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Fiesta Brava, ¿fiesta cruel?

Fiesta Brava, ¿fiesta cruel?
Dios dispuso al hombre como administrador de la naturaleza ¿Son éticas las corridas de toros?


Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net



Domingo de sol. Han sonado las cuatro de la tarde y al toque del clarín un jinete en su caballo blanco andaluz parte plaza.

Detrás de él, vienen los toreros vestidos de luces con sus cuadrillas que se batirán a muerte frente al toro.

Este espectáculo se repite de temporada en temporada en cada uno de los pueblos con fuerte ascendencia ibérica.

Podrá cambiar el caballo andaluz por un alazán charro muy bien puesto, pero la fiesta es la misma, las comparsas idénticas y el sabor de fiesta que cada corrida de toros tiene es un espectáculo que se comparte desde la famosa plaza de "Las Ventas" hasta la más improvisada plaza con un cerco de maderas viejas y tarimas apretujadas a manera de tendido.

Recuerdo que, a propósito de las corridas de toros, se inició en un país de Latinoamérica una fuerte campaña en contra del espectáculo taurino.

Los grupos ecologistas no perdían la más mínima oportunidad para oponerse a las corridas, esgrimiendo como slogan publicitario la imagen de un toro echando sangre a borbotones por la nariz con la frase: nada lo justifica, al pie del cartel.

Debemos reconocer el esfuerzo de estos grupos ecologistas en pos de la defensa de la naturaleza, de los animales.

Pero, ¿qué podemos pensar cuando un embrión de caguama tiene mayor estatuto jurídico y se le defiende más apasionadamente que a un embrión humano?

¿Exageraciones? ¿Cuál es la pena por realizar un aborto de tortuga, es decir, comerse un huevo de tortuga? En algunas legislaciones la suma llega a ser de varios cientos de dólares.

¿Y cuál es la pena por practicar un aborto humano? En algunas ocasiones no solamente no se debe pagar multa alguna sino que el mismo Estado, con los impuestos del pueblo, lleva a efecto el aborto.

La diferencia entre un hombre y un animal reside en que el primero es un ser espiritual y el segundo no.

Los animales, si bien es cierto, forman parte de la creación, no son partícipes de la vida divina, no poseen la capacidad, entre otras muchas cosas, de ser hijos de Dios, de conocer a Dios y de llegar a Él.

Si bien es cierto que su vida no es indiferente para Dios, no se puede equiparar con la vida de un hombre. Ya lo dice el salmista: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de Él, el ser humano para darle poder?.

Sin embargo, no podemos gozarnos con el sufrimiento de los animales. Son obra de Dios, pero no son igual que el hombre.

Antes bien, Dios dispuso al hombre como administrador de la naturaleza. Como dice el Génesis: Sometan y dominen la tierra. Te doy poder para que domines sobre las bestias del campo, sobre las aves del cielo.

El hombre está por encima de la creación, no para abusar de ella y crear catástrofes ecológicas, sino para servirse de ella de la mejor manera posible.

¿Qué en las corridas de toros sólo se va a ver sufrir al toro? El animal no tiene conciencia del sufrimiento, como lo tiene el hombre. En una corrida de toros no se busca el sufrimiento del animal.

En una corrida de toros va por delante la destreza del torero, el arte de enfrentarse y sacar lo mejor del toro, el deleitar a un público exigente que busca un sano entretenimiento y el dar gloria a Dios por los dones concedidos a la inteligencia humana y a la belleza y bravura de los animales.

¡Olé!


Comentarios al autor:gsanchez@arcol.org







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