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Homilía para la celebración de las exequias XIV: Jn 14, 1-6
Por Valentín Sánchez Rojas, sacerdote en la Parroquia de Villarta de San Juan (Ciudad Real)


Por: Valentín Sánchez Rojas | Fuente: iglesiaendaimiel.com



El evangelio que acabamos de leer se sitúa en la última Cena de Jesús con sus amigos, y más en concreto, el día antes de morir.

Jesús abre su corazón, tiene una necesidad inmensa de comunicarse, es como su testamento. Pero también es la hora de la tensión, de no saber qué postura adoptar. Es un momento de máxima finura y lucidez. Es un momento en el que uno llega hasta el fondo y comprende como nunca.

Pienso que vosotros, los familiares, estáis viviendo también lo mismo: un momento cargado de contradicciones, de oscuridad y de una luz inesperada. Durante estas horas, seguro que ha pasado por vuestra mente todo lo que habéis compartido con N. Agradecidos a la vida, pero sintiendo que se ha acabado. La muerte y la vida, el amor con toda su fuerza, pero sintiendo la impotencia de su realización plena. Son momentos duros y difíciles.

Jesús nos sabe acompañar.

Jesús se nos ofrece como el amigo que está a nuestro lado incondicionalmente. Él sabe acompañar y escuchar silenciosamente. Aquellos hombres que compartieron con Él la última Cena, el día antes de morir, nos lo ofrecen como amigo.

Él sabe de corazones que no pueden encajar el dolor o sufrimiento ante la muerte. Por eso nos conforta con sus palabras: "Que no tiemble vuestro corazón". La muerte no es el final, hay más vida, mucha más vida, toda una vida en la presencia de Dios.

Jesús hoy nos descubre toda la vida que hemos compartido con los nuestros. Y no como nostalgia, sino como vida definitiva. Pues todo el amor que hemos compartido, el perdón y la entrega con la otra persona, el disfrutar y sufrir juntos,... forma parte de esta casa de todos que es la Casa del Padre.

Jesús nos quiere llevar por el camino de la Casa del Padre.

No resulta fácil. Cuando ha muerto un ser querido, hay demasiadas cosas y demasiados sentimientos para llegar a sentir a Jesús en nuestra vida. Pero siempre podemos preguntarle lo de Tomás: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?". Una y otra vez volvemos a estar desconcertados, y es que la muerte es un desconcierto en las personas.

Y Jesús nos vuelve a decir: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí". El camino de la vida sigue abierto, la muerte no lo puede cerrar. Ese camino está con Jesús, que es la Verdad y la Vida. Es el camino que pasa por el corazón, porque en él hay un recuerdo muy nuestro: el amor que hemos tenido a N, y que para él ahora es vida nueva, vida resucitada.

"Que no tiemble vuestro corazón. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy Yo, estéis también vosotros". Hoy Jesús nos habla directo al corazón porque se presenta como el amigo y Señor de la Vida.


Lecturas para la celebración de las exequias


     







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