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El Reencuentro.

El Reencuentro.
Pero también sé que no dejaste de llamarme, hasta que volviera a Tí. ¡Qué misteriosos son Tus Caminos!


Por: Oscar Schmidt | Fuente: Catholic.net



Me dices Yo quiero. Te respondo no puedo.
Me pides escúchame. Te digo ¿Quién eres?
Me dejas a solas. Te reclamo ¿por qué me abandonas?
Me miras en silencio. Yo miro al mundo.
Me esperas. Te ignoro.
Me buscas en mi desesperación. No se qué puedas hacer Tú por mi.
Aguardas mi agradecimiento. Y yo me alegro de mi buena estrella.
Me das un talento. ¡Qué bueno soy en lo mío!
Tocas mi corazón. ¿Qué es este sentimiento extraño que me invade?
Alegras mi vida. ¡Qué divertido que es esto!
Entristeces mi día. ¡Necesito terapia!
Me propones tus silencios. Me envuelvo en mil ruidos.
Me envías tu paz. Me lleno de angustias.
Te llevas a mi padre. ¿Por qué me haces esto?
Me llenas de consuelo. ¡Qué bien me siento hoy!
Me envías a alguien bueno. ¡Qué persona tan anticuada!
Me hablas de Espíritu. Yo busco lo mágico.
Me enseñas de tus cosas. ¿Has visto la última película?
Me pides oración. Yo leo revistas.
Quieres hablar conmigo. ¿Me estaré volviendo loco?
¿Qué más puedo hacer Yo para salvarte?
Permites que me enferme. ¿Dónde estás mi Dios? ¡Te necesito!

Yo siempre estuve aquí, contigo. De niño te miré, soñé con un futuro de heroísmo, con días de gloria en medio de las violencias a las que te sometería el mundo. Y tu mirada, ¡tu mirada!, se elevaba y encontraba Mis Ojos. Nada se interponía en nuestra unión, éramos tú, y Yo, nadie más. Eras bueno, pequeño, y soñabas también con Mis mismos sueños. Pero luego, bajaste tu mirada y nunca más volviste a mirarme, a Mí.

Lo sé, Jesús. Tantas veces me buscaste, me quisiste hablar de nosotros, de esos momentos en que éramos amigos, entrañables amigos. Es que, ¿sabes?, yo me perdí. No sé que pasó, pero me perdí en este laberinto que es el mundo. A veces me parecía oír Tu Voz que me llamaba. Pero los gritos a mi alrededor no me dejaban concentrarme, y luego…y luego no sabía si eras Tu o era yo que me estaba volviendo un poco loco. Porque aquí dicen que tenerte como amigo y confidente, es locura. Pero ahora veo, mi Señor, que si es locura. ¡Es locura de amor! Es una santa locura la de saber que estás conmigo, porque el que está perdidamente loco es el mundo, con su pretendida cordura. Maldita cordura, Señor, la del mundo. Mata el Espíritu, mata la esperanza, mata la fe.

¡Estoy tan feliz de estar contigo! Pensé que era muy tarde, porque muchas veces te dejé sólo, pero es que no sabía de lo grande que es Tu Amor. No, no es tarde, porque Tú me has recogido y subido a bordo de tu barca. Y ahora, mi Jesús Bueno, ¿cómo seguimos nuestra historia? He perdido muchos años, nada sé. He dejado crecer malezas en mi interior, que de nada sirven a mi proyecto. Son cosas que aprendí, feas, superficiales, inútiles. Aunque, ahora que me lo insinúas, tienes razón. Son esas las mismas cosas de las que se habla en el mundo. Tú, Tú quieres que las utilice para tender un puente y hacer oír Tu Voz a otros, ¿verdad?

Claro, ¡cómo no lo comprendí antes! Nada es en vano, estos caminos recorridos no fueron totalmente inútiles, porque me han servido para aprender a comprender la forma de pensar de quienes están aquí, conmigo. Ahora, con Tu ayuda, sólo debo poner todo eso al servicio de Tus deseos, de Tu Querer.

Me pregunto, ¿había otro camino para mi, o siempre supiste que iba a ser de este modo? Estoy convencido de que Tú tenías planes mejores para mi vida, que yo arruiné. Pero también sé que no dejaste de llamarme, hasta que volviera a Tí. ¡Qué misteriosos son Tus Caminos!

Mis Caminos, no son tus caminos. Y ahora, ¿qué haremos con tu enfermedad?

¿Mi enfermedad, Señor? Pues, sólo me interesa que lo que me quede de vida sea suficiente para comprar un minuto de Tu Amistad, un minuto aquí y luego la eternidad. ¿Acaso vale algo todo lo demás?







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