prosperidad, seguridad y cultura. La mayoría de la población se helenizó y cristianizó. No obstante, el gobierno bizantino fue interrumpido por una breve ocupación persa (614-629) y finalizó completamente cuando los ejércitos musulmanes conquistaron Jerusalén en el año 638 d.C.
El califato árabe
La conquista árabe inició 1.300 años de presencia musulmana en lo que entonces se conocía como Filastin. Palestina era un territorio sagrado para los musulmanes porque el profeta Mahoma había designado Jerusalén como la primera qibla (dirección que adoptan los musulmanes cuando rezan; posteriormente, la oración debía estar orientada hacia la Meca) y porque se creía que había ascendido al cielo en un viaje nocturno desde el lugar donde se alzó el templo de Salomón, en el que más tarde se construyó la cúpula de la Roca. Jerusalén se convirtió así en la tercera ciudad sagrada del islam. Los gobernantes musulmanes no obligaron a los palestinos a adoptar su religión; pasó más de un siglo antes de que se convirtiera la mayoría al Islam. Los cristianos y judíos eran considerados ´pueblo del Libro´.
Se les concedió el control autónomo de sus comunidades y se les garantizó seguridad y libertad de culto. Tal tolerancia (con pocas excepciones) no fue común durante la historia de la religión. La mayor parte de los palestinos adoptaron la cultura árabe e islámica. Palestina se benefició del comercio entre los territorios musulmanes y de su trascendencia religiosa durante la primera dinastía musulmana, los Omeyas de Damasco. Cuando califato pasó a manos de los Abasíes de Bagdad en el año 750, Palestina quedó olvidada. Sufrió desórdenes y la dominación sucesiva de los selyúcidas, los fatimíes y los cruzados europeos. No obstante, participó del esplendor de la civilización musulmana del momento, en la ciencia, el arte, la filosofía y la literatura. Sin embargo, Palestina decayó bajo el reinado de los mamelucos y comenzó su decadencia.
El dominio otomano
Los turcos otomanos de Asia Menor derrotaron a los mamelucos en 1517 y, con pocas interrupciones, gobernaron Palestina hasta 1917. El país quedó dividido en varios distritos (sanjaks), como el de Jerusalén. La administración de estos distritos se confió en su mayor parte a los palestinos arabizados, descendientes de los cananeos y de los colonizadores posteriores. No obstante, las comunidades cristiana y judía recibieron una amplia autonomía. Palestina participó del esplendor del Imperio otomano durante el siglo XVI, pero perdió importancia con la decadencia de éste en el siglo XVII, que afectó al territorio económicamente, con el consiguiente descenso demográfico, y que continuó hasta el siglo XIX. En esa época, las potencias europeas, en busca de materias primas y mercados, y llevadas también por intereses estratégicos, llegaron a Oriente Próximo, estimulando el desarrollo social y económico. Entre 1831 y 1840, Mehmet Alí, el virrey de Egipto, partidario de la modernización, expandió su gobierno hasta Palestina. Su política modificó el orden feudal, incrementó la agricultura y mejoró la educación. El Imperio otomano reafirmó su autoridad en 1840 e instituyó sus propias reformas. A partir de 1880 colonos alemanes e inmigrantes judíos llevaron a la zona la maquinaria moderna y el capital que la región necesitaba urgentemente. El auge del nacionalismo europeo durante el siglo XIX, y especialmente la intensificación del antisemitismo a partir de 1880, estimuló a los judíos europeos a buscar refugio en su "tierra prometida", Palestina. Theodor Herzl, autor de El estado judío (1896), fundó la Organización Sionista Mundial en 1897 para resolver el "problema judío" en Europa Como resultado, la emigración judía a Palestina se incrementó espectacularmente.
En 1880, los árabes palestinos constituían alrededor del 95% de una población total de 450.000 habitantes. No obstante, algunos dirigentes palestinos reaccionaron con alarma ante la emigración, la compra de terreno y las reivindicaciones judías, y desde entonces se convirtieron en inexorables opositores al sionismo.
El mandato británico
La promesa que los británicos hicieron a los dirigentes árabes, en especial a través de la correspondencia mantenida (1915-1916) con Husein ibn Ali de La Meca, de conceder la independencia de sus territorios tras la guerra, permitió la expulsión de los turcos de Palestina entre 1917 y 1918. Los británicos, sin embargo, no mantuvieron sus promesas a los árabes. Así, en el tratado secreto Sykes-Picot con Francia y Rusia (1916) Gran Bretaña se comprometía a dividir y gobernar la región con sus aliados. Posteriormente, por la declaración Balfour (1917), Gran Bretaña garantizó a los judíos "un "hogar nacional" judío en Palestina. Esta promesa se incorporó posteriormente al mandato conferido a Gran Bretaña por la Sociedad de Naciones en 1922.
