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¿Nostalgia, mimetismo o nuevo humanismo?

¿Nostalgia, mimetismo o nuevo humanismo?
"La base para que una universidad sea católica radica en que tiene "una forma específica de usar la razón y el corazón en todo, desde la fe, para buscar la verdad y el amor".


Por: P. Florencio Sánchez L.C | Fuente: www.elsentidobuscaalhombre.com



Sacerdote Florencio Sánchez, LC, director de Pastoral de la Universidad Francisco de Vitoria y director del Instituto John Henry Newman.



I) IDENTIDAD O MIMETISMO

LA PREGUNTA POR LA IDENTIDAD


Es de gran actualidad en las empresas, pero también en las universidades, la reflexión sobre la propia misión. Se preguntan cuál es su misión corporativa, su visión de sí mismos en el futuro y sus valores.

Sin embargo la pregunta por la propia identidad hecha por una universidad católica es algo diversa: ¿de dónde venimos y para qué existimos? Es una pregunta hecha desde el corazón, ante Dios y ante la Iglesia. No es para posicionarse ante la competencia, sino para encontrarse a sí misma en un mundo universitario del siglo XXI complejo, lleno de grandes luces y sombras, con sus episodios de laicismo como el que actualmente vivimos.

Venimos de la misión de la Iglesia -Ex Corde Ecclesiae-: salvar al hombre, rehumanizarlo por medio del encuentro con Cristo y así suscitar ambientes nuevos, sociedades nuevas. Nuestro ser es éste y hay que saber expresarlo de manera madura al mundo universitario del siglo XXI.

LA PROPUESTA DE IDENTIDAD

Una pregunta seria por la propia identidad lleva a una respuesta seria, profunda, atrayente. La Ex Corde Ecclesiae (n 4) define la universidad como una comunidad de maestros y alumnos que busca la verdad, movida por el gaudium de veritate. Y Benedicto XVI quiso decir en La Sapienza (ene 08) que el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad.

Puede ser que esta definición nos suene a conocida o sabida, pero sería iluso no reconocer que esta centralidad de la búsqueda de la verdad en la definición de una universidad no es algo común hoy en día. Podríamos decir que es casi contracultural.

Benedicto XVI (ene 08) en el mismo discurso se preguntaba ¿Qué tiene que hacer o qué tiene que decir el Papa en la universidad? Y respondía tiene la misión de mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar una y otra vez a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien, a buscar a Dios; y, en este camino, estimularla a descubrir las útiles luces que han surgido a lo largo de la historia de la fe cristiana.

Lo que el Papa tiene que hacer y decir en La Sapienza es lo que la universidad católica y los católicos en la universidad tienen que hacer y decir al gran mundo universitario. Una universidad será católica, no porque tenga una capilla, programas de pastoral, o crucifijos en las clases. Ni siquiera porque además tenga alguna materia de teología perdida en el mar del resto de las asignaturas. Lo católico en la universidad es, sobre todo, una forma específica de usar la razón y el corazón, en todo: en clases, en lecciones magistrales, en discursos, en las homilías... Una forma de usar la razón desde la fe, para buscar la verdad y el amor.

Cuando hablamos de búsqueda de la verdad no nos estamos refiriendo a una verdad abstracta, meramente teórica, intelectualista. Se trata de dejar que salgan de dentro unas preguntas que atraviesan la historia de los hombres, preguntas que todos -profesores, alumnos y personal no docente- llevamos en la mente y el corazón: ¿quién soy, de dónde vengo, a dónde voy?; ¿qué tipo de persona quiero ser en la vida?; ¿tiene sentido amar, ser honrado en la profesión?; ¿existe un Creador o todo viene del azar?; ¿a dónde va la historia?...; Una comunidad que se genera en torno a esta búsqueda es una auténtica universidad. Veremos lo que esto tiene que ver con el curriculum ordinario.

Podemos afirmar esta identidad, con su planteamiento contracultural, siempre y cuando nos apoyemos en una sólida y madura antropología.

En la Universidad Francisco de Vitoria trabajamos una antropología elaborada en torno a un concepto nuclear: el hombre como buscador. El deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre, está inscrito en su corazón; de ahí el amor a la sabiduría, que hace que todo hombre sea, por naturaleza, alguien que busca sentido. Eso le define como un buscador, un proyecto incompleto llamado a realizarse a través de esa búsqueda.

El hombre es cabeza y corazón, inteligencia y voluntad, afectos, decisiones, y una historia personal. El hombre, buscador, tiene un motor: su libertad. Y la libertad de cada uno pone en juego toda su persona para encontrar una razón de ser. En la universidad el principal campo de juego de esa búsqueda es la razón, ciertamente, pero para el bien de toda la persona. Aunque parezca una imagen exagerada, podríamos decir que el hombre que busca está vivo, el que no, está en coma intelectual.

Resumir nuestra antropología en torno a la idea del hombre como buscador de sentido, es una forma muy adecuada al carácter de una comunidad universitaria.

Una cuestión fundamental también es ¿existe la neutralidad antropológica? Hay que darse cuenta de que todo grupo humano organizado para una tarea -y muy especialmente si el fin es la enseñanza- tiene una idea del hombre de fondo, unos valores, unos fines, unos códigos de conducta... una antropología.

