Menu



Una sociedad consumista

Una sociedad consumista
¿Sabes una cosa? Mira, Señor, en esta sociedad consumista se ha perdido el sentido de la providencia.


Por: P. Felipe Santos |



Hola Jesús

Me siento una joven programada. En cada instante el reloj o la sirena me marcan lo que tengo que realizar. Esto no es vida, me pregunto muchas veces. Trabajo en exceso para pagar el piso, los electrodomésticos y el coche y...añade lo que quieras. Muchas veces le pregunto a mi novio si merece la pena tanto afán. El me responde que hay que instalarse a todo confort. ¿Pero no ves que es a costa de nuestra salud y a costa de no hablar casi nunca?

Cállate. Hay que figurar que estamos bien ante todos los vecinos del barrio. Pertenecemos a una clase social media. No podemos vivir en cualquier sitio y sin tener las cosas que ellos tienen.

En esta situación me encuentro, Señor amigo. Una realidad muy actual en nuestros días. Con frecuencia me viene a mi memoria y a mi corazón de joven, harta de trabajar, tus palabras: "El Señor es mi pastor”.

De noche, cuando me voy al descanso, no estoy tranquila. El estrés aparece en mi cuerpo y en mi alma. Ni siquiera puedo dormir bien y a gusto. Me asaltan pesadillas de bancos y de almacenes. Las facturas me martirizan. Tus palabras, sin embargo, me están rondando la cabeza. La paz que me dan, logran que la ansiedad se esfume de mí.

Hablo de vez en cuando con mi futuro marido. El me ve mal: en mi aspecto físico, en mis nervios que saltan a la primera. Le digo que vivamos al día. Vivamos cada instante con la transparencia de tu palabra. También él, a base de tantos esfuerzos, comienza ya a notar en su vida complejos de que no va a estar todo preparado para el día señalado de la boda.

Tu eres mi Pastor. Yo soy tu criatura amada, aquella que siempre conociste admirando a las ovejas paciendo en la pradera; aquella que se extasiaba mirando los cielos y las nubes, las sombras y la arboleda. Aquellas ovejas iban cada día a sus pastos. No tenían más preocupación que mirar a su pastor, al perro, al abrevadero y la sombra infinita de las encinas.

¿Sabes una cosa? Mira, Señor, en esta sociedad consumista se ha perdido el sentido de la providencia. Todo tiene que estar en bancos, en cartillas de ahorros... Nada se deja a la improvisación y a la actuación de tu providencia. Nada o casi nada. Sólo tus hijos auténticos se fían de tu providencia.

Me encuentro algo desdichada. Todavía no ha llegado el día de mi matrimonio. De seguir así, creo que voy a llegar a él – si llego – enferma y agotada. Me lo estoy pensando en serio. La vida que me aguarda hasta los cuarenta años no es nada halagüeña. Prefiero que sea la fuerza de tu Espíritu la que guíe mis pasos por sendas de auténtica vida.

Mi amigo, sin embargo, no presta atención a mis quejas. El va a lo suyo: a figurar y aparentar. Los dos grandes ejes sobre los cuales gira gran parte del mundo actual.

...Y he aquí, Señor, que esta noche, me he despertado sobresaltada, acobardada e indecisa. Me dirijo a ti, como amigo del alma, para que me des alientos en esta lucha dura por romper con estos moldes inhumanos.

... Pasados algunos días, le comuniqué a mi novio mi pensamiento sobre toda esta barahúnda de cosas. Se lo dije cara a cara y con seriedad : o cambiamos de modo de vida o no aguanto más. Se quedó de una pieza. No sabía qué contestarme. A los pocos días me dio la respuesta que esperaba:” Mira, tienes razón. He estado en el médico y me ha dicho que de continuar con este género de vida, el corazón me va a jugar una mala partida. He decidido cambiar de estado social de vida e irnos a un sitio sencillo. No nos hacen falta muchas cosas. Lo fundamental lo tenemos: el amor que nos profesamos. Y nuestro matrimonio durará por siempre. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. Uno de los fundamentos que fallan en nuestra sociedad es la facilidad en romper lazos afectivos por falta de perseverancia en las relaciones de pareja. No se crece cada día. Se cae en la rutina y, de esta forma, vienen las separaciones y los divorcios. Son indicios de un amor inmaduro en la pareja.

Cuando le oí hablar de esta manera, mi alma se llenaba de una luz serena. Tú eres mi pastor. Nunca me abandonas

Gracias , Señor, por haberle cambiado el corazón a mi novio, y enhorabuena al doctor que le ha dicho esas palabras que le han convencido de lo esencial de la vida: vivir al día y en amor.

Con cariño, Teresa, 23 años







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |