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La dimensión religiosa de la cultura escolar

La dimensión religiosa de la cultura escolar
La buena orientación de la enseñanza pedagógica, conduce, pues, a los alumnos a educarse a sí mismos humana y cristianamente. Es la mejor preparación para llegar a ser educadores de otros.


Por: Cradenal Pio Laghi, prefecto de la congregación para la educación católica. | Fuente: Congregación para la educación católica




Dimensión religiosa de la cultura escolar

51. El crecimiento del cristiano sigue armónicamente el ritmo del desarrollo escolar. Con el paso de los años, se impone en la escuela católica, con exigencia creciente, la coordinación entre cultura y fe. (36) En esta escuela, la cultura humana sigue siendo cultura humana, expuesta con objetividad científica. Pero el profesor y el alumno creyentes exponen y reciben críticamente la cultura sin separarla de la fe. (37) Si se diera esta separación sería un empobrecimiento espiritual.

La coordinación entre el universo cultural humano y el universo religioso se produce en el intelecto y en la conciencia del mismo hombre-creyente. Los dos universos no son paralelas entre las que no es posible la comunicación. Cuando se buscan los puntos de contacto, que hay que individuar en la persona humana, protagonista de la cultura y sujeto de la religión, se encuentran. (38) Encontrarlos no es competencia exclusiva de la enseñanza religiosa. A ello dedica un tiempo limitado. Las otras enseñanzas disponen de muchas horas al día para ello.

Todos los profesores tienen el deber de actuar de mutuo acuerdo. Cada uno desarrollará su programa con competencia científica, mas, en el momento adecuado, ayudará a los alumnos a mirar más allá del horizonte limitado de las realidades humanas. En la escuela católica y, análogamente, en toda otra escuela Dios no puede ser el Gran-Ausente o un intruso mal recibido. El Creador del universo no obstaculiza el trabajo de quien quiere conocer dicho universo, que la fe llena de significados nuevos.

52. La escuela católica media o secundaria prestará atención especial a los desafíos que la cultura lanza a la fe. Se ayudará a los estudiantes a conseguir la síntesis de fe y cultura, necesaria para la madurez del creyente y a identificar y refutar críticamente las deformaciones culturales, que atentan contra la persona y, por tanto, son contrarias al Evangelio. (39)

Nadie se hace la ilusión de que los problemas de la religión y la fe pueden encontrar total solución en la sola realidad de la escuela. Sin embargo, se quiere expresar la convicción de que el ambiente escolar es el camino privilegiado para afrontar de manera adecuada los problemas indicados arriba.

La declaración Gravissimum educationis, en sintonía con la Gaudium et spes, (40) señala como una de las características de la escuela católica, la de interpretar y disponer la cultura humana a la luz de la fe. (41)

53. El ordenamiento de toda la cultura al anuncio de la salvación, según las indicaciones del Concilio, no puede obviamente significar que la escuela católica no debe respetar la autonomía y metodología propias de las diversas ciencias del saber humano, y que puede considerar a las demás ciencias como simples auxiliares de la fe. Lo que se quiere subrayar es que la justa autonomía de la cultura debe ser distinta de una visión autónoma del hombre y del mundo que niegue los valores espirituales o prescinda de ellos.

En este campo es indispensable tener presente que la fe, que no se identifica con ninguna cultura y es independiente de todas ellas, está llamada a inspirar a todas: «Una fe que no se hace cultura es una fe que no ha sido recibida plenamente, ni pensada enteramente, ni vivida fielmente» . (42)

54. Los programas y las reformas escolares de muchos Países reservan cada vez más espacio a las enseñanzas científica y tecnológica. A estas enseñanzas no les puede faltar la dimensión religiosa. Se ayudará a los alumnos a comprender que el mundo de las ciencias de la naturaleza y sus respectivas tecnologías pertenecen al mundo creado por Dios. Tal comprensión acrecienta el gusto por la investigación. Desde los lejanísimos cuerpos celestes y las incomensurables fuerzas cósmicas hasta las infinitesimales partículas y fuerzas de la materia, todo lleva en sí la impronta de la sabiduría y del poder del Creador. La admiración antigua que sentía el hombre bíblico ante el universo, (43) es válida para el estudiante moderno, con la diferencia de que éste posee conocimientos más vastos y profundos. No hay contradicción entre fe y verdadera ciencia de la naturaleza, porque Dios es la causa primera de una y otra.