Que en una institución no se plantee de forma explícita cuál es la antropología que la inspira no significa que carezca de ella. Si no tuviera una antropología elaborada, sería una institución que inconscientemente estaría al servicio del pensamiento dominante de la sociedad en la que esté inmersa. También si es una universidad.

IDENTIDAD = YO Y MI HISTORIA

Identidad es saber cómo se ha llegado al momento presente, por qué se vive como se vive y se piensa como se piensa.

DE LA UNIVERSITAS A BOLONIA

Una palabra sola que subraye la importancia de conocer la historia de la universidad para poder afrontar con rigor y sabiduría el momento presente. Hay que saber cómo y porqué la universitas medieval cedió paso a la universidad moderna encandilada por la nueva ciencia del XIX y del XX, y cómo mutó en la universidad actual, entendida como empresa proveedora de los profesionales que necesita la sociedad, y en la que es difícil reconocer la vocación original de esta institución. Situarnos con pie firme en el presente. Vencer el mal de una universidad sin historia, sin pasado, con el bien de una universidad situada en su tiempo, con pasado, presente y, por tanto, futuro.

Es importante conocer bien esta historia para poder explicar a una sociedad que sólo espera de la universidad buenos profesionales, que, es más acuciante aún la necesidad de que esa alta capacitación profesional, esté sostenida en una humanidad diferente, más madura, y más integralmente formada. Necesitamos no sólo buenos profesionales, sino más aún, buenos hombres y mujeres.

DE LA ESCOLÁSTICA AL PENSAMIENTO DÉBIL

Si la vida intelectual es la sangre que corre por las venas de la universidad, importa conocer a fondo la evolución del pensamiento y de la cultura desde la cristiandad medieval en que nacieron las universidades hasta nuestra posmodernidad cultural. Saber por qué hoy se piensa como se piensa es capital para hablar de modo inteligible al hombre de hoy.

EL RIESGO DEL MIMETISMO

La reflexión y el discurso serio sobre la propia identidad no es un lujo.

Puede creerse en esos ideales y descuidarlos. Las presiones de un ambiente cultural que sofoca tales planteamientos, cumplir con la legalidad vigente, con las condiciones de acreditación, y competir con resultados no es nada fácil. En la práctica pueden convertirse en el fin de nuestro quehacer universitario. Así de frágil es nuestra libertad. Pero el amor maduro sabe mirar siempre el fin último, de lo contrario se va a la deriva. In omnibus respice finem.

Descuidar la propia identidad significará, quiérase o no, terminar sirviendo a los valores dominantes. Valores que necesitan convertir el cristianismo en un simple código moral, que aporte ´buenos ciudadanos´. Una universidad que educa así es una universidad mimetizada dentro de la corriente cultural en que está inmersa. O clara identidad o mimetismo.

Y para educar en los valores dominantes no hace falta una universidad de identidad católica. El descuido de la identidad, o una reflexión poco profunda sobre la misma causan ese estéril mimetismo. Y ESO NADIE LO QUIERE.

II) CON LA MANO EN EL ARADO Y LA MIRADA HACIA DELANTE

LA TAREA


Agere sequitur esse. ¿Cuál es el específico quehacer universitario que Dios y la Iglesia esperan de nosotros?

Benedicto XVI nos ha mostrado un itinerario claro y apasionante en sus discursos universitarios (Ratisbona, La Sapienza, Washington, París...) que resume la frase: AMPLIAR LOS HORIZONTES DE LA RAZÓN. No es una cuestión marginal, sino la clave del modo de ser universitario en el nuevo siglo.

La propuesta de «ensanchar los horizontes de la racionalidad» no debe incluirse simplemente entre las nuevas líneas de pensamiento teológico y filosófico, sino que debe entenderse como la petición de una nueva apertura a la realidad a la que está llamada la persona humana, superando antiguos prejuicios y reduccionismos, para abrirse también así el camino a una verdadera comprensión de la modernidad.

De manera que la tarea histórica de la universidad católica es ésa: poner la mano en el arado de la identidad que Dios quiere de nosotros, hundir ese arado en el surco del pensamiento actual, y fijar la mirada en la forma de ensanchar los horizontes de la razón.

¿CÓMO SE HACE?

Si la vida intelectual es la sangre que corre por las venas de la universidad, Benedicto XVI ha ido dibujando un camino bastante claro para conseguir esa forma de usar la razón que resulta del encuentro con la fe .

a) PARTIR DE LA SITUACIÓN ACTUAL DEL PENSAMIENTO

La primera indicación la daba Benedicto XVI a los profesores universitarios europeos (jun 08):

El nuevo diálogo entre fe y razón, que se hace necesario hoy, no puede llevarse a cabo en los términos y modos como se realizó en el pasado. Si no quiere reducirse a un estéril ejercicio intelectual, debe partir de la actual situación concreta del hombre, y desarrollar sobre ella una reflexión que recoja su verdad ontológico-metafísica

Como se ve, cero nostalgia.

