Teodoro de Canterbury, Santo
Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com
Monje y Obispo
Martirologio Romano: En Canterbury, en Inglaterra, san Teodoro, obispo, antes monje de Tarso, que elevado al episcopado por el papa san Vitaliano y enviado a Inglaterra casi septuagenario, moderó con fortaleza de ánimo la Iglesia a él encomendada († 690).
Teodoro era griego, natural de Tarso, en la Cilicia y estudiante en Atenas. Fue el último en la serie de obispos extranjeros que ocuparon el trono metropolitano de Canterbury y uno de los más grandes arzobispos de aquella sede. Tras la muerte de san Deusdedit, el sexto arzobispo, fue elegido Teodoro en su lugar con la condición que conservase los usos romanos. Fue nombrado obispo a propuesta de san Adrián, que lo acompañó a la isla junto con san Benito Biscop. Lo consagró el papa san Vitaliano que le dio todas ordenes ya que era un simple monje.
Teodoro inició sus tareas con una visita general a las iglesias de la nación inglesa, tan pronto como pudo acompañarle el abad Adrián. En todas partes fue bien recibido, escuchó con atención lo que sus fieles tuviesen que decirle, habló para enseñar las reglas morales más simples, confirmó la disciplina de la Iglesia para la celebración de la Pascua e introdujo el canto romano en los divinos oficios, hasta entonces practicado en muy pocas de las iglesias de Inglaterra, aparte de las de Kent. También estableció otros reglamentos relacionados con el servicio divino, combatió los abusos e impuso reformas para eliminarlos y ordenó a obispos para enviarlos a los lugares donde se necesitaban. Cuando visitó la Nortumbría, tuvo que entendérselas con las dificultades que habían surgido entre san Wilfrido y san Ceaddas, los dos obispos que reclamaban sus derechos sobre la sede de York. El arzobispo Teodoro juzgó que san Ceaddas había sido indebidamente consagrado, lo cual acabó por admitir éste antes de retirarse voluntariamente a su monasterio de Lastingham. Poco después, al morir el obispo de los mercianos, Teodoro elevó a Ceaddas a la sede vacante. San Wilfrido fue confirmado como el verdadero obispo de York.
Teodoro fue el primer arzobispo al que obedeció toda la Iglesia de Inglaterra, el primer metropolitano en las islas de Bretaña y su fama llegó hasta los rincones más remotos de aquellas tierras. Muchos estudiantes se reunieron en torno a aquellos dos prelados extranjeros que sabían griego y latín, puesto que los propios Teodoro y Adrián impartían enseñanzas sobre las Escrituras e instruían en las ciencias, particularmente en la astronomía y en la aritmética (para calcular la fecha de la Pascua), así como a componer versos latinos. Muchos de sus alumnos más aprovechados llegaron a utilizar el griego y el latín con tanta facilidad como su propia lengua. Desde que los ingleses pusieron pie en las islas, no hubo tiempos tan dichosos como los del gobierno episcopal de san Teodoro. Dice san Beda que por aquel entonces, los reyes llegaron a ser tan poderosos y valientes, que ninguna de las naciones bárbaras osaba atacarlos, mientras que los súbditos de los reyes eran tan buenos cristianos, que sólo aspiraban a conquistar la paz y la felicidad del reino de los cielos, que, últimamente se les había presentado en una nueva forma. Todos los que querían aprender encontraban quien los instruyera.
En el 672, convocó en Hertford el I Concilio nacional. Después de aquel concilio, escribió un libro de cánones eclesiásticos, entre los cuales destacaban diez particularmente importantes para Inglaterra. El primero establecía que la Pascua de acuerdo con las ordenanzas del Concilio de Nicea y en contra de los celtas recalcitrantes.
Las mejores obras de san Teodoro se desarrollaron en la esfera de sus actividades como organizador y administrador; el único trabajo literario que lleva su nombre, es una colección de normas disciplinarias y cánones, llamada el "Penitencial de Teodoro". El trabajo que realizó, llegó a subsistir como un monumento a su memoria durante ochocientos cincuenta años y hasta hoy es, todavía, la base en la organización jerárquica para la Iglesia de Inglaterra. Murió y fue sepultado en la iglesia de la abadía de San Pedro y San Pablo en Canterbury.