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Nacho y sor Venancia
Cristo que sufre


Por: Paterpan | Fuente: Catholic.net



Mi amigo Nacho, es joven y además de una posición laboral envidiable a sus veinticuatro años, es cantante y guitarrista de un grupo de rock. Hace pocos días le invité a desayunar en “mi Hospital”, donde por cierto hacen unos churros buenísimos. La cierto es que no le agradó mucho la idea de “entrar” en un centro sanitario: “le daba miedo”. Yo comprendo su actitud. Normalmente asociamos a la realidad hospitalaria enfermedad, dolor, muerte...,y eso no nos gusta. Es verdad que Nacho ha tenido también su experiencia de enfermedad en un ser querido para él como es su madre, y por eso la visita le recordaba aquellos momentos nada gratos. Poco a poco se fue entrando en ambiente y desayunamos rodeados de médicos, enfermeras, auxiliares y familiares de enfermos. La reacción de Nacho suele se frecuente en muchos. He de confesar que a mi también me sucedía antes de desarrollar mi labor pastoral en este lugar que yo llamo “antesala del cielo”.

Quizás, porque nos cuesta entrar en un hospital dando nuestro tiempo al enfermo, quizás porque es duro dejar a un lado nuestros problemas y ocupaciones para “ponernos en el lugar del otro” que sufre...:visitar a los enfermos es una obra de misericordia del cristiano y uno de las “preguntas del examen final” que nos hará Jesús: “estuve enfermo y me visitaste”.

Por eso quisiera subrayar hoy la entrega, la dedicación, el servicio de todos aquellos, hombre y mujeres, que están entregando sus vidas al cuidado, la atención y la salud de tantos y tantos enfermos. Y muy especialmente aquellos, hombres y mujeres, que por amor a Dios y a los hermanos, han seguido una vocación divina que les ha llevado por los caminos del acompañamiento y dedicación a los hombres heridos por la enfermedad. Pienso concretamente en las religiosas de mi hospital y en tantas y tantas religiosas que de manera anónima y escondida han dedicado lo mejor de sus vidas a los enfermos. Muchas veces en situaciones bien difíciles o en lugares paupérrimos, sin medios ni medicinas, pero con mucho amor. ¡Toda una vida, desde bien jóvenes!. Por ejemplo, hace bien pocos meses, marchaba a una residencia de hermanas mayores, Sor Venancia, después de 60 años, si ¡60!, dedicados al hospital. Nunca ha sido noticias en periódicos o televisiones, es más se marcho en silencio, sin ruido, como había vivido siempre...

Creo que todos hemos de agradecer esta entrega y hemos de pedir a Dios que nunca le falten a su Iglesia, hombres y mujeres, que sepan ver en el hermano enfermo, al mismo Cristo que sufre. Sin duda que su recompensa será grande en el cielo.

 







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