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Proponer Sin Imponer

Proponer Sin Imponer
Las clases de Religión, las manifestaciones religiosas, eventos como las ceremonias nupciales o son circunstancias que no podemos desaprovechar para anunciar que la vida es un don maravilloso...


Por: Mons. Agustín García Gasco, Arzobispo de Valencia | Fuente: arvo




Se cumplen este año cuarenta de la publicación de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, conocida por todos como la Gaudium et spes. Se trata de un documento emblemático del Concilio Vaticano II, crucial para la vida de la Iglesia al finalizar el segundo milenio.

Pablo VI y los padres conciliares, entre los que destacaba la presencia del joven cardenal Wojtyla, hoy Juan Pablo II, plantean con énfasis particular la necesidad de diálogo.

La Iglesia permite a la humanidad entera conocer y tener noticia de Dios. Para que los hombres y mujeres de la Iglesia podamos cumplir nuestra misión, nuestros actos deben estar orientados por el diálogo y por una correcta comprensión del ser humano. El Vaticano II valora como una prueba de solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana el diálogo sobre los nuevos interrogantes y problemas que plantea nuestro mundo. La luz del Evangelio se pone así a disposición del género humano y la Iglesia, conducida por el Espíritu Santo, cumple su deber de anunciar la salvación y la existencia de vida tras la muerte, en la que creemos.

Dialogar con todos para defender el valor y la dignidad de cada ser humano concreto, varón o mujer, por indefenso, enfermo, disminuido o desamparado que se encuentre. He aquí la máxima que concreta el mensaje de la Gaudium et spes. De la misma se han ido apartando quienes, profesando una especie de espiritualismo difuso, han pensado que la Iglesia en nuestros días debe dialogar con todos como una finalidad en sí misma, para recibir elogios por ser “abierta” o “renovadora”, pero carente de contenidos y de propuestas propias. Un diálogo vacío. También se apartan del mismo, quienes, cansados por los fracasos e incomprensiones de muchos de nuestros contemporáneos, optan por proponer el cristianismo sin ser receptivos hacia los problemas de nuestra cultura y de nuestra época. Unos no tienen nada que proponer en el diálogo, mientras que otros proponen sin escuchar las sinceras interpelaciones de los que no conocen a Dios.

Todos los cristianos debemos sentirnos apóstoles, atentos a las realidades del mundo actual y proponiendo la respuesta cristiana del amor, la solidaridad, la ayuda al prójimo, la fe, la oración, como verdaderos caminos para solventar los problemas de todo tiempo y también los de nuestra época.

La Gaudium et spes ha reafirmado en la Iglesia el estilo de proponer sin imponer. El cristianismo no puede ser impuesto, sino que es una propuesta para que reciba la libre aceptación de cada hombre y mujer. A todos se nos ha planteado a lo largo de la vida, incluso diariamente, alguna ocasión para decir sí a Cristo.

Nuestra misión es saber proponer el mensaje cristiano a todo hombre, y buscar ocasión para ello. Toda persona tiene derecho a conocer el mensaje de la Iglesia. Las clases de Religión, las manifestaciones religiosas, eventos como las ceremonias nupciales o las cenas del hambre de Manos Unidas son circunstancias que no podemos desaprovechar para anunciar que la vida es un don maravilloso, y que sean cuales sean los actos de los que nos avergonzamos, por graves que sean nuestros delitos, Dios nos acepta como somos siempre que deseemos cambiar. Lo que importa no es nuestro pasado, sino el futuro que deseamos elegir.

La relectura de la Gaudium et spes nos ofrece luz y fuerza para no sucumbir al desánimo ni al temor ante las agresiones intolerantes del laicismo. Por ello, desde la solidez del magisterio del Vaticano II os animo a la lectura de esta constitución pastoral y a dialogar con el mundo, con los instrumentos actuales y usuales, ya sea interviniendo en foros de opinión, en cartas a los medios de comunicación, en internet, en los votos durante los comicios o consultas democráticas, o en vuestras conversaciones. Siempre hay un momento y una ocasión para elevar nuestros pensamientos y palabras hacia el amor a Dios y al prójimo.

Con mi bendición y afecto,



Publicada en «Paraula-Iglesia en Valencia» el 27 de febrero de 2005







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