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Mirando hacia el Este, concretamente… India.
Voltear un poco hacia el Este para que nos venga la nostalgia de recuperar algunos de estos valores y vivirlos con una nueva luz


Por: German Sanchez Griese | Fuente: Catholic.net



 

No cabe duda que el Occidente ha caído en su propia trampa.
Lejos de ufanarse de la libertad adquirida durante casi dos milenios, se ahoga en lo que considera sus propias conquistas. El reconocimiento del matrimonio del mismo sexo, la corrupción política, la batalla sin clemencia a cualquier signo religioso que pueda ostentarse en forma pública, la juventud que no encuentra su lugar en el presente no en el futuro son tan sólo algunos signos del deterioro de su propio destino.

No hay recetas para salir de estas crisis. Sería tan ilusorio como pretender acabar con una enfermedad terminal recentando tan sólo un par de aspirinas. Tenemos que analizar los hechos para ir a las causas que lo han provocado y de esa manera tratar de dar soluciones duraderas y efectivas, que ataquen precisamente en su raíz el mal provocado.

Algo de mi experiencia en estas últimas semanas, puede servir como un análisis de la realidad y un buscar solución en las causas primarias.

Para que el enfermo se cure, es necesario que sepa que se encuentra enfermo. De nada sirve decirle a una persona con catarro que tiene que cuidarse si él no sabe lo que significa precisamente estar sin catarro. Si durante toda su vida ha padecido esta enfermedad, nunca podrá imaginarse lo que es salir al aire libre para disfrutar del aire fresco de la mañana, oler un ramo de rosas o degustar una comida con picante. Es necesario que él mismo recuerde qué sentía cuando se encontraba sano y de esa manera quiera recuperar a toda costa la salud.

Occidente no puede verse sí mismo como ejemplo. Es inútil. Es como pedirle a un ciego que guíe a otro ciego. Ambos caerán en la hoya. Occidente debe comenzar a mirar otras culturas, no para imitarlas, sino para que de alguna manera le traigan a la memoria la añoranza de una sociedad sana, como quizás en algún tiempo lo fue.

Hablar de sanos y enfermos es siempre riesgo. Poner como ejemplo a otros siempre conlleva el estigma de “tú eres bueno y yo soy malo”. Por lo que quizás convenga simplemente poner en relación unos valores con otros y dejar que los hechos hablen por sí mismos para que seamos nosotros, los de Occidente, los que saquemos las consecuencias.

¿Qué criterio elegir entonces para escoger alguna sociedad que pueda mostrar algo a Occidente? La elección es relativamente sencilla, pues fuera del patrón Occidental, tenemos a mi parecer tres grandes bloques de sociedad. Fuera entonces de la así llamada Occidental, nos queda la sociedad de matriz africana, la india (llamáremos de esta manera la sociedad de la India) y la china. La primera queda descartada por el hecho de que ella misma se está consolidando como tal y aún le queda un largo camino que recorrer para asimilar, purificar y vivir sus propios valores, después de un colonialismo brutal que la han dejado postrada en la indigencia cultural por más de un centenario de años. Tenemos entonces como elección la sociedad china, pero tampoco puede ella servirnos de modelo por las diferencias tan radicales y a veces opuestas que existe con nuestra propia sociedad. Nos queda entonces la sociedad india. Veremos porqué.

En el mes de febrero de este año tuve la oportunidad de asistir a un par de cursos para religiosas en ese inmenso subcontinente. Ya de regreso, tuvimos que hacer una larga travesía iniciándola en el aeropuerto de Chennai, antiguamente llamada Madrás. Dicho aeropuerto asemejaba más a una central de camiones. La única diferencia la marcaba el aire acondicionado. Ahora, después de tres meses de aquella experiencia, estoy escribiendo estas líneas desde el mismo aeropuerto que ha cambiado radicalmente su imagen y que está al nivel y quizás un poco mejor, de cualquier aeropuerto de stándares occidentales.

Una sociedad con ese empuje, con un índice de crecimiento económico considerado de los más altos del planeta en estos momentos en que Occidente sufre de depresión crónica, no puede ser sino fruto de una vida que lleva por dentro. Si bien es cierto que los índices de pobreza son intolerables, hay algo también en esa pobreza que es ejemplar, si puede llamarse de esa manera.

El pobre de la India, no se queja. Lleva su pobreza en silencio, sin protestas o represalias, fruto de un carácter de paciencia ejemplar. No en vano Mahatma Gandhi logró la independencia a base de su luucha de la no – violencia.

Pero esa pobreza, junto con otras situaciones, se viven gracias a unas serie de valores que bien pueden ayudarnos a nosotros occidentales a recuperar nuestros valores perdidos u olvidados. Bástenos mencionar el valor que en la sociedad india tiene aún la familia, el matrimonio, los ancianos, los profesores, la juventud misma y por último el valor de la religiosidad. Cada uno de estos factores podrían servirnos para un estudio exhaustivo. Bástenos por el momento decir que esos valores aún pesan mucho en la sociedad de la India y dan una dirección muy definida a su vivir cotidiano. ¿No habrá llegado para Occidente el tiempo de mirar al Este, a una sociedad fundamentalmente más sana que ella misma?

Si hacemos el análisis de estos factores nos daremos cuenta que logran imprimir un dinamismo muy particular a sus acciones cotidianas. El respeto a la estructura básica de la sociedad, como es el matrimonio, otorga a los ciudadanos la seguridad de un futuro, el sostén de unas personas que le estarán siempre vecinos en los momentos más difíciles. Las relaciones se establecerán siempre en la base de un grupo familiar que impulsa, sostiene y alienta a cada individuo.

El respeto, elemento básico en una sociedad, se establece en la India en base a una jerarquía que comienza con los ancianos en la familia y llega a cristalizarse en los profesores de clase, desde primaria hasta los grados más avanzados de educación, pues no en vano la India es la tierra de los verdaderos gurús.

No se trata de ninguna manera de vivir un sincretismo religioso sino de voltear un poco hacia el Este para que nos venga la nostalgia de recuperar algunos de estos valores y vivirlos con una nueva luz, bajo formas nuevas en una sociedad cambiante.



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