b) RECONOCER SIN RESERVAS LO POSITIVO DEL DESARROLLO MODERNO DEL ESPÍRITU

c) SUPERAR LA LIMITACIÓN QUE LA RAZÓN SE AUTOIMPONE DE REDUCIRSE A LO VERIFICABLE

d) AMPLIAR EL HORIZONTE HACIENDO QUE LA RAZÓN Y LA FE SE ENCUENTREN DE UN MODO NUEVO

En el discurso preparado para la Universidad de La Sapienza (ene 08):

(...) aclarar la naturaleza permanente de la universidad y de su tarea (...) Hoy, el peligro del mundo occidental es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad.
(...) Se debe reconocer sin reservas lo que tiene de positivo el desarrollo moderno del espíritu: todos nos sentimos agradecidos por las maravillosas posibilidades que ha abierto al hombre y por los progresos que se han logrado en la humanidad. La intención no es retroceder o hacer una crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y de su uso.
(...) si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizonte en toda su amplitud.

LAS CUESTIONES QUE ENSANCHAN LA RAZÓN

En todas las asignaturas que se imparten en cualquier universidad subyacen unas cuestiones de fondo, en mayor o menor grado. Esas cuestiones, que están ahí, son nuestro punto de contacto con la ciencia actual, con la razón puramente instrumental . Son el punto de partida de la nueva manera de buscar el diálogo fe-razón. Y desde ahí, pasar del fenómeno al fundamento (FR n 83). Veamos:

CUESTIÓN ANTROPOLÓGICA

En el fondo de toda asignatura que se imparte en la universidad hay, en mayor o menor grado, una antropología, implícita o explícita. Esa visión del hombre marca profundamente todos los contenidos que se imparten.

La pregunta de fondo de la cuestión antropológica puede expresarse así: ¿qué idea del hombre subyace en lo que enseño: individualista o solidario; materialista o abierto a la trascendencia; genéticamente predeterminado o capaz de libertad? ¿Qué tipo de hombre se construye con estos saberes que estoy transmitiendo?

Procuremos que toda asignatura impartida haya sido repensada en diálogo con la antropología filosófica y teológica. Que se enseñe desde una nueva síntesis que sabe partir de la ciencia actual, reconocer en su fondo la pregunta antropológica, entrar en diálogo con la filosofía y la teología y formular respuestas potentes, convincentes que producen una ciencia renovada por su mayor apertura al hombre. Todo un reto.

CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA

Junto con esa antropología, en el fondo de toda asignatura late, en mayor o menor grado, una epistemología específica. Esa epistemología condiciona los contenidos, porque se posiciona ante la cuestión de la verdad y de la posibilidad de conocerla.

La cuestión epistemológica se expresa en una pregunta radical: ¿es plenamente verdad esto que enseño? ¿cuál es mi método de verificación o de falsificación? ¿cuál es el límite de mi ciencia o de mi método?

Procuremos que las asignaturas -la definición de su objeto material, su objeto formal y su método-hayan sido repensadas en diálogo con una epistemología realista madura. Enséñense desde una nueva síntesis que parte de la ciencia actual, reconoce la cuestión epistemológica, entra en diálogo con la filosofía y la teología y formula respuestas convincentes que llevan a una ciencia renovada por su mayor apertura a la totalidad de la realidad . Todo un reto.

CUESTIÓN ÉTICA

En el fondo de toda asignatura existen, en mayor o menor grado, unos planteamientos éticos. Esa ética es la que apunta a los fines últimos de la ciencia que se imparte y sus consecuencias tecnológicas, sin olvidar la ética de la búsqueda de la verdad.

La cuestión ética puede expresarse así: ¿cuál es el fin último de esto que enseño? ¿cuál es el bien del hombre? ¿qué conduce o desvía de él?; ¿los comportamientos estudiados dignifican o envilecen al hombre?

Que nuestras asignaturas hayan sido repensadas en diálogo con la ética filosófica y teológica. Impártanse desde una nueva síntesis que comienza con la ciencia actual, reconoce la cuestión ética, dialoga con la filosofía y la teología y formula respuestas potentes, que consiguen una ciencia renovada por su mayor orientación ética y su mayor vocación de servicio al hombre y a la sociedad. Todo un reto.

CUESTIÓN DEL SENTIDO ÚLTIMO

En el corazón de todo profesor y de todo alumno que forman la comunidad universitaria late una necesidad de sentido de su quehacer universitario, mayor o menormente explicitada. El sentido de lo que uno hace o vive es lo que hace que merezca la pena hacerlo o vivirlo.

La cuestión del sentido puede expresarse así: ¿merece la pena esto que enseño o que aprendo?; ¿por qué?; ¿qué relación tiene con mi vida y qué sentido le aporta?

Que toda asignatura impartida en una universidad católica se afronte buscando encontrar el por qué de todo lo que se enseña, se investiga y del quehacer universitario mismo. Lleve esto a una nueva forma de estar en el aula, de enseñar, de investigar, de hacer universidad. Todo un reto.

Estas cuestiones que ensanchan la razón están ahí pero piden una razón abierta que pueda reconocerlas y afrontarlas. Estas preguntas últimas no son yuxtapuestas a las preguntas naturales de la ciencia, sino concomitantes, preguntas que no son sino apertura a la totalidad de la realidad. Preguntas que hacen a una universidad que las cultiva más viva intelectualmente. Ahora bien, esas grandes cuestiones en el fondo de cada asignatura hay que plantearlas y responderlas con nueva creatividad.

