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La Iglesia en la Encrucijada: ¿Cómo vivir en red?
Intervención de la Dra. Soberón en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales






I. Identidad y carisma
La Iglesia, pueblo de Dios, es un misterio de comunión. Está formada por personas que peregrinan con la guía de sus Pastores, unidos con Pedro. Siendo diversos, todos "somos uno" en Cristo, vivimos y actuamos como su cuerpo vivo -vivificado por el Espíritu Santo- en la sociedad de cada momento histórico.

Hoy, a pesar de la potencia y novedad de ese misterio, la Iglesia en su conjunto tiene algunos problemas para acompañar a las personas de la sociedad digital. En ocasiones arrastra modos rígidos de organizar el trabajo, dificultades comunicativas internas, y un cierto temor al impacto que todo este cambio social puede suponer para las comunidades eclesiales.

Si nuestra propia identidad ha antecedido a las redes como espacio de comunión, ¿por qué entonces nos cuesta aún trabajar en red?

Poco a poco la tecnología digital ha sido asumida por personas y oficinas eclesiales, pero aún donde ya está presente, no se trabaja en red.

Lo que me propongo explorar en estas líneas es si el problema no será sobre todo cultural y de estructuras institucionales.

II. El contexto digital
Los cambios tecno-culturales que están en marcha, los más veloces de la historia humana, están sacudiendo personas, empresas, gobiernos, partidos políticos, tribunales de justicia, universidades, grupos, familias. Toda la sociedad está en "fermento comunicativo".

El Padre Spadaro S.J. en su exposición ha descrito muy bien los horizontes en los que se sitúa la misión actual de la Iglesia.

Esta transformación, particularmente incisiva en el modo como nos comunicamos, impacta la vida humana en todos los órdenes. Uno de ellos, obviamente, es el de la organización del trabajo. Y no es de sorprenderse que en el mundo empresarial la "innovación" sea casi una palabra mágica: se trata de una clave para la supervivencia de las empresas. Aquéllas que continúen organizadas como lo estaban hace 30 años, sin duda morirán.

Claro, la Iglesia no es una empresa. Pero sí que para su organización interna tiene miles de oficinas (obispados, parroquias, conferencias episcopales, congregaciones religiosas, movimientos laicos, etc.) que, sin ser del mundo, están en el mundo e interactúan con él para anunciarle el Evangelio. Y ese mundo está cambiando aceleradamente hacia una interacción en red, fluida, ágil, dialógica, transparente, que interpela a la Iglesia. Lo curioso es lo que señalé arriba: ésta, de algún modo, se anticipó a esta fase histórica: era ya red, era ya diálogo y comunión, antes de la sociedad-red. En la Communio et progressio encontramos algunos párrafos iluminados que señalaban, ya en el año 1971, la trayectoria de la Iglesia en este campo.

III. Personas en red, instituciones fragmentadas
Ya mucho antes del Concilio Vaticano II la Iglesia había tomado conciencia de la importancia del fenómeno comunicativo y creado varios medios de comunicación propios. Pero a partir del Concilio, el Magisterio empezó a animar a los fieles a entrar en un nuevo continente creado por la comunicación social. Los últimos seis Papas nos han llamado a participar en las ágoras comunicativas para entrar en diálogo con las personas de nuestro tiempo y anunciar ahí el Evangelio. La mentalidad y la cultura de los Pastores y de los fieles ya cambió.

Eso ha provocado que las personas, individualmente, participen hoy mucho en las redes sociales. El propio Papa, Cardenales, Obispos, tienen sus perfiles en Facebook, Twitter, etc. Incluso muchos Obispados y parroquias tienen también sus blogs, perfiles, etc. pero... la vida cotidiana de las instituciones eclesiales sigue inalterada; internamente no viven aún en red. ¿Por qué?

La mayoría de las oficinas, comunidades religiosas, movimientos, nacieron antes de esta era digital. Por ello, sus


– estructuras organizativas
– protocolos de trabajo
– procedimientos decisionales
– reglamentos
– rutinas comunicativas


...están obsoletas, pertenecen a otros momentos históricos: la modernidad, el renacimiento, o incluso a la Edad Media, ¡cuando ya estamos en eso que llaman "post-modernidad" o "sociedad líquida"!
A cada una de estas fases históricas se corresponde una imagen de Dios, una eclesiología propia de la época. Y las instituciones, más que las personas, las conservan y prolongan en el tiempo. Como dice S.E. Mons. Celli, "según sea nuestra imagen de Dios, será nuestra comunicación y nuestra vida cotidiana".

Obviamente todas las instituciones eclesiales tienen aspectos que podríamos considerar "perennes" y que pertenecen al núcleo íntimo de la Iglesia, y a los carismas particulares de su fundación, pero... muchos de ellos son sólo adherencias históricas. Por ello resulta urgente discernir dónde está ese corazón fundamental para conservarlo, y en cambio dejar atrás lo que sean adherencias caducas y por ello obstáculos para seguir con agilidad las huellas de Dios, que nos antecede en la misión.

No es raro que los Cardenales, en las Congregaciones generales que tuvieron antes del Cónclave de 2013, pidieran que se estudiara la reforma de la Curia Romana. El Papa Francisco la ha creado y están aquí tres Cardenales miembros, entre ellos su Coordinador. ¡Otro tanto tendrían que hacer muchas Universidades, administraciones públicas, tribunales de justicia, grandes hospitales y tantos otros!

