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Un hijo drogadicto
Testimonio de un matrimonio


Por: Sr. "X" y Sra. "Z" | Fuente: Catholic.net




Llevamos casados ya 43 años. En este tiempo de vida matrimonial, pensamos que los momentos más felices, como esposos y padres, han sido el nacimiento de nuestros hijos, y todos los preciosos momentos que hemos estado juntos. Asimismo queremos mencionar el gozo de tener nietos, y el orgullo de tener una buena familia.

También hemos pasado momentos muy difíciles, como fue la adicción a la droga de uno de nuestros hijos. Fue muy duro verlo entrar en ese mundo, pero…, gracias a Dios ya todo pasó, y ya está mucho mejor ciertamente. Sí, mucho mejor.

Además tuvimos que afrontar negocios serios que supusieron grandes problemas financieros, que no es el caso relatar en esta ocasión. Lo superamos poniéndolo todo en manos de Dios, rezando intensamente, y así, finalmente, todo se solucionó y quedamos tranquilos.

La clave para mantenernos juntos hasta ahora y a través de todos los momentos difíciles ha sido nuestra fe, nuestro amor a Dios, y nuestro amor recíproco. Uno nunca sabe ni se imagina qué es lo que le espera en el futuro, gracias a Dios. No sé cómo reaccionaríamos si lo supiésemos. Lo cierto es que para afrontar los momentos difíciles uno necesita una buena base. Nosotros encontramos esta ayuda y soporte en nuestra fe religiosa. Una fe sencilla, normal, pero que en esos momentos como que sale más purificada y más fuerte. La fe, hecha certeza, de que a pesar de todo y por encima de todo, aunque no lo entendamos, Dios guía nuestras vidas.

Si tuviésemos que volver a empezar nuestro matrimonio seguiríamos conservando nuestra dependencia de Dios, seguiríamos poniéndole a Él en primer lugar, por encima de todas las cosas. Intentaríamos mejorar más aún, si cabe, nuestra confianza en su Divina Providencia. Procuraríamos dejar de lado nuestro miedo y falta de fe total.

Y, simplemente, evitaríamos el estar demasiado ocupados con cosas superficiales, que nos restan energías para amar a Dios y amarnos el uno al otro. Es curioso cómo en nuestra sociedad queremos siempre tener más y más cosas. Tenemos una sed de cosas nuevas y llamativas. Con el paso de los años, vamos aprendiendo a dejar a un lado aquello que no esencial, y a tomar en cuenta lo que es realmente importante, comenzando por las personas que viven a nuestro alrededor, pues con frecuencia, en el pasado, hemos preferido las cosas a las personas.

Desearíamos vivir el resto de la vida con paz, disfrutando amorosamente uno del otro y de nuestra maravillosa familia, y más cercanos a la Sagrada Familia, nuestro ideal.


Reflexión:

Ha querido esta hermosa familia permanecer en el anonimato, y respetamos su silencio.
Me ha llamado la atención una de las causas de mayor sufrimiento para ellos: “la adicción a la droga de uno de nuestros hijos”.
Quizá le pasó a este joven lo que a un amigo de mi hermano. Desde un hospital de Madrid, este amigo escribía esto: "Después del pinchazo, me pareció que una llamarada de fuego me pasaba por el brazo y recorría todo mi cuerpo a través de las venas. Al ponerme de pie, tuve la sensación de que flotaba... Poco tiempo después, la heroína llegó a ser tan vital para mí como mi propia existencia. Cuando comencé a tratar de vivir sin ella, me ocurrían cosas terribles. Me ponía muy nervioso y no paraba un instante de tiritar. Me asaltaban continuas oleadas de frío y luego de calor. Vomitaba durante horas hasta no expulsar más que sangre. Los calambres me recorrían el cuerpo por las piernas y la espalda haciéndome rodar por el suelo a causa del dolor. Me subía y bajaba el ritmo respitario, la presión y la temperatura. También tenía repentinas contracciones musculares, diarrea, me quemaban los ojos... Te prometo que quería morirme..." (Este testimonio está sacado de un libro estupendo que te recomiendo: ¿Qué esperas para ser feliz? de Marcelino de Andrés, Atenas, 1997).

Parece que el hijo de esa familia no llegó a tanto, pero conozco, por desgracia, muchos otros casos que sí. Y... ¿cómo no van a sufrir los padres, viendo a su hijo esclavo de tan repugnantes amarras? ¿Qué manos podrán liberarle? ¿El Estado?, ¿la policía?, ¿los médicos?, ¿la fuerza de voluntad del interesado?, ¿la compresión de sus familiares?, ¿las lágrimas de su madre?, ¿las manos de Dios...?




 







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