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La dimensión religiosa de la vida y del trabajo escolar
La dimensión religiosa de la vida y del trabajo escolar
En la compleja vida escolar, la escuela católica, totalmente afín a las otras escuelas, difiere de ellas en un punto esencial: ella está anclada en el Evangelio, de donde le viene su inspiración y su fuerza.
Por: Cradenal Pio Laghi, prefecto de la congregación para la educación católica. | Fuente: Congregación para la educación católica
Dimensión religiosa de la vida escolar
47. Los alumnos emplean la mayor parte de sus días y de su juventud en la vida y trabajo escolares. A menudo se identifica «escuela» con «enseñanza». En realidad la docencia es sólo una parte de la vida escolar.
En armonía con la actividad didáctica desarrollada por el profesor, está la participación del alumno que trabaja individual y comunitariamente: estudio, investigación, ejercicios, actividades para-escolares, exámenes, relaciones con los profesores y compañeros, actividades de grupo, asambleas de clase y de centro ...
En la compleja vida escolar, la escuela católica, totalmente afín a las otras escuelas, difiere de ellas en un punto esencial: ella está anclada en el Evangelio, de donde le viene su inspiración y su fuerza. El principio de que ningún acto humano es moralmente indiferente ante la propia conciencia y ante Dios encuentra aplicación precisa en la vida escolar. De ahí el trabajo escolar acogido como deber y desarrollado con buena voluntad; ánimo y perseverancia en los momentos difíciles; respeto al profesor; lealtad y caridad con los compañeros; sinceridad, tolerancia y bondad con todos.
48. No es sólo progreso educativo humano, sino verdadero itinerario cristiano hacia la perfección. El alumno religiosamente sensible sabe que cumple la voluntad de Dios en el trabajo y en las relaciones humanas cotidianas, y que sigue el ejemplo del Maestro, quien ocupó su juventud en el trabajo e hizo bien a todos. (33)
Otros estudiantes, que no tienen esta dimensión religiosa, no podrán obtener frutos benéficos y se exponen a vivir superficialmente los años más hermosos de su juventud.
49. En el marco de la vida escolar merece una mención especial el trabajo intelectual del alumno. Este trabajo no debe ir separado de la vida cristiana, entendida como adhesión al amor de Dios y cumplimiento de su voluntad. La luz de la fe cristiana estimula el deseo de conocer el universo creado por Dios. Enciende el amor a la verdad, que excluye la superficialidad en el aprender y en el juzgar. Reaviva el sentido crítico, que rechaza la aceptación ingenua de muchas afirmaciones. Conduce al orden, al método y a la precisión, expresión de una mente bien formada y que trabaja con sentido de responsabilidad. Soporta el sacrificio y tiene la constancia requeridos por el trabajo intelectual. En las horas de trabajo el estudiante cristiano recuerda la ley del Génesis (34) y la invitación del Señor. (35)
50. El trabajo intelectual, enriquecido con esta dimensión religiosa, actúa, por lo tanto, en diversas direcciones: estimula con nuevas motivaciones el rendimiento escolar, refuerza la formación de la personalidad cristiana y enriquece al alumno con méritos sobrenaturales.
Sería una pena que los jóvenes confiados a las escuelas de la Iglesia afrontaran tantas fatigas ignorando estas realidades.
Por: Cradenal Pio Laghi, prefecto de la congregación para la educación católica. | Fuente: Congregación para la educación católica
Dimensión religiosa de la vida escolar
47. Los alumnos emplean la mayor parte de sus días y de su juventud en la vida y trabajo escolares. A menudo se identifica «escuela» con «enseñanza». En realidad la docencia es sólo una parte de la vida escolar.
En armonía con la actividad didáctica desarrollada por el profesor, está la participación del alumno que trabaja individual y comunitariamente: estudio, investigación, ejercicios, actividades para-escolares, exámenes, relaciones con los profesores y compañeros, actividades de grupo, asambleas de clase y de centro ...
En la compleja vida escolar, la escuela católica, totalmente afín a las otras escuelas, difiere de ellas en un punto esencial: ella está anclada en el Evangelio, de donde le viene su inspiración y su fuerza. El principio de que ningún acto humano es moralmente indiferente ante la propia conciencia y ante Dios encuentra aplicación precisa en la vida escolar. De ahí el trabajo escolar acogido como deber y desarrollado con buena voluntad; ánimo y perseverancia en los momentos difíciles; respeto al profesor; lealtad y caridad con los compañeros; sinceridad, tolerancia y bondad con todos.
48. No es sólo progreso educativo humano, sino verdadero itinerario cristiano hacia la perfección. El alumno religiosamente sensible sabe que cumple la voluntad de Dios en el trabajo y en las relaciones humanas cotidianas, y que sigue el ejemplo del Maestro, quien ocupó su juventud en el trabajo e hizo bien a todos. (33)
Otros estudiantes, que no tienen esta dimensión religiosa, no podrán obtener frutos benéficos y se exponen a vivir superficialmente los años más hermosos de su juventud.
49. En el marco de la vida escolar merece una mención especial el trabajo intelectual del alumno. Este trabajo no debe ir separado de la vida cristiana, entendida como adhesión al amor de Dios y cumplimiento de su voluntad. La luz de la fe cristiana estimula el deseo de conocer el universo creado por Dios. Enciende el amor a la verdad, que excluye la superficialidad en el aprender y en el juzgar. Reaviva el sentido crítico, que rechaza la aceptación ingenua de muchas afirmaciones. Conduce al orden, al método y a la precisión, expresión de una mente bien formada y que trabaja con sentido de responsabilidad. Soporta el sacrificio y tiene la constancia requeridos por el trabajo intelectual. En las horas de trabajo el estudiante cristiano recuerda la ley del Génesis (34) y la invitación del Señor. (35)
50. El trabajo intelectual, enriquecido con esta dimensión religiosa, actúa, por lo tanto, en diversas direcciones: estimula con nuevas motivaciones el rendimiento escolar, refuerza la formación de la personalidad cristiana y enriquece al alumno con méritos sobrenaturales.
Sería una pena que los jóvenes confiados a las escuelas de la Iglesia afrontaran tantas fatigas ignorando estas realidades.
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