Fraternidad de Nuestra Señora de Coromoto
Por: Nina Rivas | Fuente: Fraternidad de Nuestra Señora de Coromoto

Cuando decimos contemplar un objeto, un fenómeno, un suceso, etc. lo hacemos no sólo con la vista o la razón. En ese acto ponemos también nuestro corazón, nuestra alma, las facultades más sublimes de nuestro ser.
Es así como lo que “vemos”, de pronto, se transparenta, pareciera perder su apariencia exterior y revela entonces su verdadero ser, su composición, su estado, en una palabra su espíritu, lo que trasciende a lo temporal y espacial y expone ante nuestra alma su alma.
Quienes deseamos y estamos llamados a dedicar nuestra vida en fijar nuestra mirada interior de esta forma sólo en Dios, y en la creaturas nada más para encontrarle en ellas, somos denominados “de vida consagrada contemplativa”.
Los medios por excelencia para alcanzar esta sutil mirada son entre otros: la oración, el silencio, y la soledad.
Por esto desde años ancestrales muchas personas, atraídas por “la voz del Espíritu” se han dejado arrastrar a las lejanías de los inhóspitos desiertos o a las grandes y escarpadas alturas de las montañas, en busca de ese ambiente ideal para alcanzar captar dicha voz, para despejar la bruma de la voz interior.
Pero también para ser purificados de cuanto ruido, perturbación, superficialidad o distracción que impida el acto de la contemplación, y esto tanto interior como exterior. Y más allá de la pura ascesis, la búsqueda de la propia oblación a manera de “incienso” que sube a la presencia de Dios en nuestras oraciones.
El signo de los tiempos
Notamos, sin embargo, que si hay algo de lo cual carece el mundo hoy día, en especial en nuestros centros urbanos, y que añoramos nostálgicamente como por instinto, es precisamente ese silencio pacífico, ese espacio para encontrarnos a nosotros mismo enfrentados a Dios.
La alta densidad poblacional, que causa congestionamientos y hacinamientos, el ritmo acelerado de nuestras múltiples actividades, la sobre carga de tareas y deberes, en su mayoría enajenantes y que desfragmentan a la persona humana en un sin número de quereres, en fin, todo el caos que impera y somete nuestras vidas citadinas alimentadas por la superficialidad de principios y valores y el difícil acceso a los posibles remedios existentes, una vez que nos hayamos sumergidos en este agobiante mundo, es lo que mayoritariamente caracteriza nuestros estilos de vida urbanos.
Todas estas perturbaciones ensordecen la “voz del Espíritu de Dios” y quienes alcanzan a escuchar algo, lo más probable es que tenga que hacer uso de recursos heroicos para poder siquiera acercarse un poco a la fuente de esa voz.
Nuestra Iglesia, ciudad peregrina de Dios en el mundo, no escapa de esta influencia y tampoco le es ajena. Esta conciente de esta necesidad imperiosa de abrir espacios propicios que permitan a sus fieles tener contacto con estas experiencias de vida de oración, que a fin de cuentas es el motor de todo cristiano.
Y por esto exhorta y estimula con sabio entusiasmo las iniciativas que conduzcan a satisfacer este importante vacío en el hombre y la mujer actual.
¿Vida consagrada contemplativa?
Observando, experimentando y contemplando estas realidades, surgió en mi la obligatoria pregunta: ¿Qué puedo hacer? ¿Cuál puede ser la solución?.
Ya había visto la necesidad de vida interior de las personas y la falta de espacios apropiados para ello, fuera de los templos. Ya había percatado la carencia de guías o acompañantes espirituales en suficiente número y dedicación que pudiera atenderlos y llevarlos por sendas seguras, dentro de la Iglesia, a los pies de Jesús. Ya había experimentado cómo las vocaciones que Nuestro Padre Celestial generosamente suscitaba a la vida consagrada contemplativa, se iban de nuestras tierras zulianas y hasta venezolanas, por falta de institutos que dieran acogida a sus peculiares inquietudes, llevándose consigo todas las gracias espirituales que tanta falta nos hacen, o peor, viéndolas frustradas por no encontrar en suelo propio dónde echar raíces.
Entonces me dije: ¿Porqué no traer el silencio en medio del ruido? ¿Por qué no crear, con nuestros propios recursos y maneras, una burbuja u oasis de paz y quietud en medio de la ciudad para acoger y satisfacer todas estas necesidades?.
Así es como nace este proyecto, que ahora deseo compartir contigo, que lees este pequeño folleto y que quizás a ti también se te han presentado las mismas inquietudes, o que a lo mejor, no te las habías planteado así, pero estabas, como yo, esperando una respuesta de Nuestro Dios a todas estas cosas.
Mira a lo que quiero invitarte y retarte: a levantar este instituto en medio de la ciudad, como un pequeño oasis espiritual, en donde todos fraternalmente unidos a los pies de Jesús y María, contemplemos a Dios y guiemos con el mismo amor a nuestros hermanos hacia estas fuentes de luz y paz eternos.
El Instituto
Mi propuesta para ti sigue así: un instituto religioso de estilo eremítico-monástico conformado por una amplia fraternidad constituida en su primera etapa de ermitaños / ermitañas y monjes / monjas como núcleo, irradiándose luego en sacerdotes asociados, solteros(as) y viudos(as) consagrados y laicos consagrados, determinados a llevar una vida profunda de oración contemplativa desde sus estados respectivos, pero compartiendo todos el mismo carisma, espiritualidad y misión, dentro de nuestra ciudad.
Nuestro carisma:
Nos centraremos en el seguimiento de Jesús según las siguientes premisas enseñadas por él:
“Adorar a Dios en Espíritu y Verdad” (Juan 4, 23-24)
Que la expresaremos con la oración amorosa a Dios Uno y Trino en fiel obediencia y sumisa humildad.
“Servir a Dios y a los hombres en el conocimiento del Padre y a su Hijo Jesucristo, por medio de la misma oración y su Palabra (Heraldos de espiritualidad)” (Juan 17, 3)
Conocer al Dios es amarle y haciéndole amar es como le vamos a dar a conocer, siendo agentes o heraldos de espiritualidad cristiana católica en las ciudades.
Nuestra espiritualidad:
Se define en consecuencia de la siguiente manera: desde la oración a Dios en Espíritu y Verdad, llegar al conocimiento del Padre y a su Hijo Jesucristo para alcanzar la vida eterna. Y expresado en el servicio de guiar, animar y acompañar a otros a emprender el camino para llegar a esta meta común.
Nuestra misión:
Existimos, pues, por un deseo amoroso del corazón Divino para acercarnos, y a la vez, guiar a otros al conocimiento y adoración en Espíritu y Verdad de Dios, por medio de la oración y su Palabra, encarnada en Jesucristo, para alcanzar la vida eterna y colaborar con la venida del Reino de los Cielos. Valiéndonos también de las herramientas y recursos que ofrece la tecnología moderna (como el internet, los medios de comunicación social, etc.) para alcanzar estos ideales.
Quiero seguir a Jesús
El primer paso para empezar a hacer realidad cuanto he compartido contigo en este espacio consiste en sentar las bases de lo que será un gran edificio, haciendo cálculos, planos y proyecciones.
Una de estas bases o pilares podrías ser tú.
Si el Señor ha hablado a tu corazón, sientes el llamado a esta vida religiosa contemplativa, deseas conocer y ser parte de esta aventura para la gloria de Dios en nuestra tierra, y además te acercas a este perfil:
* Eres soltero o soltera.
* Cuentas con 18 años cumplidos y hasta 35 años (no limitativo).
* Gozas de buena salud física, equilibrio emocional y psíquico.
* Tienes afición por el estudio y la lectura.
* Y ardes en deseos de amar a Dios “con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas” (Dt. 6,4) entregado o entregada a la oración, la soledad y el silencio del “desierto”, a las generosas ofrendas reparadoras y el abnegado servicio humilde y noble de Dios y del prójimo.
Entonces estás felizmente invitado e invitada a solicitar más información:
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