El estudiante que posee armonizadas una y otra en su espíritu, estará mejor preparado, en sus futuras ocupaciones profesionales, para emplear ciencia y técnica al servicio del hombre y de Dios. Es como restituir a él, lo que él nos ha dado. (44)

55. La escuela católica debe esforzarse por superar la fragmentación e insuficiencia de los programas. A los profesores de etnología, biología, sicología, sociología y filosofía se les presenta la ocasión de exponer una visión unitaria del hombre, necesitado de redención, e introducir en ellas la dimensión religiosa. Se ayudará a los alumnos a concebir al hombre como un ser viviente con naturaleza física y espiritual, y con alma inmortal. Los mayores llegarán a un concepto más maduro de la persona con todo lo que le pertenece: inteligencia, voluntad, libertad, sentimientos, facultades operativas y creativas, derechos y obligaciones, relaciones sociales y misión en el mundo y en la historia.

56 Esta visión del hombre está caracterizada por la dimensión religiosa. El hombre posee una dignidad y grandeza superior a toda otra criatura porque es obra de Dios, elevado al orden sobrenatural como hijo de Dios y, por tanto, con un origen divino y un destino eterno que trasciende este universo. (45) El profesor de religión encuentra el camino preparado para presentar orgánicamente la antropología cristiana.

57 Todo pueblo ha heredado un patrimonio sapiencial. Muchos se inspiran en concepciones filosófico-religiosas de vitalidad milenaria. El genio sistemático heleno y europeo ha producido con los siglos no sólo una multitud de doctrinas, sino también un sistema de verdades, que ha sido reconocido como filosofía perenne. La escuela católica hace suyos los programas vigentes, pero los acoge en el marco global de la perspectiva religiosa.

Se pueden dar algunos criterios: Respeto al hombre que busca la verdad, planteándose los grandes problemas de la existencia. (46) Confianza en su capacidad de alcanzarla, al menos en cierta medida; no confianza sentimental, sino religiosamente justificada, en cuanto que Dios, que creó al hombre «a su imagen y semejanza», no le ha negado la inteligencia para descubrir la verdad necesaria para orientar su vida. (47) Sentido crítico para juzgar y elegir entre lo verdadero y lo que no lo es. (48) Atención a un cuadro sistemático, como el ofrecido por la filosofía perenne, para situar en él las respuestas humanas adecuadas a las cuestiones que se refieren al hombre, al mundo, a Dios (49) Intercambio vital entre las culturas de los pueblos y el mensaje evangélico. (50) Plenitud de verdad contenida en el mismo mensaje evangélico, que acoge e integra la cultura de los pueblos y los enriquece con la revelación de los misterios divinos, que sólo Dios conoce y que, por amor, ha querido revelar al hombre. (51) De este modo, en la inteligencia de los alumnos, que por el estudio de la filosofía se han acostumbrado a pensar profundamente, la sabiduría humana se encuentra con la sabiduría divina.

58 El profesor orienta el trabajo de los alumnos de modo que descubran la dimensión religiosa en el universo de la historia humana. Primeramente les hará sentir gusto por la verdad histórica y por consiguiente el deber de criticar los programas y textos impuestos a veces por los gobiernos o manipulados según la ideología de los autores. Luego, los conducirá a concebir la historia en su realidad como el teatro de las grandezas y miserias del hombre. (52)
Protagonista de la historia es el hombre que proyecta en el mundo, agigantados, el bien y el mal que lleva en sí mismo. La historia asume el aspecto de una lucha terrible entre ambas realidades. (53) Por esto la historia resulta objeto de un juicio moral. Pero el juicio ha de ser imparcial.