NUEVA CREATIVIDAD

Hoy, muchas de las asignaturas son un cúmulo de conocimientos e ideas, que se ponen delante del estudiante, con poca preocupación por hacer ver la relación que tienen con otros conocimientos adquiridos, con su vida y con la totalidad de lo que existe. La síntesis que buscamos integra todos los saberes e ilumina toda la realidad. Dicha síntesis consiste en la apertura a un principio integrador: algo profundo hacia lo que apunta toda parcela de conocimiento. No existe en muchos campos, esta síntesis requiere de mucha creatividad, en el sentido de captar de forma nueva la vinculación del saber parcial con ese principio integrador.

Esta síntesis de saberes no se alcanzará sin un gran diálogo y debate interdisciplinar, de ciencias afines entre sí, y de éstas con la filosofía y la teología . Buen caldo de cultivo de la creatividad intelectual. Aunque, con más propiedad habría que hablar de diálogo de científicos y no de ciencias. El principio integrador de los saberes habita en casa de la filosofía y de la teología. Ese debate intelectual serio, riguroso, apasionante puede superar el encerramiento de cada ciencia, y también el de la filosofía y de la teología. En estas nuevas síntesis se verificará la capacidad de integrar los diversos saberes que tienen la filosofía verdadera y la teología que sabe dar razón de sí misma. Nada menos.

Cuando esto se produce, el profesor que logra esa síntesis ha conseguido ensanchar los horizontes de la razón, ha descubierto la fundamentación antropológica, epistemológica o ética que late en el fondo de su materia. Ha sabido relacionarla con los contenidos inmediatos que enseña, pero, además y sobre todo, vive el sentido que tiene estar en el aula con los alumnos . En palabras de Benedicto XVI "educadores, no dudéis en promover una auténtica «pastoral de la inteligencia» y, más ampliamente, de la persona, que tome en serio los interrogantes de los jóvenes para ayudarles a encontrar las respuestas cristianas válidas y pertinentes" (Roma 5 jun 06)

Esto es identidad en profundidad. Una identidad que el alumno encuentra todas las horas que está en la universidad. Y la encuentra a todas horas, porque también las demás actividades no docentes están enfocadas de esa manera.

REPENSAR LA UNIVERSIDAD: CONTENIDOS Y MÉTODOS.

Si hemos hablado de nuevas síntesis en todos los campos del saber universitario, realmente estamos hablando de una nueva universidad y de la necesidad de repensar la universidad actual.

La universidad tiene una cierta confusión porque tanto saber fragmentado ha llevado a los universitarios, profesores y alumnos, a perderse en esa selva de conocimientos. Y el que está perdido sin saber a dónde ir, puede perder las ganas de ir a alguna parte. Urge conseguir esa síntesis de saberes que amplíe la razón y le devuelva la vitalidad que le es propia, a la razón misma, a los universitarios y a la universidad.

El reto que tenemos ante nosotros es, sobre todo, un reto metodológico. Busquemos un nuevo método que reflexione sobre los límites de cada ciencia y el alcance de sus conclusiones. Un método que reconozca esos límites y sepa proponer sólo aquellos juicios sobre la realidad que se sustentan en sus propias premisas. Un método intelectual que sepa dar a la ciencia empírica lo que es suyo, lo mismo que a la filosofía y a la teología. Y que sepa armonizar las verdades parciales con una verdad total.

Un método nuevo que supone también una NUEVA INVESTIGACIÓN (investigación que ensancha la razón): para conseguir las nuevas síntesis de saberes hace falta pensar mucho, pensar con rigor, debatir con honestidad intelectual, y esto también es investigación universitaria. Investigar no consiste sólo en aportar nuevos conocimientos, sino también en hacer posible esa síntesis del saber, esa superación legítima de los límites del propio método científico para llegar a campos superiores del pensamiento.

Todo lo cual es, realmente, buscar una nueva universidad. Católica o no, dicho sea de paso.

IDENTIDAD EN PROFUNDIDAD O AUTOENGAÑO

La universidad empieza realmente cuando se cierra la puerta del aula y comienza una clase. La forma mentis del profesor, las categorías de fondo en que está pensada su materia es lo que más influye en el alumno a lo largo de su paso por la universidad.

El núcleo de la vida universitaria es la relación profesor-alumno, ahí se juega la verdadera formación integral, ahí se construye la universidad como comunidad. Las demás actividades universitarias (pastoral, acción social, deportes, etc.), por importantes que puedan ser, son periféricas en relación con la docencia en el aula. Por ello, la identidad de las universidades católicas se juega prioritariamente en las aulas, en cómo afrontan el quehacer universitario los profesores y los alumnos, en el contenido, la profundidad y la significación de los conocimientos que comparten y en la relación que entre ellos establecen.

Pero si el profesor no ha repensado su materia muy a fondo, si no ha llegado a esa síntesis de la que estamos hablando, podemos encontrarnos con un dualismo nada positivo: su fe para cuando reza, pero que no tiene nada que ver con su asignatura que está pensada en categorías ilustradas, porque así la aprendió, o porque así se enseña hoy.

