Menu



La Necesidad De Una Educación Integral En La Persona

La Necesidad De Una Educación Integral En La Persona
Entendemos “educar” como dirigir, encaminar y doctrinar, y “formar” como el desarrollo y perfeccionamiento de las capacidades intelectuales y morales de la persona


Por: José Martín Brocos Fernández | Fuente: Arbil



Pautas para una educación integral.

La verdadera educación abarca al hombre en su totalidad y dimensiones. Consiste “esencialmente en la formación del hombre completo, cuerpo y alma” (Pío XI, 1929:5). Se propone la formación de la persona humana “en orden a su fin último y al bien de las sociedades” [1] (GE 1). El sujeto humano se encuentra inmerso en una triple teleología, frente a él surge la configuración del modelo perfecto que desea alcanzar y en cuyo logro “alcanza su propia identidad, [y esta configuración] tiene al menos tres niveles: el cultural, el moral y el religioso (…) que están mutuamente implicados” (Choza, 1988:390).

La familia [2] “asegura la estabilidad necesaria para la misión educativa” de los niños (Pontificio Consejo para la Familia 2003). “El lugar natural para su educación es la familia” (Pontificio Consejo para la Familia, 2003:4), y son los padres los “primeros y principales educadores de sus hijos” (Juan Pablo II, 1981:36, 1994:16,8) y deben formarlos “con confianza y valentía ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos en que `el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene´” (Juan Pablo II, 1981:37,1).

Una educación basada “en el sentido de la vida y en la toma de posesión de la propia libertad permite al niño asumir internamente el sentido de la autoestima” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:661) y dar respuesta cabal a “la pregunta que el hombre lleva dentro de sí por el sentido y la plenitud de la vida” (Conferencia Episcopal Española, 1997:8).

La libertad, característica propia de la dignidad de la persona, no debe concebirse como absoluta, sino que se acota a unos límites en los que entendemos “la libertad como inseparable de la verdad y del ser del hombre” (Conferencia Episcopal Española, 1997:13). Por ello “la libertad humana no puede ignorar que es una libertad encarnada, es decir, que se realiza o se pierde en la unidad inseparable de cuerpo y alma en la que se constituye la persona humana” (Conferencia Episcopal Española, 1997:14).

Toda “libertad auténtica, en cuanto orientada constitutivamente hacia el reconocimiento del otro en el mundo, se expresará necesariamente en normas éticas” (Gevaert, 1976:213) y “lleva aparejado la responsabilidad” (Rojas, 1987:274), de ahí que los valores morales, arraigados en la misma ley moral natural, ocupen un lugar privilegiado en la educación completa del niño [3] . Son estos valores morales los que superando el individualismo “despiertan el sentido de responsabilidad y de la libertad genuina” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:661) y facilita en el joven la adquisición del autodominio necesario para una vida libre, a la par que constituye “garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable de la sexualidad humana” (Juan Pablo II, 1981:37,6).

También en esta faceta los padres son los “primeros responsables de la educación afectivo-sexual de sus hijos” (Pontificio Consejo para la Familia, 2001), y esa educación “para ser válida y plenamente humana [con capacidad de contraer un compromiso maduro], debe encontrar lugar en el camino de descubrimiento de la capacidad de amar, inscrita por Dios en el corazón del hombre” (Pontificio Consejo para la Familia 2003). En la educación sexual es preciso incidir en la adquisición “de la virtud de la autodisciplina y de la importancia del otro, importantes para el ejercicio humano de la sexualidad” (…) [y son los padres los que deben iniciar al joven en el auténtico amor humano], “que procede en primer lugar del corazón y de la mente, antes de expresarse en el cuerpo” (Consejo Pontificio para la Familia, 2004:321). El compromiso, la fidelidad, el sacrificio, la renuncia, la fortaleza, la generosidad o el servicio dicen relación con el verdadero amor, alejado de la soledad e insatisfacción a que camina el mero materialismo sexual. Es irrenunciable por tanto una educación para la castidad en estrecha relación con su componente espiritual “como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace respetar y promover el `significado esponsal´ del cuerpo” (Juan Pablo II, 1981:37,5), y nunca “estimando falsamente que podrán inmunizar a los jóvenes contra los peligros de la concupiscencia con medios puramente naturales” (Pío XI, 1929:41).

