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Homilía para la celebración de las exequias X: Jn 6, 51-59
Por Benjamín Rey Soto, sacerdote en la Parroquia de San Juan Bautista de Alcázar de San Juan (Ciudad Real)


Por: Benjamín Rey Soto | Fuente: iglesiaendaimiel.com



“El que come de este pan, vivirá para siempre”

“Vivir para siempre” es un deseo que late en la profundidad de nuestra existencia. Hay algo en nosotros que no se conforma con la condición mortal, temporal y limitada que nos asigna el presente. Cuando amamos no construimos para la muerte; cuando soñamos o planeamos el futuro no construimos para la muerte. Luego la muerte nos sorprende siempre a mitad de la jornada y tenemos que entregarle nuestras realizaciones inconclusas, pero no eran para ella. Nos pasamos la vida buscando perpetuarnos (en la descendencia, en las obras, en el recuerdo,...) porque en todos late un profundo deseo de vivir para siempre, aunque, a veces, quede camuflado detrás de unas tremendas ansias de apurar y disfrutar el presente.

Hemos acudido hoy al Templo a despedir a nuestro hermano .................... . Traemos en el alma la ansiedad y el dolor de los que tropiezan ante el muro de la muerte, pero eso no puede apagar la confianza en una Vida que se escribe con mayúsculas y cuyo anhelo experimentamos de mil maneras.

Si la muerte tuviera la última palabra, Dios no sería Dios, sería un dios vencido por el poder de la oscuridad.

Si la muerte tuviera la última palabra, fallaría el eje de nuestros sueños y las esperanzas más humanas quedarían abortadas a mitad de camino.

El Evangelio que hemos escuchado nos habla de vida, porque no puede ser de otro modo. Poner los ojos en el Dios de Jesucristo es poner los ojos en el Dios de la Vida, con la confianza de que nuestra gente está llamada a vivir en El, y en la esperanza de encontrar vida plena en El.

Pero en una cosa recala también la Palabra que hemos escuchado: para gustar todo esto “hay que comer la carne del Hijo del Hombre y beber su sangre”. Si uno no nutre su vida de Jesús, de su Palabra, de la Eucaristía, si no saborea como propias la entrega que El hace de sí mismo al Padre y a los hermanos,... si uno no trata de vivir todo esto, pues es como si le hablaran en chino. Ansiará la vida, pero se estará situando lejos del venero que la nutre. Escarbará la tierra buscando betas de eternidad, pero el filón que contiene la dicha más plena caerá lejos de su campo.

Cuando uno se acerca a Jesús empieza a entender las claves que conducen a una vida fecunda e íntegra.

Fue el Padre quien resucitó a Jesús de entre los muertos, y premió la entrega y la coherencia de su vida con la resurrección. Para nuestro hermano .......................... esperamos también el premio de la resurrección.

Que Dios le regale a él la vida eterna y a nosotros las fuerzas para no dejar nunca de nutrirnos con el alimento que conduce a la eternidad.


Lecturas para la celebración de las exequias







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