Resulta imposible que una universidad sea católica en profundidad si mantiene una docencia y una investigación puramente instrumentales, o que simplemente reproducen la cultura dominante. Aunque por otro lado, cuente con capilla y programas pastorales que, sustancialmente, sean marginales al corazón de la universidad que es el quehacer intelectual. Contentarse con una situación así sería una especie de pío autoengaño. Además, estéril, porque no genera ni fe, ni vida nueva.

Lo que se espera de nosotros es que pongamos la mano y el corazón en el arado de una clara identidad y aremos hondos surcos de razón fecundada por la fe. Esto dará como resultado que la Iglesia pueda estar más en juego en la cultura actual gracias a sus universidades y a sus católicos en la universidad. DUC IN ALTUM en estos surcos.

III) VENDRÁN LOS PÁJAROS A POSARSE EN SUS RAMAS

Algunas metas a conseguir:

1. UN NUEVO HUMANISMO

En la cultura respira el alma de cada miembro de una sociedad. Si en ella prevalecen los valores que elevan al hombre y lo humanizan, esa cultura vale la pena, si prevalecen los que lo cierran en sí mismo y sólo ponen en juego sus fuerzas sensitivas e instintivas, esa cultura deshumaniza. El reto para cualquier universidad católica es aportar en la
evangelización de la cultura hasta plasmar un nuevo humanismo.

En Europa, como en todas partes, la sociedad necesita con urgencia el servicio a la sabiduría que la comunidad universitaria proporciona. Este servicio se extiende también a los aspectos prácticos de orientar la investigación y la actividad a la promoción de la dignidad humana y a la ardua tarea de construir la civilización del amor.
(...) espero que las universidades se conviertan cada vez más en comunidades comprometidas en la búsqueda incansable de la verdad, en «laboratorios de cultura»


2.- UNA ACTITUD DE REALISMO, NO INGENUIDAD

No ignoramos que hoy resulta poco frecuente poner en el corazón del quehacer universitario la búsqueda de la verdad y del bien. Es contracultural, hemos dicho, y esto proyecta un camino arduo y maratónico. Pero nos engañaríamos si dejáramos de tener presente que hoy el ser universitario se desarrolla en medio de la llamada «crisis del sentido» (FR n 81). Tal es la condición de nuestra sociedad y de quienes formamos parte de la universidad católica. Nos obliga el amor a la verdad y al bien real del hombre de hoy.

Recordemos: «si es necesario, la Universidad Católica deberá tener la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan a la opinión pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad» (ECE n 32)

El cristianismo sabe que las catedrales son auténticas obras de arte, obra de varias generaciones. Repensar la universidad, sus contenidos y sus métodos y ofrecer una nueva síntesis de saberes para una nueva presencia en la cultura, es una tarea similar a la construcción de una catedral: llevará generaciones, requerirá un gran corazón, lleno de fe. Tarea que es todo un arte, como la construcción lenta y perseverante de una catedral.

Benedicto XVI (1 ene 09): la historia terrena de Jesús, que culminó en el misterio pascual, es el inicio de un mundo nuevo, porque inauguró realmente una nueva humanidad, capaz de llevar a cabo una "revolución" pacífica, siempre y sólo con la gracia de Cristo. Esta revolución no es ideológica, sino espiritual; no es utópica, sino real; y por eso requiere paciencia infinita, tiempos quizás muy largos, evitando todo atajo y recorriendo el camino más difícil: el de la maduración de la responsabilidad en las conciencias


3.- UNOS "NUEVOS MONASTERIOS"

En el año 2000, el entonces cardenal Ratzinger concluía una conferencia pronunciada en Berlín con una consideración que nos sirve para proponer esta meta :

hay que dar la razón a Toynbee en que el destino de una sociedad depende una y otra vez de minorías creadoras. Los cristianos deberían verse a sí mismos como una minoría creadora, y contribuir a que Europa recupere lo mejor de su herencia y así sirva a toda la Humanidad.

El Acuerdo de Bolonia ha subrayado un rasgo dominante de la sociedad actual, el flujo de información de todo tipo y a todo nivel. Europa de la información, la llama. Pues bien, en ese mundo de la información, sin fronteras, sin límites de cantidad ni de calidad, en que parece no haber ningún orden , podemos reconocer un ´mundo bárbaro´ como el que rodeaba los monasterios (permítase este símil, sin que sea juicio de valor). La información totalmente a la intemperie en Internet, y en medio de esa marea de información están unas comunidades que tienen dentro una vida propia, que busca la verdad para la que todos hemos sido hechos.

BXVI. París, al mundo de la cultura (Sep 08)
(...) hay que decir con gran realismo que no estaba en su intención crear una cultura y ni siquiera conservar una cultura del pasado. Su motivación era mucho más elemental. Su objetivo era: quaerere Deum, buscar a Dios. En la confusión de un tiempo en que nada parecía quedar en pie, los monjes querían dedicarse a lo esencial: trabajar con tesón por dar con lo que vale y permanece siempre, encontrar la misma Vida. Buscaban a Dios. Querían pasar de lo secundario a lo esencial, a lo que es sólo y verdaderamente importante y fiable: (...) detrás de lo provisional buscaban lo definitivo.


