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Homilía para la celebración de las exequias VI: Lc 12, 35-40
Por Joaquín Gutiérez Villar, sacerdote en la Parroquia de San Pedro Apóstol, de Daimiel (Ciudad Real)


Por: Joaquín Gutiérez Villar | Fuente: iglesiaendaimiel.com



(Lectura: Rom. 6, 3-9 / Salmo 102)

“La muerte es encuentro y nuestra vida es su preparación”

El evangelio de Lucas nos acerca a la comprensión cristiana de la muerte. Más allá de su aparente realidad de final del camino, de término de la vida, de trágico desenlace, la muerte es un encuentro, o mejor, un re-encuentro con el Dios que, no sólo nos da la vida temporal y terrena, sino que nos hace partícipes de su propia vida divina: Si somos hijos por el Bautismo, seremos herederos de su Reino.

Ante tal encuentro gozoso y definitivo, nuestra esperanza en la resurrección nos anima a desarrollar ya aquí las actitudes y comportamientos propios del que espera con ilusión recibir a Aquel que viene porque nos ama. La muerte es encuentro, y nuestra vida es su preparación. Veamos las actitudes que nos propone Jesús en el evangelio de Lucas:

“Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. Estad preparados y dispuestos para acoger al Señor que está viniendo continuamente a animar y fortalecer nuestra esperanza: Viene en la Eucaristía, en su Palabra y en toda Persona que necesita nuestra compañía y ayuda. Somos “candiles” que portan la llama de la fe, la presencia del Señor, en nuestras palabras y obras. Somos instrumentos de la Luz de Cristo. Hemos de estar en “traje de faena”, utilizando lo que somos y tenemos para construir a nuestro alrededor un ambiente más humano y fraternal.

“Dichosos ellos si al llegar los encuentra en vela”. La alegría del encuentro desborda el trabajo de la espera; y la misma espera adelanta el entusiasmo del encuentro. Vivimos ya un anticipo del gozo eterno. Merece la pena el esfuerzo y sacrificio de vivir aquella nueva identidad de hijos y hermanos. La lucha por la igualdad y fraternidad, la entrega y servicio generoso a los demás, la oración confiada, son signos de la presencia del Señor, que, no sólo vendrá al final, sino que nos acompaña en nuestro caminar y sostiene con su Espíritu nuestra débil voluntad.

“Estad preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo de Dios”. Es una llamada a la constancia, a hacer definitivos nuestros compromisos, a trabajar y orar con dedicación, a dar importancia a nuestro vivir diario, a nuestra rutina cotidiana. Porque es en nuestro caminar día a día, en los pequeños detalles, en la normalidad de la vida, donde hemos de ir descubriendo la presencia del Señor. Él nos sorprende, se presenta sin avisar, o mejor está siempre a nuestro lado. Por eso hemos de estar atentos, vigilantes, para descubrir su presencia y preparar nuestro encuentro.

“Si supiera el dueño a que hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete” Es un toque de atención a nuestra dejadez, pereza o comodidad. La relación con Dios, como el encuentro con los demás, no se improvisa. Las cosas importantes se preparan, las relaciones necesitan su tiempo. No debemos dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Y si ya sabemos que somos hijos por el Bautismo, hemos de vivir desde ahora como hermanos.

Y más allá de nuestra limitación y debilidad a la hora de vivir estas actitudes y comportamientos está la Bondad de Dios: “el Señor es compasivo y misericordioso”.


Lecturas para la celebración de las exequias

 







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