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Reflexión del evangelio del día / 16 de noviembre 2016

¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?
Todo don que hemos recibido, no puede permanecer encerrado en el pañuelo del egoísmo; debe producir los frutos que el Señor espera de sus hijos


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo Coadjutor de la Diocesis de San Cristobal de la Casas | Fuente: Diocesis de San Cristóbal de Las Casas



Apocalipsis 4, 1-11 “Santo es el Señor, Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir”

Salmo 150  “Alabemos al Señor con alegría”

San Lucas 19, 11-28 “¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?”

 

¿Dios pidiendo cuentas como un banquero que espera cobrar intereses del dinero prestado?



Jesús en su parábola va mucho más allá. No mide con intereses bancarios ni mira a las personas con fines utilitarios, pero nos hace comprender que todo don, todo regalo que hemos recibido, no puede permanecer encerrado en el pañuelo del egoísmo sino que debe producir los frutos que siempre ha esperado el Señor de sus hijos: la mesa compartida, la justicia, la fraternidad y la alegría de estar todos como hijos en torno al Padre.

El temor al fracaso, la timidez, el miedo al compromiso, muchas veces nos paralizan y nos impiden ser más entusiastas y más arriesgados en la búsqueda de nuevos caminos para construir y hacer producir dones. Hay muchos cristianos, aparentemente buenos, pero que se quedan en su mediocridad por el temor a la burla, al qué dirán o a quedarse a medio camino. Cristianos de buenas intenciones y quizás de muchos propósitos que se quedan sólo en buenos deseos.

Cuando pensamos en el potencial inmenso de nuestros jóvenes, en las posibilidades infinitas de nuestras familias, en las muchas obras que podrían hacer los grupos apostólicos, y después comprobamos que se han quedado en meras expectativas, nos duele.

El pecado de la omisión es de los más graves en nuestra sociedad. El no tender la mano para no inmiscuirse en los problemas de los otros, el dejar pasar la maldad para no perder la comodidad, la somnolienta indiferencia que permite que la violencia, la injusticia y la mentira se apoderen de nuestros espacios porque no los hemos llenado de Dios. Hay muchos espacios de silencios y de ausencias que podrían ser llenados con un poco de amor y con un mucho de responsabilidad y de iniciativa.

Para cada uno de nosotros es esta parábola. Miremos todos los dones que hemos recibido y después platiquemos con Jesús cómo los hemos invertido, dónde han quedado, en qué los hemos ocupado. Miremos a nuestro alrededor y descubramos si hay alguien esperando verse favorecido con esos dones que nosotros hemos recibido.



 







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