Y es que, para vivir en red, no bastan las buenas intenciones.

IV. Dos épocas organizativas
Pongamos unos ejemplos que todos hemos vivido:
– Me entero por la prensa que mi vecino de oficina ha hecho una importante publicación.
– Las fechas de los encuentros organizativos de las oficinas coinciden entre sí y se interfieren unos a otros.
– Me hace falta una información que sólo tiene una persona en la oficina, y está de vacaciones.
– Los responsables de oficinas que deberían trabajar conjuntamente, no tienen costumbre ni cauces normales para hablarse, reunirse, organizarse.

Estos problemas surgen, en parte, por una forma pre-digital de trabajar.

Modelos pre-digitales Sociedad digital

• Oficinas especializadas que trabajan aisladamente

• Tecnología digital usada con criterios de trabajo individual

• Incomunicación entre los miembros de un entorno laboral (pastoral)

• Comunicación vertical, unidireccional, hacia dentro y hacia fuera de la institución

• Visión sólo geográfica de la interacción con el mundo

• Tempus de respuesta lento e independiente de la sociedad

• Calendarios y agendas particulares e inconexas entre las oficinas

• Documentación propia e independiente entre las oficinas

• Separación entre las instancias decisionales y los servicios de comunicación

• Temor a ofrecer información


Visión integrada del trabajo de todas las oficinas: objetivos conjuntos

• Tecnología seleccionada al servicio del flujo comunicativo deseado

• Comunicación frecuente entre los jefes de proyecto/oficina

• Comunicación frecuente entre las personas de una oficina

• Promoción del trabajo de equipo y la creatividad conjunta

• Visión interdisciplinar y multifocal de los problemas

• Tempus concorde con la comunicación social

• Calendarios y agendas compartidos

• Archivos documentales compartidos

• Estrecho contacto entre las instancias decisionales y los servicios de comunicación

• La trasparencia como desafío


A estos modos organizativos corresponden dos imágenes posibles de red:

Red ego-céntrica

Red multi-céntrica

Estos dos modelos de redes muestran dos formas comunicativas distintas: en la primera, todos están conectados con la persona que dirige, pero no se comunican entre sí. En el segundo modelo la persona dirigente tiene importancia como nodo de conexión con todos, pero éstos se comunican también entre sí.
Estos dos modelos hacen gráfica la necesidad de sacar las consecuencias que tiene para la comunicación la eclesiología de comunión. Un trabajo teológico apenas iniciado y de gran importancia.

Hay que decir que la RIIAL (Red Informática de la Iglesia en América Latina) hace años que trabaja en la pedagogía de esta nueva cultura, ayudando a las oficinas eclesiales a dar ese salto práctico, a través de software (Office eclesial) y cursos de trabajo diocesano en red, uso de las redes sociales, etc. El más reciente es el servicio Episcopo.net, una plataforma práctica para concretizar este paso de comunión y de futuro.

V. Algunas consecuencias prácticas del trabajo en red


• Necesidad de una formación permanente: ¡no podemos seguir con los conocimientos y criterios de nuestra época de estudios!
• Aprender a gestionar la complejidad
• Abrirse y aprender a gestionar las respuestas de los interlocutores en la red
• Aprender a gestionar la pluralidad de visiones.
• Abrirse a otros lenguajes en los diversos medios
• Renunciar a una forma vertical de control de la información
• Confiar más en la autoridad moral de la coherencia, que basarse únicamente en la autoridad del cargo
• ¡Arriesgarse! (remar mar adentro...)
• Dios está ya y trabaja en el mundo; nosotros tenemos que detectar sus huellas y seguirlo
Y finalmente:
Todavía hay demasiados excluidos
• La Iglesia debe promover la inclusión digital en la sociedad
• Hacer un mapa de conectividad de nuestro sector para detectar los i comunicativos
• Animar la formación en comunicación digital
• Animar la cultura open source del compartir (mesa común)

VI. Conclusiones
Para concluir, deseo evocar un párrafo del recordado Papa Juan Pablo II, que se expresaba así en El Rápido desarrollo (Nn. 8-9). Era el año 2005, antes de la explosión de las redes sociales:
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«El fenómeno actual de las comunicaciones sociales estimula a la Iglesia hacia una especie de revisión pastoral y cultural que le haga capaz de afrontar, de manera adecuada, el cambio de época que estamos viviendo. Son los Pastores, sobre todo, quienes deben hacerse intérpretes de esta exigencia: es importante preocuparse de que la propuesta del Evangelio se haga de modo incisivo y promueva su escucha y acogida"
Es por ello que, en consideración de la importancia de los medios de comunicación, hace quince años juzgué insuficiente dejarlos a la iniciativa individual o de grupos pequeños, y sugerí que se insertaran con evidencia en la programación pastoral. Las nuevas tecnologías, en especial, crean nuevas oportunidades para una comunicación entendida como servicio al gobierno pastoral y a la organización de las diversas tareas de la comunidad cristiana. Se piense, por ejemplo, cómo Internet no sólo proporciona recursos para una mayor información, sino que también habitúa a las personas a una comunicación interactiva».
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La tarea que se nos abre está a la vista.


Muchas gracias por su atención.


 

 







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