Si nuestras universidades se convierten en esas comunidades vivas que buscan la verdad y el amor, el quaerere Deum estará activo de nuevo en medio de la historia y no será difícil que se conviertan en esos ´nuevos monasterios´ que cambien la cultura sin proponérselo, laboratorios de cultura que generen un nuevo humanismo.

Universidades católicas que sean, no sólo ´nuevos monasterios´, sino también (y por eso mismo) nuevas vanguardias: i) para dar más racionalidad a discursos numantinos; para que las batallas culturales perdidas sean un día guerras ganadas (p.ej. aborto, justicia social); ii) para hacerse presentes en un diálogo a fondo en fronteras abiertas o batallas culturales por decidir (inicio de la vida humana, evolución o creacionismo, dignidad del amor y la sexualidad...)

Nos parece que esto tiene que ser una universidad católica, para los miembros que la componen y para la sociedad en que está inserta. Una comunidad en auténtica ebullición intelectual y cordial, que se contagia. El Señor de la historia hará que muchos pájaros vengan a buscar cobijo en sus ramas.


4.- HACEN FALTA NUEVOS MAESTROS

De alguna manera una universidad es lo que sean sus profesores. Los alumnos pasan, los profesores se quedan. La humanidad viva del formador despierta en cada estudiante el verdadero interés por la vida. Nuestra misión requiere muchos verdaderos maestros.

Solemos expresarlo en la Universidad Francisco de Vitoria diciendo que la asignatura para el profesor es el alumno: despertar su humanidad a la verdad de su vida y acompañarlo en su realización durante los años de la universidad, esto mientras se le imparten unos conocimientos y habilidades. Sepamos motivarlos y formarlos así.

Del mismo modo, la asignatura para el alumno debería llegar a ser el profesor, si puede recibir de él no sólo unos conocimientos sino también la humanidad de quien se los ofrece. «El hombre de hoy ya no quiere escuchar a los maestros, más bien a los testigos, y si escucha a los maestros es porque son testigos» famosa cita de Pablo VI (Evangelii Nuntiandi n 74).


5.- UNA ESPERANZA CONSTRUIDA SOBRE ROCA

Estos fines, próximos y remotos, de nuestras universidades no nacen de nuestro ´optimismo´, sino de la Palabra de Dios y de nuestra antropología cristiana. Es una meta importante tener esto siempre muy claro.

a) el envío de Cristo resucitado a evangelizar el mundo (Mt 28) también es para las universidades católicas, y para los católicos en la universidad. Por tanto sabemos que Él estará con nosotros hasta el final del camino.

b) los hombres buscan, quizás sin saber, lo que nosotros tenemos. Están hechos para esto. Saber esperar con paciencia de monjes, Y CON SU FE (creyéndonos lo que tenemos) . Vendrán los pájaros a posarse en las ramas del evangelio porque Dios cumple lo que promete. Pero saber esperar no es pasividad, sino elaborando una nueva cultura, esas nuevas síntesis que salvan la razón y el corazón.

Benedicto XVI al mundo de la cultura francés. Sep 09:
Pablo no anuncia dioses desconocidos. Anuncia a Aquel, que los hombres ignoran y, sin embargo, conocen: el Ignoto-Conocido; Aquel que buscan, al que, en lo profundo, conocen y que, sin embargo, es el Ignoto y el Incognoscible. Lo más profundo del pensamiento y del sentimiento humano sabe en cierto modo que Él tiene que existir.

(...) Nuestra situación actual, es bastante análoga. Nuestras ciudades ya no están llenas de altares e imágenes de múltiples divinidades. Para muchos, Dios se ha convertido realmente en el gran Desconocido. Pero como entonces tras las numerosas imágenes de los dioses estaba escondida y presente la pregunta acerca del Dios desconocido, también hoy la actual ausencia de Dios está tácitamente inquieta por la pregunta sobre Él. Quaerere Deum -buscar a Dios y dejarse encontrar por Él: esto hoy no es menos necesario que en tiempos pasados.

6.- UNA ACTITUD DE FONDO NO REACTIVA SINO PROVOCADORA

Lamentarse por una identidad católica difuminada y pedir reaccionar a quien no comprende o valora esa identidad generará más bien defensividad y, ciertamente, pocas adhesiones.

Ofrezcamos una acción universitaria que conecta con el interés profundo de toda persona, su hambre de una razón de ser. Es como una provocación pacífica que despierte las conciencias anestesiadas por el pensamiento débil. Provocación que alude a lo único que realmente interesa a todo hombre, su sentido último. Provocar para construir sobre bases nuevas, no reactividad que más parece nostalgia del pasado.

Esto requiere de una mirada que sepa llegar al rescoldo que late en el fondo del corazón del alumno, porque es persona. Una mirada sabia que sabe partir de los planteamientos vitales del alumno, expresados no como dicen los manuales clásicos sino con el lenguaje y las expresiones de hoy, y desde ellos, sabe hacer camino hacia una actitud madura ante la universidad y la vida.


