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Liderazgo: el arte de decidir

Liderazgo: el arte de decidir
Reflexión sobre el líder atractivo indudable


Por: Santiago Álvarez de Mon* | Fuente: fluvium.org



*Profesor del IESE, Universidad de Navarra
Expansión (Madrid)

Budapest, 1956. La revolución húngara es aplastada por los tanques soviéticos. Dudas existenciales de Andris Grof, ciudadano que sueña con la libertad. “Tenía que decidir si cruzar la frontera y pasar a Austria. Escapar de mi querido país, Hungría, se convirtió en una conversación recurrente entre mis padres y yo. Me atraía la idea, sin embargo, no sabía cómo acometerla. Mis padres me animaban a ello pero sufrían pensando en la posibilidad de que me atraparan. Agonizaba preguntándome: ¿Debo ir? ¿Tengo el valor de intentarlo? ¿Debería ir solo? Si voy acompañado, ¿con quién? ¿Cómo empiezo? ¿Qué pasará si me atrapan? No sabía como ir, estaba asustado”. ¿Qué resolvió? Escapar, punto de inflexión en una vida sabiamente exprimida.

Presidente de Intel, Andrew Grovees la versión americana de su nombre original. Sin el dramatismo de una víctima del totalitarismo, todos nos vemos abocados a decidir. No es fácil dominar una gimnasia decisiva para aprender, conocerse y disfrutar nuestro viaje vital. A veces, la dificultad estriba en que nos falta información crítica. Sin ella decidir parece un juego de azar donde la diosa fortuna dicta caprichosamente su ley. En otras ocasiones la dificultad reside en un exceso de información que se es incapaz de discriminar y jerarquizar. En mi trabajo he observado diferentes estilos decisorios. Hay profesionales extraordinariamente analíticos, rigurosos y precisos. Manejan criterios, ponderan alternativas, sopesan consecuencias con una elegancia y lógica admirables.

Sometidos a dilemas relacionales, enredados en un nudo de afectos y emociones, pueden echar de menos la seguridad de los números. Reflexivos y perfeccionistas, por exceso de análisis pueden desembocar en la parálisis. Los hay más audaces. Personas tendentes a la acción tropiezan luego con obstáculos anteriormente ignorados. Los hay que solo se fían de la razón, cartesianos implacables recelan de todo lo que escape a la observación empírica. Los hay intuitivos e indescifrables, son animales que se guían de sus instintos más viscerales. El corazón manda, es el órgano inteligente al que la docta razón ha de someterse. Una mezcla interesante de estudio e imaginación, de criterio y flexibilidad, de convicción y de dudas, de errores e ingenio, es Ernest Shackleton. Capitán del Endurance, su intento de cruzar la Antártida a pie degeneró en una odisea de dos años (1914-1916) en los gélidos mares del sur. Éstas son las confesiones de un gran decisor.

El líder atractivo indudable

“Confieso que mis hombros notaban cada vez más el peso de la responsabilidad, pero me ayudaba ver la disposición y actitud leal de todos mis hombres”. Para dominar el arte de decidir, no hay maestra comparable como la soledad. Después de recabar opiniones, escuchar propuestas, favorecer el debate, surgen un espacio y un tiempo en el que te reconoces dramáticamente solo. Es tu responsabilidad, de nadie más. “Sentí que llegaba el momento de ordenar el lanzamiento de los botes. Incluso si las condiciones no eran desfavorables, no podíamos permanecer más tiempo seguros encima del hielo. No creo que haya sentido jamás tan vivamente la ansiedad que pertenecer a todo ejercicio de liderazgo”. Ahí, en esa incierta frontera decisoria, se curte y ennoblece el liderazgo. Ejemplos políticos para ilustrar diferentes estilos. Bush, cow-boy tejano, dispara primero y se justifica después. Antes de entrar en un sitio hay que analizar cómo se va a salir. ¿Obama? Ya veremos. Son de tal enjundia y cantidad los deberes acumulados en su mesa que sigue en la fase de exploración.

Reforma sanitaria, Afganistán, Irán…son tests que van a examinar su pulso y carácter para gobernar. En nuestros lares hispánicos destaca la indecisión del líder de la oposición. Alérgico a los conflictos, irresoluto y salomónico, piensa ingenuamente que el tiempo trabaja para él. Chiquilladas Aguirre-Gallardón, caso Gürtel…son demasiadas las veces en que el señor Rajoy ha enseñado su lado más dubitativo y camaleónico. La gente no pide el don de la infalibilidad, pero sí espera un liderazgo honrado e ilusionante que tenga el coraje y personalidad de mojarse y decidir. ¿Cuál es su estilo? ¿Se parece más a Bush, a Rajoy, o como Obama, todavía está por ver?







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