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En el diálogo con el Islam hay que partir del Concilio
El Islam es historia para los orientalistas y para los cultos, pero no es una memoria compartida


Por: Giacomo Galeazzi | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it



El 50 aversario del Vaticano II también es la ocasión para insistir en las relaciones interreligiosas, indica uno de los mayores expertos del diálogo entre cristianos y musulmanes, Khaled Fouad Allam


Profesor, ¿el Concilio fue una escuela de ecumenismo?

El Vaticano II también estableció las bases para un diálogo con el mundo musulmán. Claro, durante los años 60, era un periodo más o menos eufórico porque gran parte del mundo musulmán había iniciado la fase de descolonización, de liberación y, a la liberación política habría debido seguir, obviamente, una liberación de las incomprensiones entre el mundo cristiano y el mundo musulmán. Hay toda una generación de estudiosos del Islam y de musulmanes que contribuyeron a la elaboración de este mayor conocimiento del Islam, en una doble dirección: tanto en la del mundo cristiano como hacia el mundo musulmán, en una época en la que el índice de analfabetismo en los países musulmanes era extremadamente alto. Podría citar al islamólogo argelino Muhammed Arkoun, que murió hace dos años, o al islamólogo Muhammed Talbi (de más de ochenta años), que hace un par de años recibió el premio itaniano Agnelli.

Nosotros tenemos el deber de contribuir a la elaboración de una memoria compartida, pero por el momento, como se ha subrayado en diferentes ocasiones, se sigue manteniendo casi intacta una especie de divorcio entre la historia y la memoria. El Islam es historia para los orientalistas y para los cultos, pero no es una memoria compartida, sigue siendo lejano a pesar de la cercanía geográfica. Me gusta repetir que Palermo está a media hora de avión de Túnez. Por ahora no lo hemos hecho. Pero, cuidado: la cuestión es recíproca. El mundo musulmán debe llevar a cabo un trabajo profundo. Debe ser capaz de recuperar las cosas que forman parte de su memoria, memoria cultural, sobre la que el Islam, en cuanto civilización, reelaboró muchos datos: no se puede negar el aporte greco-romano, ni los aportes cristiano y judío, e incluso en el Islam de Asia con las diferentes conexiones entre el Islam y el budismo. Un gran islamólogo japonés, Toshihiko Izutsu, fue el primero que, hace más de 50 años, reconstruyó estas conexiones. Pero tampoco lo hemos logrado en el Islam. Basta recordar la catastrófica destrucción de los Budas en Afganistán.


¿El choque de civilizaciones es inevitable?

En los periodos de crisis como la que vivimos actualmente (y que creo que no se trate de una crisis exclusivamente económica, sino que es en realidad una crisis de civilización, es decir de cómo se crea la sociedad y de cómo funcionarán las sociedades en los próximos treinta años), el peor riesgo de la incomunicabilidad entre los cristianos y musulmanes es el de encontrar en el otro un chivo expiatorio. Los recientes atentados contra los cristianos en Egipto son señales muy malas, el atentado de Tolouse del chico franco-argelino miembro de al-Qaeda (en el que mató a un rabino y a algunos jóvenes de una escuela judía, además de algunos soldados franceses magrebinos), en una fase como esta podría aumentar el miedo y el estereotipo de la percepción negativa del otro. El estereotipo, cuando se sale de control, puede llevar a la catástrofe; se puede recordar lo que sucedió no muy lejos de Trieste, en la ex Yugoslavia. El riesgo siempre es el paso de la culpabilidad individual a la culpabilidad colectiva. Las guerras nacen justamente por estas razones.


¿Existe un Islam moderado?

Lo que se nota en el mundo musulmán es el empobrecimiento cultural de las nuevas generaciones, incluso de los jóvenes que pertenecen a partidos religiosos. Hemos olvidado el primer informe del UNDP (del organismo para el desarrollo de las Naciones Unidas) publicado en 2001 sobre la democracia del mundo árabe, en el que expertos árabes y occidentales subrayaban la regresión de aquel mundo a nivel social y cultural. En 2001, por ejemplo, se tradujo más en Corea del Norte que en todo el mundo árabe. Necesitamos establecer una especie de pacto intelectual, es decir la necesidad de producir ediciones críticas, dejar abiertas las puertas a la libertad de expresión. Me parece evidente que hay que subrayar que una democracia sin libertad de expresión es exactamente como un florero sin agua. También el papel de los intelectuales es importante. Pero hay una diferencia con respecto al occidente, porque aquí hay intelectuales cada vez contestatarios en todos los campos; cuando vuelvo al mundo árabe, el aire que se respira es diferente: el intelectual tiene la consciencia de ser copartícipe del destino, no solo de su historia, sino también de su nación, mientras que, desgraciadamente, y me entristece, veo a menudo a los intelectuales del occidente pasivos, desencantados.


¿Cuánto influye la globalización?

La globalización misma, a pesar de todo, nos obligará a una consecuencia recíproca, porque la globalización implica vivir juntos y tratar de comunicar. Yo también enseño a estudiantes estadounidenses en Stanford, y cada año les pregunto por sus orígenes: el 90% de los casos nacieron de matrimonios mixtos: algunos tienen una madre iraní y un papá irlandés; otros, la mamá italiana y el padre latinoamericano… No se trata solo de matrimonios mixtos, sino que implica una búsqueda y una reformulación de los orígenes, y una consciencia. La complejidad de nuestra vida, hoy, también radica en ello, pero todavía no somos conscientes.







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