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No hablamos de la enfermedad sino del enfermo
El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, llamó a


Por: monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz | Fuente: http://www.aica.org



Para un cristiano la persona del enfermo se convierte en una presencia reveladora de Jesucristo. Si le preguntáramos al Señor cuándo te vimos, él nos diría como en el evangelio, cuando visitasteis a un enfermo ahí estaba yo, era a mí a quien visitaron.

Jesús no quiere el mal, ni la enfermedad, ni la pobreza, es más, nos llama a trabajar y se alegra con los adelantos que posibilitan ir avanzando en temas de salud, de calidad de vida como de superación de la pobreza. Pero también nos habla de la dignidad de la persona en todas las circunstancias de su vida, de modo especial cuando esa persona se encuentra en situaciones de debilidad física, moral o espiritual.

La enfermedad es una carencia, el enfermo es una persona que camina cerca de nosotros; a ellos hay que saber descubrirlos y amarlos. Esto nos hace bien a nosotros. Cuánta necesidad tenemos de abrirnos a nuestros hermanos enfermos para conocer su situación y ponernos a su servicio. Ellos necesitan de nuestra presencia. Cómo se ilumina el rostro de un enfermo cuando se siente reconocido y tenido en cuenta.

Una sociedad que descuida al enfermo, es una sociedad que se ha empobrecido moralmente. Podríamos decir que el nivel de atención al enfermo marca el nivel moral de una comunidad.

En este sentido quiero valorar y alentar la obra permanente y silenciosa de la Pastoral de la Salud, que en cada Parroquia son un signo elocuente de fidelidad al evangelio y de amor a nuestros hermanos.

No quiero olvidarme en esta reflexión de aquellos que por vocación y trabajo son la presencia diaria en el cuidado de los enfermos, me refiero a los médicos y a las enfermeras y enfermeros, como a todo el personal que desarrolla su actividad en Hospitales, Clínicas, Centros de Salud y Hogares de personas mayores. Ellos merecen en este día nuestro reconocimiento como también nuestra gratitud y oración. Tuve la oportunidad en estos días de visitar algunas casas de atención a enfermos y a personas mayores, pienso en el Vera Candiotti aquí en Santa Fe, como en un Centro de abuelos del barrio de Santa Rosa de Lima, cuánta delicadeza en la atención y espíritu de solidaridad he visto. En estos lugares se percibe esa reserva moral de una sociedad, que no olvida a sus hermanos más necesitados. Pienso en las cooperadoras y voluntarios, especialmente quiero destacar la presencia de jóvenes que donan su tiempo para visitar y acompañar esta realidad que nos pertenece.

Quiero tener presente muy especialmente a aquellas personas que padecen alguna discapacidad, quienes a pesar “de las limitaciones y los sufrimientos grabados en sus cuerpos y en sus facultades, ponen más de relieve la dignidad y grandeza del hombre” (Lab.Ex. 22).

Doy gracias a Dios que en nuestra Arquidiócesis contamos con la presencia de la Fraternidad Cristiana de Enfermos y Discapacitados, ellos no esperan tanto ser atendidos, sino que ellos mismos se consideran protagonistas en la tarea de promoción y evangelización de sus hermanos. Son un testimonio en el dolor y una docencia para todos.

Queridos amigos, que hoy despierte en todos nosotros el deseo de acompañar a esta realidad tan humana y tan evangélica. Reciban junto a mis saludos mi bendición en el Señor Jesús y María Nuestra Madre.

Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz







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