59. Para ello el profesor ayudará a los alumnos a captar el sentido de la universalidad de la historia. Mirando las cosas desde arriba, verán las conquistas de la civilización, del progreso económico, de la libertad y de la colaboración entre los pueblos. Tales conquistas tranquilizarán su espíritu turbado por las páginas oscuras de la historia. Pero aún no es todo. Oportunamente les invitará a reflexionar sobre cómo los aconteceres humanos son atravesados por la historia de la salvación universal. En este momento la dimensión religiosa de la historia comenzará a aparecer en su luminosa grandeza. (54)

60. El crecimiento de la enseñanza científica y técnica no debe marginar la humanística: filosofía, historia, literatura y arte. Todos los pueblos, desde sus orígenes más remotos, han creado y transmitido su legado artístico y literario. Reuniendo estas riquezas culturales, se obtiene el patrimonio de la humanidad. De este modo el profesor, mientras despierta en los alumnos el gusto estético, los educa en el mejor conocimiento de la gran familia humana. El camino más fácil para descubrir la dimensión religiosa en el mundo artístico y literario, consiste en partir desde expresiones concretas. En todo pueblo, el arte y la literatura han tenido relación con las creencias religiosas. El patrimonio artístico y literario cristiano, a su vez, tiene tal amplitud, que constituye una prueba visible de la fe a lo largo de los siglos y milenios.

61 En particular, las obras literarias y artísticas describen los acontecimientos de los pueblos, familias y personas. Escudriñan lo más profundo del corazón humano, poniendo de relieve luces y sombras, esperanzas y desalientos. La perspectiva cristiana supera la visión puramente humana ofreciendo criterios más penetrantes para comprender las vicisitudes de los pueblos y los misterios del alma. (55) Además, una adecuada formación religiosa está en la base de numerosas vocaciones cristianas de artistas y críticos de arte.
Y si la clase está preparada, el profesor puede conducir a los estudiantes a una comprensión más profunda de la obra de arte, como forma sensible que refleja la belleza divina. Lo han enseñado los Padres de la Iglesia y los maestros de la filosofía cristiana en sus intervenciones en el campo de la estética. Particularmente San Agustín y Santo Tomás: el primero invita a trascender la intención del artista para ver en la obra de arte el orden eterno de Dios; el segundo contempla en la obra de arte la presencia del Verbo Divino. (56)

62 La escuela católica, particularmente atenta a los problemas educativos, es de gran importancia para la sociedad y para la Iglesia.
Los programas estatales prevén, con frecuencia, cursos de pedagogía, de sicología y de didáctica en forma histórica y sistemática. Recientemente las ciencias de la educación se han dividido en gran número de especializaciones y corrientes. Además, han sido invadidas por ideologías filosóficas y políticas. Los alumnos tienen a veces la impresión de una confusa fragmentación. Los profesores de ciencias pedagógicas ayudarán a los estudiantes a superar tal dispersión y a que se formen una síntesis crítica.
La elaboración de dicha síntesis parte de la premisa de que toda corriente pedagógica contiene cosas ciertas y útiles. Es preciso, pues, conocer, juzgar y seleccionar.

63. Se ayudará a los alumnos a descubrir que el centro de las ciencias de la educación lo ocupa siempre la persona con sus energías físicas y espirituales, con sus aptitudes operativas y creativas, con su misión en la sociedad y con su apertura religiosa. La persona es íntimamente libre. No pertenece ni al Estado ni a ningún otro grupo humano. Toda la obra educativa está, pues, al servicio de la persona, a fin de que consiga una formación completa.

En la persona humana se injerta el modelo cristiano, inspirado en la persona de Cristo. Este modelo, acogiendo los esquemas de la educación humana, los enriquece de dones, virtudes, valores y vocaciones de orden sobrenatural. Con exactitud científica se habla de educación cristiana. La declaración conciliar trazó una clara síntesis de ella. (57) La buena orientación de la enseñanza pedagógica, conduce, pues, a los alumnos a educarse a sí mismos humana y cristianamente. Es la mejor preparación para llegar a ser educadores de otros.

64. El trabajo interdisciplinar introducido en las escuelas católicas obtiene resultados positivos. De hecho, en el proceso didáctico se presentan temas y problemas que superan los límites de cada asignatura. Aquí interesan los temas religiosos, que aparecen fácilmente cuando se trata del hombre, de la familia, de la sociedad y de la historia. Los profesores de las diversas materias estarán preparados y prontos a dar las respuestas precisas.

65. El profesor de religión no está fuera de sitio. Su misión es ofrecer una enseñanza sistemática de la religión. No obstante, y dentro de las posibilidades concretas, puede ser invitado a otras clases para esclarecer cuestiones de su competencia; o bien él mismo decidirá invitar a otros colegas expertos. En todo caso, los alumnos quedarán bien impresionados de la colaboración fraterna entre los diversos profesores con el único propósito de ayudarles a crecer en conocimientos y en convicciones.







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