Tienen los padres también el deber específico de educar a sus hijos en la oración (Juan Pablo II, 1981:60), y “en la respuesta al amor [divino] y a las llamadas que el ser necesitado dirige a los demás, es donde el hombre se desarrolla de verdad a sí mismo y llega a la madurez de su existencia humana” (Gevaert, 1976:55).

Entrega, espíritu de servicio y sacrificio deben ser el cuaderno de bitácora permanente en la continua forja de la personalidad, evitando la “invasión de un individualismo radical en numerosas esferas de la actividad humana (…) [que] no fomenta la entrega generosa, fiel y permanente” (Pontificio Consejo para la Familia 2003).

Si importante es el ambiente educativo en la familia, la escuela puede ser bien otro lugar privilegiado de formación, o bien de disolución y relativización de los auténticos valores inherentes a la persona. En este sentido y teniendo siempre presente la libertad de elegir centro educativo conforme “las convicciones morales y religiosas, a la orientación fundamental de la propia vida, [y] a la libertad del hombre para decidir su propio destino” (Conferencia Episcopal Española, 1979:6), las escuelas católicas son “promotoras de progreso social y de promoción de la persona” (Congregación para la Educación Católica, 1997) al ser coherentes con una antropología determinada por la Creación y la Redención, lo que las sitúa “en posición antitética respecto de la idea de la educación dictada por el inmanentismo antropocéntrico” (Gutiérrez García, 2001:193). Se podría, pues, describir el proceso educativo cristiano como un conjunto orgánico de factores orientados a promover una evolución gradual de todas las facultades del alumno, de modo que pueda conseguir una educación completa en el marco de la dimensión religiosa cristiana, con el auxilio de la gracia (Congregación para la Educación Católica, 1988).

La autoeducación.

La fase de autoeducación se alcanza cuando el hombre ha logrado un grado de madurez psicofísica que “empieza a educarse él sólo”(Juan Pablo II, 1994:16), y es capaz de construir un proyecto de vida siempre con referente final tanto en “la ley moral (…) [que
es] la ley propia del hombre” (Conferencia Episcopal Española, 1976:6) como en el hecho decisivo de la trascendencia, que tiene como correlato la plenitud de la entrega humana. No hay felicidad sin una entrega sincera, total, para lo que inequívocamente es preciso tanto ayer, como hoy, como mañana “preparar hombres honesta y sólidamente formados en la enseñanza de Cristo-Jesús” (Cervera Bañuls, 1992).

La personalidad sana, equilibrada y madura articula un proyecto vital, realista, exigente, con coherencia interna, cuyo contenido está habitado de amor, trabajo y cultura, y que responde a una interpretación de la vida que se alimenta de altos y nobles ideales arraigados en sólidas creencias capaces de dar plenitud a una vida (Rojas, 1987). La lealtad a los ideales conlleva una sacrificada y heroica lucha, sin tregua ni cuartel, librada día a día, hora a hora, minuto a minuto, haciendo realidad el axioma militia est vita hominis super terram (cfr. Job 7,1) que se traduce en una constante y perpetua educación de una voluntad firme, templada en la lucha y el esfuerzo, bajo la directriz de la recta razón, cara a la excelencia personal para adquirir hábitos y potenciar el ejercicio y la práctica de las virtudes (Corominas, 1999).

Éste y no otro es el camino de la felicidad, la meta inscrita en la naturaleza de todo hombre por su discurrir terreno. En este libérrimo y generoso combate cotidiano hacia el bien y la virtud, de dominio de uno mismo, sacrificado en aras de los demás y en una dirección trascendente, “se acrisola la personalidad, alcanzando una fisonomía homogénea” (Rojas, 1987:6). El gozo y la paz interior es una conquista permanente, y responde a una comunicación total que nunca se consuma (…) [y que supone] un diálogo en que hay una donación total (…) y recíproca que nunca se consuma, y eso es lo que cabe concebir como la felicidad absoluta y eterna, como un crear-donar total que nunca termina (Choza, 1988:537).