7.- OTRA FORMA DE REALISMO: NADIE PUEDE SOLO

Es una meta también, tener otra cosa siempre muy clara:

+ Necesitamos la gracia de Dios: sin mí no podéis hacer nada (Jn 15); con él daremos fruto abundante.
+ Nos necesitamos unas universidades católicas a otras, y a los profesores católicos en las demás universidades, y a cualquier creyente abierto a nuestra propuesta y a cualquier profesor con sed de verdad y honestidad intelectual.
+ Necesitamos una intensa vida de oración en la comunidad universitaria.


8.- QUEHACER UNIVERSITARIO CON TRES DIMENSIONES

Solemos hablar en la Universidad Francisco de Vitoria de tres momentos o dimensiones de toda acción universitaria. Estos tres momentos son: preevangelizar, evangelizar, comprometer.

Preevangelizar
Humanizar personas y ambientes, despertar la humanidad de cada uno, provocando el hambre de sentido innata que impulsa todo caminar humano. La universidad católica también tiene que ser Juan Bautista que prepare los caminos del Señor a quienes estén dispuestos a probarlos.

Evangelizar
Mostrar con claridad y serenidad lo que pasó en nuestra vida cuando encontramos a Cristo. Mostrar el mayor bien para compartirlo con el que quiera. Ni ocultarlo, pues sería desleal; ni imponerlo, ya que sería contradictorio.

Comprometer
Cuando el hombre encuentra aquello que corresponde con su hambre de sentido o de felicidad, no puede dejar de entregarse, sea como un paso adelante o como una decisión definitiva. Una universidad católica no sería una comunidad madura, si no fuera capaz de suscitar palabras definitivas en el amor, decisiones de los que encuentran su lugar en la vida o en la Iglesia.

Estas tres dimensiones serán sucesivas o en paralelo, según la respuesta de cada uno. Lo ideal es una acción que contemple los tres a la vez. Han de integrarse en una buena síntesis que empape toda docencia, acción social, asesoría académica, etc.

9.- MADURAR DISCURSO PARA LLEGAR A PRAXIS FECUNDA

Para finalizar apunto unos temas donde un discurso más maduro debe conducir a una acción más productiva. Un desafío intelectual para las universidades católicas.

+ sobre la propia identidad de universidades católicas, sin nostalgia, sin mimetismo, para el nuevo humanismo. Ya está dicho.

+ sobre la libertad de cátedra, o libertad académica: también ella, si es auténtica, no es ´libertad de´ enseñar lo que sea y como sea, sino ´libertad para´ construir una comunidad universitaria así, a la que uno libremente se vincula.

+ sobre la verdad, el pluralismo y el debate distintivo de las universidades vivas: Diálogo y debate como método permanente de vida intelectual. La verdad se ofrece, no se impone; diálogo que no oculta diferencias, con auténtica honestidad intelectual (la ética de la búsqueda de la verdad) y con un sentido comunitario que evita las disputas inútiles o academicistas.

+ sobre la teología que sabe dar razón de la fe: esa teología fundamental que se sabe significativa para los demás saberes y que sabe darles razón de sí misma .

+ sobre la pastoral universitaria, en su dimensión sacramental: que sepa hacerse dando siempre razón de la fe, no dándola por supuesta. Y en sus tres dimensiones: siempre preevangelizando, evangelizando y comprometiendo.

+ sobre la educación para el amor, integrada a lo largo de todo el curriculum universitario.


REFERENCIAS

1 Como excelente exposición sintética recomendamos el estudio que se encuentra en la encíclica Fides et Ratio (nn 45-48).

2 A los profesores europeos (jun 08)

3 Fundamental para este apartado su discurso en la Universidad de Ratisbona (Sep 06):
Sólo el tipo de certeza que deriva de la sinergia entre matemática y método empírico puede considerarse científica. Todo lo que pretenda ser ciencia ha de atenerse a este criterio. (...) nos encontramos ante una reducción del ámbito de la ciencia y de la razón que es preciso poner en discusión.
(...) si la ciencia en su conjunto es sólo esto, los interrogantes propiamente humanos, es decir, de dónde viene y a dónde va, los interrogantes de la religión y de la ética, no pueden encontrar lugar en el espacio de la razón común descrita por la «ciencia» entendida de este modo y tienen que desplazarse al ámbito de lo subjetivo.
(...) Occidente, desde hace mucho, está amenazado por esta aversión a los interrogantes fundamentales de su razón, y así sólo puede sufrir una gran pérdida. La valentía para abrirse a la amplitud de la razón, y no la negación de su grandeza, es el programa con el que una teología comprometida en la reflexión sobre la fe bíblica entra en el debate de nuestro tiempo.
(...) invitamos a nuestros interlocutores a este gran logos, a esta amplitud de la razón. Redescubrirla constantemente por nosotros mismos es la gran tarea de la universidad.