Durante su mandato (1922-1948) los británicos encontraron difícil de reconciliar las promesas hechas a ambas comunidades. Las organizaciones sionistas mantuvieron la emigración judía a gran escala y algunos hablaron de la constitución de un Estado judío en toda Palestina. Esta actitud provocó el rechazo de los palestinos temerosos de ser desposeídos de sus territorios; hubo ataques antisionistas en Jerusalén (1920) y Jaffa (1921). En 1922, una declaración británica rechazó las reivindicaciones sionistas sobre toda Palestina y limitó la inmigración judía, pero reafirmó el apoyo al ´hogar nacional judío´. Los británicos propusieron establecer un consejo legislativo, pero los palestinos rechazaron este consejo por considerarlo discriminatorio. Después de 1928, cuando la inmigración judía se incrementó ligeramente, la política británica a este respecto osciló bajo las conflictivas presiones arabe-judías. La emigración aumentó bruscamente tras la llegada (1933) del régimen nazi a Alemania; en 1935 casi 62.000 judíos entraron en Palestina. El temor a la dominación judía fue la principal causa de la revuelta árabe que estalló en 1936 y continuó intermitentemente hasta 1939. En esa época Gran Bretaña había restringido de nuevo la emigración y la adquisición de tierras por parte de los judíos.
El período posterior a la II Guerra Mundial
La lucha por Palestina, que se mitigó durante la II Guerra Mundial, se reanudó en 1945. Los horrores del Holocausto despertaron la simpatía mundial por los judíos europeos y por el sionismo, y, a pesar de que Gran Bretaña aún rechazaba admitir a los 100.000 judíos supervivientes en Palestina, muchas víctimas de los campos de concentración nazis consiguieron entrar ilegalmente. Varios planes para resolver el problema palestino fueron repudiados por ambos lados. Finalmente, los británicos declararon el mandato impracticable y traspasaron el problema a las Naciones Unidas en abril de 1947. Judíos y palestinos se prepararon para un enfrentamiento.
Aunque los palestinos superaban a los judíos en número (aproximadamente 1.300.000 frente a 600.000 respectivamente), estos últimos estaban mejor preparados. Tenían un gobierno semiautónomo, dirigido por David Ben Gurión, y su milicia, la Haganah, estaba bien entrenada y tenía experiencia. Los palestinos, por otra parte, nunca se habían recobrado de la revuelta árabe, y la mayoría de sus dirigentes estaban en el exilio. El muftí de Jerusalén, su principal portavoz, se negó a aceptar el plan de la ONU que establecía la división de la zona en dos estados, uno árabe y otro judío, en noviembre de 1947, mientras que los judíos lo aceptaron. En la lucha militar posterior, fueron derrotados los palestinos. El Estado de Israel fue establecido el 14 de mayo de 1948. Cinco ejércitos árabes, que acudían en ayuda de los palestinos, atacaron Israel inmediatamente. Las fuerzas israelíes derrotaron a los ejércitos árabes, e Israel aumentó su territorio. Jordania tomó la orilla oeste del río Jordán y Egipto ocupó la franja de Gaza. La guerra produjo el exilio de 780.000 palestinos temerosos ante posibles represalias, expulsados ante la llegada de los inmigrantes judíos procedentes de Europa y del mundo árabe. Los palestinos se distribuyeron por los países vecinos, en especial Jordania, donde mantuvieron su identidad nacional y el deseo de regresar a su patria. En 1967, durante la guerra de los Seis Días entre Israel y los países árabes vecinos, Israel conquistó Cisjordania y la franja de Gaza, además de otras áreas. En 1993, tras décadas de conflictos violentos entre palestinos e israelíes, los dirigentes de cada bando aceptaron la firma de un histórico acuerdo de paz. Yasir Arafat, dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina, y el primer ministro israelí Isaac Rabin se reunieron en los Estados Unidos el 13 de septiembre de 1993, para firmar el acuerdo de pacificación de la región. El plan contemplaba la autonomía de los territorios ocupados por Israel, que debía iniciarse en la franja de Gaza y Jericó. La administración palestina de estas áreas comenzó en mayo de 1994. Las elecciones celebradas en los territorios autónomos palestinos reafirmaron la dirección de Yasir Arafat y de la OLP, pero las actitudes intransigentes de extremistas judíos (asesinato del primer ministro israelí Isaac Rabin en noviembre de 1995) y del grupo palestino Hamas (con indiscriminados atentados terroristas en el interior de Israel) ponen en peligro los acuerdos del tratado de paz.
El resto es historia reciente... dolorosa y esperanzada.