El sufrimiento moral, el dolor y la soledad, son bienes intrínsecamente ligados al proceso de maduración personal. Es ahí, en la oscuridad y en el recogimiento y silencio interior escrutando la propia realidad personal, donde el hombre penetra el sentido profundo de la vida y la apertura a la trascendencia. En el hombre “la plenitud de su verdad implica el cosmos, la historia y Dios” (Choza, 1988:534). Cierto es que “el hombre es constitutivamente un ser histórico [y] a través del trabajo va realizando su existencia histórica” (Gevaert 253), de ahí que una personalidad sana sea aquella que puede amar y trabajar en libertad” (Rojas, 1987:162), de forma que “verum est credendum et fatendum, falsum est rejiciendum, `la verdad debe ser creída y confesada (veracidad); el error, rechazado” (García Morente & Zaragüeta Bengoechea, 1979:380).

La humanidad en peligro.

El sistema educativo está siendo objeto de calculados y selectivos ataques que buscan el control de contenidos, de métodos y de producción del conocimiento. Así “la lucha en torno al tema educativo responde con frecuencia a una voluntad de poder a ultranza” (López Quintás, 1980:191). El dominio de este sistema es y le será imprescindible a los grupos ocultos que mueven los tablados de la política mundial en la estrategia imperialista como mecanismo de legitimación, manipulación, perversión y de reproducción de un Novus Ordo Seculorum imperante económico, político y social de explotación y opresión tiránica encaminada a subvertir el orden natural y domeñar las conciencias [4] . El objetivo buscado no es otro que crear una nueva naturaleza humana y una nueva moral social relativista,
llevar a la persona a una existencia gregaria, inauténtica, gobernada por las pasiones; una juventud malcriada, caprichosa, débil, maleable y adocenada que nadando en la confusión de la provisionalidad asuman bovinamente los nuevos postulados humanos sepultados en el materialismo, el hedonismo, el relativismo y el nihilismo.

El asalto es global a todos los campos de la vida social. En este sentido la escuela no supone un compartimiento estanco, sino que es también un reflejo de los comportamientos sociales vigentes. La pérdida de formas, valores y de la propia misión educativa paterna responde muchas veces a la existencia de familias desestructuradas con niños faltos de amor y sin puntos de referencia claros, pero también carentes de modales, de disciplina, sentido de la responsabilidad y sujeción a una autoridad.

Son las humanidades las disciplinas académicas que sufren un acoso continuado, por ser éstas la disciplina más formativa de la conciencia crítica, por esta razón “el olvido de las humanidades lleva a la incomunicación, la incomunicación al aislamiento y el aislamiento al pretotalitarismo” (Llano, 2005, Julio). Tras despojar de los valores humanos a la ciencia y a la tecnología, y la desacreditación social-utilitarista permanente de la formación humanística, precisamente por su arraigo en la tradición humanística cristiana, y de las sucesivas reformas de los contenidos de planes de estudio siempre a la baja, se esconde el intento de eliminación de los ámbitos intelectuales de libertad y de verdad que permiten al hombre forjar su sindéresis, lograr un juicio recto ayudado por la conciencia rectamente formada.

Urge una aristocracia del talento, sin miedo al sacrificio, que asiente graníticamente la madurez personal en el cultivo de la interioridad, capaces de discernir lo importante de lo secundario, con sólida formación en el plano intelectual para “hacer justicia a la realidad y alumbrar así la verdad” (López Quintás, 1980:189).

José Martín Brocos Fernández




Bibliografía (APA)

Libros


Cervera Bañuls, Juan Antonio (1992). Claves para el hombre del siglo XXI. Formación de líderes cristianos. Madrid: Ppc.
Corominas, Fernando (1999). Cómo educar la voluntad (7ª ed.). Madrid: Palabra.
Chesterton, G. K. (1961). Obras completas I. Barcelona: Plaza Janés
Choza, Jacinto (1988). Manual de Antropología Filosófica. Madrid: Rialp.
García Morente, Manuel & Zaragüeta Bengoechea, Juan (1943/1979). Fundamentos de filosofía e historia de los sistemas filosóficos (8ª ed.). Madrid: Espasa-Calpe, S.A.

