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Sacerdote y misionero de Cristo ¿te animas?
La Vocación es el tema de cada gran hombre, una pregunta obligada en cada joven que quiere ser feliz


Por: Instituto del Verbo Encarnado | Fuente: vocacionesive.org



Estamos ciertos en la fe de que Dios quiere ministros para su Iglesia y quiere seguidores de Cristo según los consejos evangélicos. El amor de Dios, de la Iglesia y de las almas nos impone el trabajo apostólico vocacional, en el suscitar, promover, discernir, aconsejar, alentar, acompañar y formar vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal. Por experiencia sabemos que aún en los lugares más difíciles y humanamente más pobres Dios suscita vocaciones.

¿Cómo llama Dios?

El llamado de Dios ordinariamente es interior. Es Dios quien desde dentro inspira a las almas el deseo de abrazar un estado tan alto y excelso como es el de la vida consagrada. Podemos reconocer dos pasos.

1. Dios nos hace conocer el bien del estado religioso
Hay quienes dicen que para que haya auténtica vocación es necesario ser llamados directamente por la voz del Señor de modo extraordinario como cuando llamó a Pedro o Andrés, y entonces ahí sí no hay que demorar e ingresar de inmediato. Pero cuando el hombre es llamado sólo interiormente, entonces sí que es necesaria una larga deliberación y el consejo de muchos para conocer si el llamado procede realmente de una inspiración divina.

A estos les decimos con Santo Tomás: “Réplica llena de errores” . El deseo interior y desinteresado de abrazar el estado religioso es auténtico llamado divino, por ser un deseo que supera la naturaleza, y debe ser seguido al instante; hoy como ayer son válidas las palabras de Jesús en la Escritura. El consejo si quieres ser perfecto ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres (Mt 19, 21) lo dirigía Cristo a todos los hombres de cualquier tiempo y lugar: cualquiera que haya dejado casa o hermanos… por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna. Y así todos, aún hoy, deben recibir este consejo como si lo oyesen de los mismos labios del Señor. Y quien por éste se determine puede pensar lícitamente que ha recibido la auténtica vocación religiosa. “Habiendo oído -dice a este propósito San Jerónimo- la sentencia del Salvador si quieres ser perfecto, ve vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y luego ven y sígueme: traduce en obras estas palabras y siguiendo desnudo la Cruz desnuda subirás con más prontitud la escala de Jacob” .
Este consejo que Cristo dio, es un consejo divino para todos. Lo que a vosotros digo a todos lo digo (Mc 13, 37) dijo a la multitud, porque todas las cosas que han sido escritas, para nuestra enseñanza han sido escritas (Ro 15, 4). Es un error pensar que estas cosas sólo tuvieron valor en su época . “Si todas estas cosas se hubiesen predicado sólo para los contemporáneos, nunca se hubiesen escrito. Por eso fueron predicadas para ellos y escritas para nosotros” .



2. Dios nos incita a abrazar ese bien por un llamado interior

El modo ordinario como Dios suscita las vocaciones es interior, por las divinas insinuaciones del Espíritu Santo al alma. Modo que precede a toda palabra externa ya que “el Creador no abre su boca para enseñar al hombre sin haberle hablado antes por la unción del Espíritu” . Por tanto el llamado interior es auténtico llamado de Dios y debe ser obedecido al instante, como si lo oyéramos de la voz del Señor.

Es característico del llamado divino, impulsar a los hombres a cosas más altas. Por eso nunca el deseo de vida religiosa, al ser tan excelso y elevado, puede provenir del demonio o de la carne; “muy ajena cosa a los sentidos de la carne es esta escuela en la que el Padre es escuchado y enseña el camino para llegar al Hijo. Y eso no lo obra por los oídos de la carne, sino por los del corazón” .

Tal llamado de Dios es el fundamento mismo sobre el que se apoya todo el edificio pues como decía Pío XII “la vocación religiosa y sacerdotal, que brilla con excelencia tan sublime y se halla repleta de tantas distinciones naturales y sobrenaturales (…), no puede tener otro origen sino el Padre de las luces, de quien viene todo don excelente y toda gracia perfecta (Cf. St 1, 17)” .

“Debemos obedecer sin vacilar un momento y sin resistir por ningún motivo, las voces interiores con que el Espíritu Santo mueve al alma”, el Señor me abrió el oído y yo no me resistí ni me volví atrás (Is 50, 5), recordando que todos los que se rigen por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios pues son los “regidos por el impulso de la gracia”. Hay que advertir el consejo de San Pablo proceded según el espíritu (Ga 5, 25) y ser hombres de principios sobrenaturales que sólo se dejen conducir por el espíritu de Jesucristo que es el Espíritu Santo, realizando con prontitud su llamado. Que no debamos lamentarnos como lo hizo San Agustín “convencido ya de la verdad, no tenía nada más absolutamente que responder, sino unas palabras lánguidas y soñolientas: luego, sí, luego: y el ‘déjame otro poco’ se hacía ya demasiado largo… yo me avergonzaba mucho porque oía el murmullo de aquellas fruslerías (mundanas y carnales) que me tenían indeciso”.



Los que desconfiando irracionalmente del llamado divino alejan una vocación, deben cuidarse como si se tratase de un gran crimen, pues apartan a un alma del consejo divino; estos tales deben hacerse eco de la advertencia de San Pablo No apaguéis el Espíritu (1 Tes 5, 19): “Si el Espíritu Santo quiere revelar algo a alguno en cualquier momento, no impidáis a ese tal hacer lo que siente” . Por consiguiente cuando un hombre es impulsado por inspiración del Espíritu Santo a entrar en religión, no se lo debe detener, sino que al instante se lo debe alentar y acompañar para que concrete ese impulso. Es totalmente censurable y deplorable la conducta de quienes retardan una vocación interior, esos tales resisten al Espíritu Santo, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo (Hch 7, 5).

Cuándo y a quién se ha de consultar sobre la vocación

No deben dudar de su vocación aquellos a quienes ha sido inspirado el deseo de entrar en religión . Sólo les cabe pedir consejo en dos casos: uno, con respecto al modo de entrar, y otro, con respecto a alguna traba especial que les sugiera el tomar el estado religioso. En tales casos, siempre se debe consultar a hombres prudentes que con juicio sobrenatural (y no movidos por la pasión), puedan ayudar al discernimiento de la voluntad de Dios. Nunca a los parientes, pues no entran en este caso en la categoría de amigos, sino más bien en la de enemigos de la vocación, según aquello del profeta Miqueas los enemigos del hombre son sus familiares (7, 6), frase que cita nuestro Señor en San Mateo (10, 36). Sólo se debe consultar con un sabio y prudente director o confesor. Ve a tratar de santidad con un hombre sin religión y de justicia con un injusto… No tomes consejos de éstos sobre tal cosa, sino más bien trata de continuo con el varón piadoso (Qo 38, 12), al cual se ha de pedir consejo si hubiese en este caso algo que se necesite consultar.

(Tomado del Directorio de Vocaciones del Instituto del Verbo Encarnado)

 

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