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Oficialmente, como cristianos, no existen
Los poquísimos cristianos «anónimos» de Somalia no tienen sacerdotes ni la posibilidad de ir a Misa ni de recibir los sacramentos


Por: Andrea Tornielli | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it



«Para nosotros la Navidad es una misa que seguimos a escondidas por la televisión y el consuelo de algún mensaje que llega desde más allá de las fronteras…».

Yusuf (nombre inventado) es un cristiano católico de Mogadiscio. Uno de los alrededor de 30 cristianos autóctonos que quedan en la capital somalí, a menudo golpeada por el terrorismo fundamentalista.

Este año, el gobierno prohibió festejar la Navidad y el Año Nuevo, pero para los poquísimos cristianos «anónimos» esta medida no cambia absolutamente nada a la situación que viven desde años, pues no tienen sacerdotes ni la posibilidad de ir a Misa ni de recibir los sacramentos. Oficialmente, como cristianos, no existen. Para ellos la Navidad y la Pascua eran fiestas «prohibidas» incluso antes. De hecho, no hay sacerdotes locales que puedan visitarlos (son llamar la atención) y celebrar en secreto en sus casas. Los misioneros del extranjero no son capaces de hacerlo: significaría poner en riesgo sus vidas y las de quienes los acogen. Y así, las poquísimas familias cristianas que quedan no son conocidas como tales; sólo sus vecinos saben que lo son.

«Este año también fui a Mogadiscio para celebrar las Misas de Navidad —explicó a «La Stampa» mons. Giorgio Bertin, obispo de Gibuti y administrador apostólico de Mogadiscio—, pero todo se llevó a cabo en el complejo de las Naciones Unidas y de la Unión Africana, cerca del aeropuerto. Allí primero celebré una Misa en italiano y en inglés para las tropas y los civiles del grupo italo-europeo, y una segunda en francés e inglés para el grupo de militares de Burundi y Uganda. No pude encontrarme con los pocos cristianos que quedan en la cuidad. En los años noventa pude ir a encontrarme con ellos y celebrar la misa para ellos. Pero desde entonces ya no es posible».

LA MEDIDA DEL GOBIERNO



Según el obispo Bertin, el anuncio de la prohibición de festejar las fiestas tiene toda la pinta de un acto de propaganda para calmar a los fundamentalistas de al-Shabaab, «pero también creo — confió— que ha servido como advertencia para los somalíes que viven en Europa o en los Estados Unidos y que viajaron a su patria en el periodo de las vacaciones: podrían haber adquirido la costumbre de compartir alguno de los signos de la Navidad».

El obispo Bertin prefiere no decir muchas cosas sobre los pocos cristianos que quedan en Mogadiscio. Admite saber que existen y que se encontró con ellos en 2013, de pasada, en un hotel de la ciudad y poco antes de partir hacia Gibuti. Mantiene contactos telefónicos y se escribe con ellos algunos correos electrónicos. «La población no es fanáticamente anti cristiana. Lo que falta es un Estado que garantice protección, orden y ley. Todo ha sido destruido por 24 años de guerra civil». La principal preocupación de los cristianos «anónimos» de Mogadiscio no tiene que ver con la libertad de culto, sino con la supervivencia. «No tienen los sacramentos, ven algunas ceremonias en la televisión, hacen la comunión espiritual. Pero sus familias, como muchas otras del país, necesitan ayuda material, concreta. Falta trabajo, falta comida. La única actividad que la Iglesia católica desempeña en el país es la de la Cáritas. Y obviamente ayudamos a todos, sin importar el grupo étnico o religioso al que pertenezcan».

LAS CORTES ISLÁMICAS

Después del año 2000, con el nacimiento de las Cortes Islámicas, incluso los misioneros que quedaban tuvieron que abandonar el país. Los últimos partieron después de la muerte de sor Leonella Sgorbati, misionera de la Consolata asesinada en septiembre de 2006, durante los días de fuego que siguieron tras la instrumentalización del discurso que Benedicto XVI pronunció en Regensburg. Pero la lista de los italianos consagrados y voluntarios laicos asesinados en el país es muy larga: el último obispo que vivía en Mogadiscio, Salvatore Colombo, fue asesinado en 1989, y durante los años siguientes fueron asesinadas en Somalia Graziella Fumagalli (1995) y Annalena Tonelli (2003).

«Debemos esperar —concluyó el obispo Bertin— que prevalezca la voluntad de la mayoría de la población, que no es fundamentalista y no tiene nada que ver con este islam politico y radicalizado de los al-Shabaab». A poca distancia de la frontera somalí, en Kenya, hace algunas semanas, los musulmanes que viajaban en un autobús desafiaron a los terroristas de al-Shabaab negándose a separarse de los cristianos que viajaban con ellos para protegerlos y evitando una masacre. Un pequeño pero gran signo de esperanza.









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