Gevaert, Joseph (1976). El problema del hombre. Introducción a la antropología filosófica. Salamanca: Sígueme.
López Quintás, Alfonso (1980). Estrategia del lenguaje y manipulación del hombre. Madrid: Narcea S. A.
Rojas, Enrique (1987). Una teoría de la felicidad (4ª ed.). Madrid: Dossat, S.A.

Capítulos de libros

Polaino-Lorente, Aquilino (2004). Educación sexual. En Consejo Pontificio para la Familia (Comp.), Lexicón. Términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas
(321-333). Madrid: Palabra.
Popenoe, D (1994). The evolution of marriage and the problem of stepfamilies: A biosocial perspective. En Booth, A & Dunn, J (eds.). Stepfamilies. Who benefits? Who does not? Hillsdale: Erlbaum.
Anatrella, Tony S.J. (2004). Jóvenes y norma moral. En Consejo Pontificio para la Familia (Comp.), Lexicón. Términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas (661-667). Madrid: Palabra.
Anatrella, Tony S.J. (2004). Revalorizar la relación educativa. En Consejo Pontificio para la Familia (Comp.), Lexicón. Términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas (1015-1026). Madrid: Palabra.

Artículos

Brocos Fernández, J.M. (2005, Septiembre). El mito maltusiano. La ONU al servicio de una nueva ingeniería social. Arbil, 97, Artículo 2 [Online]. Extraido el 30 de Septiembre, 2005.
Llano, Alejandro (2005, Julio). Educar ciudadanos. Hacer familia, nº 117.


Documentos Magisteriales

Concilio Vaticano II. Declaración Gravissimum educationis sobre la educación cristiana de la juventud. Declaración. 28.10.1965 [En línea]. Extraído el 25 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede



Conferencia Episcopal Española (1979). Dificultades graves en el campo de la enseñanza. Instrucción colectiva de la XXXII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. Documento. 23.11.1979 [En línea]. Extraído el 22 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Conferencia Episcopal Española



Conferencia Episcopal Española (1997). Nota sobre la enseñanza de la moral. Documento de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. 1.8.1997 [En línea]. Extraído el 26 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Conferencia Episcopal Española




Congregación para la Educación Católica (1988). Dimensión religiosa de la Educación en la Escuela Católica. Documento. 7.4.1988 [En línea]. Extraído el 22 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede

Congregación para la Educación Católica (1997). La Escuela Católica en los umbrales del Tercer Milenio. Documento. 28.12.1997 [En línea]. Extraído el 22 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede

Juan Pablo II (1981). Familiaris Consortio. Exhortación Apostólica. 22.11.1981 [En línea]. Extraído el 8 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede

Juan Pablo II (1994). Gratissimam sane. Carta. 2.2.1994 [En línea]. Extraído el 8 marzo, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede


Pío XI (1929). Divini Illius Magistri. Encíclica. 31.12.1929 [En línea]. Extraído el 10 marzo, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede


Pontificio Consejo para la Familia (2001). Manifiesto final del Congreso “La familia, esperanza de la sociedad”. Documento. 18.11.2001 [En línea]. Extraído el 22 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede

Pontificio Consejo para la Familia (2002). Conclusiones de la XV Asamblea plenaria del Consejo pontificio para la familia. Documento.19.10.2002 [En línea]. Extraído el 22 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede


Pontificio Consejo para la Familia (2003). Conclusiones del Congreso Internacional Teológico-Pastoral en el contexto del IV Encuentro Mundial de las familias en Manila. Conclusiones de la XV Asamblea plenaria del Consejo pontificio para la familia. Documento. 22-24.1.2003 [En línea]. Extraído el 22 septiembre, 2005 del sitio oficial de la Santa Sede







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |