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¿Es lo mismo Amar que estar enamorado?
El amor es una unidad profunda, mantenida por la voluntad


Fuente: La opción V



Lo que llamamos “estar enamorados” es un estado glorioso y, de diferentes maneras, bueno para nosotros. Contribuye a hacemos generosos y valientes, nos abre los ojos no sólo a la belleza de la amada sino a toda belleza, y subordina (especialmente al comienzo) nuestra sexualidad meramente animal; en ese sentido, el amor es el gran vencedor de la lujuria.

Nadie en sus cinco sentidos negaría que estar enamorado es mucho mejor que la sensualidad común o el frío egocentrismo. Pero, como dije antes, “lo más peligroso que se puede hacer es tomar cualquiera de los impulsos de la propia naturaleza e instituirlo como aquello que debemos seguir a toda costa”.

Estar enamorado es algo bueno, pero no es lo mejor. Hay muchas cosas que están por debajo, pero también hay otras que están por encima. No puede hacerse de ello la base de la vida en su totalidad. Es un sentimiento noble, pero no deja de ser un sentimiento. Y no se puede confiar en que sentimiento alguno perdure en toda su intensidad, o incluso que perdure. El conocimiento puede durar, los principios pueden durar, los hábitos pueden durar, pero los sentimientos vienen y van. Y, de hecho, más allá de lo que diga la gente, el estado conocido como “estar enamorado” generalmente no dura. Si se toma el viejo final de los cuentos de hadas, “vivieron felices para siempre” como “sintieron por los siguientes cincuenta años exactamente lo mismo que el día antes de casarse”, entonces está diciendo algo que probablemente nunca fue ni podría ser verdad, y que sería muy poco deseable si lo fuera. ¿Quién podría vivir en ese estado de exaltación siquiera por cinco años? ¿Qué sería de tu trabajo, tu apetito, tu sueño, tus amistades?

Pero, por cierto, dejar de estar “enamorado” no necesariamente significa dejar de amar. El amor en este segundo sentido —el amor en tanto distinto al “estar enamorado”— no es meramente un sentimiento. Es una unidad profunda, mantenida por la voluntad y deliberadamente fortalecida por el hábito; reforzada (en los matrimonios cristianos) por la gracia que cada uno de los integrantes de la pareja pide, y recibe, de Dios. Pueden tener este amor por el otro incluso en los momentos en que no se gustan mutuamente, tal como te amas a ti mismo incluso cuando no te gustas. “Estar enamorados” primero los llevó a prometer fidelidad; este amor más tranquilo les permite mantener la promesa. Es con este amor que funciona la maquinaria del matrimonio; estar enamorados fue la explosión que la hizo partir.







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