4 Benedicto XVI (Sept 2006) a la Universidad de Ratisbona:
En el trasfondo de todo esto subyace la autolimitación moderna de la razón, clásicamente expresada en las «críticas» de Kant, aunque radicalizada ulteriormente entre tanto por el pensamiento de las ciencias naturales. Este concepto moderno de la razón se basa, por decirlo brevemente, en una síntesis entre platonismo (cartesianismo) y empirismo, una síntesis corroborada por el éxito de la técnica. Por una parte, se presupone la estructura matemática de la materia, su racionalidad intrínseca, que hace posible comprender cómo funciona y puede ser utilizada: este presupuesto de fondo es en cierto modo el elemento platónico en la comprensión moderna de la naturaleza. Por otra, se trata de la posibilidad de explotar la naturaleza para nuestros propósitos, en cuyo caso sólo la posibilidad de verificar la verdad o falsedad mediante la experimentación ofrece la certeza decisiva. El peso entre los dos polos puede ser mayor o menor entre ellos, según las circunstancias.
Esto implica dos orientaciones fundamentales decisivas para nuestra cuestión. Sólo el tipo de certeza que deriva de la sinergia entre matemática y método empírico puede considerarse científica. Todo lo que pretenda ser ciencia ha de atenerse a este criterio. También las ciencias humanas, como la historia, la psicología, la sociología y la filosofía, han tratado de aproximarse a este canon de valor científico. Además, importa constatar que este método en cuanto tal excluye el problema de Dios, presentándolo como un problema acientífico o precientífico. Pero de este modo nos encontramos ante una reducción del ámbito de la ciencia y de la razón que es preciso poner en discusión.

(...) Pero hemos de añadir más: si la ciencia en su conjunto es sólo esto, los interrogantes propiamente humanos, es decir, de dónde viene y a dónde va, los interrogantes de la religión y de la ética, no pueden encontrar lugar en el espacio de la razón común descrita por la «ciencia» entendida de este modo y tienen que desplazarse al ámbito de lo subjetivo.

5 Benedicto XVI (13 mayo 07) en Aparecida:
¿Qué es esta "realidad"? ¿Qué es lo real? ¿Son "realidad" sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de "realidad" y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas.

La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis.

6 Benedicto XVI (21 mar 07) a facultad teológica de la universidad de Tubinga:
(...) la Universidad moderna corre peligro de transformarse en un complejo de institutos superiores, unidos más bien externa e institucionalmente, y menos capaces de formar una unidad interior de universitas.

(...) el debate intrauniversitario hace de la Universidad verdaderamente lo que ella es, implicándola en una dinámica colectiva de preguntas y respuestas. La Universidad y la sociedad, la humanidad, necesitan preguntas, pero necesitan también respuestas. Y considero que a este respecto es evidente para la teología -y no sólo para la teología- una cierta dialéctica entre el cientificismo rígido y la pregunta más grande que la trasciende, y repetidamente emerge en ella, la pregunta sobre la verdad
7 Benedicto XVI (23 jun 07) a profesores universitarios europeos:
La universidad, por su parte, jamás debe perder de vista su vocación particular a ser una "universitas", en la que las diversas disciplinas, cada una a su modo, se vean como parte de un unum más grande. ¡Cuán urgente es la necesidad de redescubrir la unidad del saber y oponerse a la tendencia a la fragmentación y a la falta de comunicabilidad que se da con demasiada frecuencia en nuestros centros educativos! El esfuerzo por reconciliar el impulso a la especialización con la necesidad de preservar la unidad del saber puede estimular el crecimiento de la unidad europea y ayudar al continente a redescubrir su "vocación" cultural específica en el mundo de hoy.

8 Benedicto XVI (abril 08) a educadores católicos. Washington:
La revelación de Dios ofrece a cada generación la posibilidad de descubrir la verdad última sobre la propia vida y sobre el fin de la historia. Este deber jamás es fácil: implica a toda la comunidad cristiana y motiva a cada generación de educadores cristianos a asegurarse de que el poder de la verdad de Dios impregne todas las dimensiones de las instituciones a las que sirven.

9 Benedicto XVI (jun 07) a los profesores universitarios europeos

10 Ratzinger, J. (2001) Europa, política y religión. Nueva Revista 63 (enero-febrero), 67-88.

11 Benedicto XVI (abr 08) a los educadores católicos en Washington:
La misma dinámica de identidad comunitaria -¿a quién pertenezco?- vivifica el ethos de nuestras instituciones católicas. La identidad de una Universidad o de una Escuela católica no es simplemente una cuestión del número de los estudiantes católicos. Es una cuestión de convicción: ¿creemos realmente que sólo en el misterio del Verbo encarnado se esclarece verdaderamente el misterio del hombre (GS n 22)? ¿Estamos realmente dispuestos a confiar todo nuestro yo, inteligencia y voluntad, mente y corazón, a Dios? ¿Aceptamos la verdad que Cristo revela? En nuestras universidades y escuelas ¿es «tangible» la fe? ¿Se expresa férvidamente en la liturgia, en los sacramentos, por medio de la oración, los actos de caridad, la solicitud por la justicia y el respeto por la creación de Dios? Solamente de este modo damos realmente testimonio sobre el sentido de quiénes somos y de lo que sostenemos.

12 Benedicto XVI (ene 08) discurso preparado para La Sapienza:
Sólo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizonte en toda su amplitud. En este sentido, la teología, ... sino como teología auténtica, como ciencia que se interroga sobre la razón de la fe, debe encontrar espacio en la universidad y en el amplio diálogo de las ciencias.


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