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En el mercado de Dios

En el mercado de Dios
12 domingo ordinario. Ciclo A. El valor de un alma.


Por: P. Gustavo Vélez | Fuente: Catholic.net



12 domingo ordinario. Ciclo A.



“Dijo Jesús: ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y sin embargo, ni uno solo de ellos cae al suelo, sin que lo disponga vuestro Padre”. San Mateo, cap. 10.



“El niño de María y José se pasaba las tardes cazando pajarillos en las afueras de Nazaret, con sus parientes Abdiel y Nahum. Tendían sus trampas entre los arbustos, pero las aves preferían posarse sobre los hombros y la cabeza del pequeño Jesús, y desde allí rompían a cantar”. El párrafo parece tomado de un evangelio apócrifo.



La versión castellana de San Mateo nos habla de gorriones. “Passer domesticus”, dirían los científicos. Una especie que habita en casi todas las zonas del planeta. Aliado del hombre por su capacidad de consumir insectos y gusanos, puede vivir desde veinte meses hasta doce años.

La Biblia, escrita en un ambiente campesino, menciona en sus páginas muchas clases de aves. Tórtolas y palomas se vendían en los atrios del templo para las ofrendas de los pobres. Pero no consta que se ofrecieran gorriones. Sin embargo, los muchachos también los espiaban por el gusto de cazarlos.

El Maestro, desde su personal experiencia, encuentra aquí una tierna comparación para invitarnos a la confianza. “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y sin embargo, ni uno solo de ellos cae al suelo, sin que lo disponga vuestro Padre”.

Sujetos a muchas vicisitudes, vivimos acosados continuamente por diversos miedos. Y aquí el Señor clasifica los peligros: Unos de orden apenas material y por lo tanto leves y transitorios. Otros de mayor cuantía, que amenazan nuestro fin último: ¿Qué nos espera más allá del muerte? .“Temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo”.



Los salmos dejan constancia de los muchos temores que padecían sus autores. El pueblo escogido estuvo siempre amenazado de catástrofes naturales, enfermedades, divisiones internas, invasiones. Pero aquellos hombres piadosos que redactaron tan hermosas plegarias, nos enseñaron que Dios es siempre nuestro apoyo y defensa: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?. El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”



San Pablo escribiendo a los corintios, hace una lista de las tribulaciones que ha soportado por causa del Evangelio: “Viajes frecuentes, peligros de ríos, peligros de salteadores, peligros de los de mi raza, peligros de los gentiles. Peligros en ciudad, en despoblado, por mar, entre falsos hermanos. Trabajo y fatiga, noches sin dormir, hambre y sed, frío y desnudez”. No era el apóstol ningún pintado en la pared en relación con su tarea apostólica. ¿Podría alguno de nosotros añadir otras adversidades a tan extensa letanía?



Pero a la vez, escribiendo a los romanos, el apóstol nos ofrece el remedio para tantas calamidades: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez? En todo salimos vencedores, gracias a aquel que nos amó.”



Cuando nuestras fuerzas flaquean, porque todo alrededor se ha oscurecido, vale la pena aislarnos en algún rincón silencioso, para sentir que el Señor conoce a profundidad qué nos agobia y la densidad de nuestros miedos. Para comprobar que en el mercado de Dios, valemos más que muchos pajarillos.



semisiones@une.net.co







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