A la humanidad moderna la veo cada día más inclinada hacia un materialismo práctico. Ojalá fuera errónea mi apreciación y pecara de pesimista. Yo veo a la política, la vida social, la actividad económica y financiera, la industria del divertimiento y hasta el ámbito cultural guiados en muchos casos, por criterios ajenos a la dignidad de la persona humana y alejados del mensaje del evangelio. La justicia, el amor fraterno, la igualdad, la libertad y la convivencia pacífica en la democracia, me parece que no pasan de verse como ideales utópicos. Quizá nunca como en los últimos años se habían mencionado y alabado estos valores.

No pocos movimientos sociales los han izado como bandera. Pero pienso que la realidad ha sido comúnmente reacia a ellos. Se alaban y pregonan.

Mas casi no se viven.
En este mundo de hoy, el empresario de USEM se ha lanzado a la aventura de mejorar personal y profesionalmente, de inyectar en su empresa, en su familia, en la sociedad y en el mundo entero los principios, los criterios y las directrices de la Doctrina Social de la Iglesia. Pero apenas entra de lleno a dar vida a estas transformaciones, se encuentra, generalmente dentro de un ambiente, si no hostil, al menos, indiferente. Dice San Ignacio de Loyola a propósito de aquella persona que se decide a salir de la pasividad y entrar en su propia santificación y evangelización de los demás, unas palabras muy duras. Son palabras cuya verdad él mismo había experimentado.

Quien se compromete a ir por el camino de esta aventura, “se encontrará como desterrado entre brutos animales”. Al desterrado le cuesta mucho trabajo darse a entender en tierra ajena de distinto lenguaje. No es comprendido. El empresario USEM habla un idioma que supera el lenguaje de los sentidos. Y éste es el lenguaje del materialismo práctico de los sentidos: del poder por el poder, de la riqueza por la riqueza, del honor por el honor que es lo que deleita a los sentidos.

“Como brutos animales”, pues. Y lo decía S. Pablo: “el hombre animal no capta las realidades superiores a la materia”. (l Cor. 2,14)

Pero el empresario USEM está convencido de que vencer en este reto no es imposible, con la ayuda de Dios. Lo peor que podría acontecerle a un empresario USEM sería desanimarse. Daría a entender que le faltaría fe en sí mismo y fe en Dios. Más desconfiado sería ahora que la USEM está dando frutos.

Que no son tan espectaculares como se podrían imaginar, tampoco es motivo de perder ánimo. El reino de los cielos es una semilla que no se distingue en el bosque como se distinguen los árboles frondosos. Ese reino es como un poco de levadura en la masa.

La semilla y la levadura poco a poco, casi imperceptiblemente, producen sus efectos. Así la USEM. Hoy ha crecido en número de socios y de grupos. Ha madurado en compromisos personales. Es lo que vemos. Lo que no vemos, Dios lo ve y se complace. La USEM tiene futuro.


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