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7 errores de los católicos sobre la muerte, el infierno y el demonio
Respuestas, apoyadas en las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, a 7 errores recurrentes que los católicos debemos evitar.


Por: Angelo Stagnaro | Fuente: National Catholic Rebister // ACI Prensa



Ante la complejidad de la teología católica acerca de la naturaleza de la muerte, el infierno y el demonio, la siguiente lista, apoyada en las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, contiene respuestas a 7 errores recurrentes que los católicos debemos evitar.

1. El demonio es un mero símbolo

Si esto fuera cierto, entonces Jesús debe haberse equivocado cada vez que habló del demonio en diferentes partes de las Sagradas Escrituras. El diablo es real y anda alrededor como león rugiente buscando almas para devorar (1 Pedro 5: 8). Y, francamente, ¿si es posible para un ser humano rechazar a Dios, por qué es tan inconcebible que un ángel pueda hacer lo mismo? En esta existencia, al igual que en la otra, los ángeles y los seres humanos pueden alinearse con Dios o no (Deu 30:19).

2. Al morir nos volvemos ángeles

No, absolutamente no. El ser humano es distinto a un ángel y no puede convertirse en un ser que no es.

El Catecismo de la Iglesia Católica señala en el numeral 328 que los ángeles existen. En el numeral 330 se afirma que son seres puramente espirituales con inteligencia y voluntad. También se precisa que son servidores y mensajeros de Dios.

A diferencia de los ángeles, el ser humano tiene un cuerpo. El Catecismo señala, en el numeral 366, que el alma espiritual del hombre ha sido creada por Dios y “no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final”.



3. Es fácil determinar quién irá al infierno

La competencia de la Iglesia está en determinar quién está en el cielo, sin embargo, nadie sabe quién se encuentra en el infierno. Los que mueren en estado de pecado mortal tienen muy pocas opciones disponibles, sin embargo, esta no es una razón por la que debemos ser despectivos o triunfalistas hacia ellos. Más bien, es importante orar por todos los pecadores, incluso por nuestros peores enemigos para que se arrepientan y conviertan (Sab 1: 13-15). Perdonen y serán perdonados (Mateo 6:14, Lucas 6:37). El juicio solo le pertenece a Dios y nadie más. Simplemente no podemos conocer el interior de otra alma y la verdadera naturaleza de su relación con Dios.

4. Todos irán al cielo

El infierno existe y Jesús lo asegura varias veces a lo largo de los Evangelios (Mateo 7: 13-14, Mateo 8:12, Marcos 9:43, Mateo 13: 41-42, 49-50, 48-49, Mat 22:13, Mat 25:46, Lucas 12: 5, Juan 3: 18). Juan también le dedica un largo pasaje en el Apocalipsis (Ap 14: 9-11; 19:3). Si todo el mundo va al cielo, eso significa que Jesús estaba confundido o era un ignorante, lo cual es inaceptable.

5. Quien muere en estado de gracia se va directamente al cielo

Dejemos esto en las manos del Dios que todo lo puede. Es posible que algunos se olviden del Purgatorio, pero las Sagradas Escrituras son muy claras acerca de esto (II Macabeos 12: 39-46, Mat. 5: 24-25, Hab 1:13, I Cor 3: 11-15, Apocalipsis 21:27). El Purgatorio existe como parte de la economía salvífica. ¿Aparte de la Virgen María, hay alguien entre nosotros lo suficientemente puro para estar delante de Dios? (Romanos 3:10, 14: 4, Deu 07:24, Josué 23: 9, 1 Sam 6:20, Esdras 10:13, Proverbios 27: 4, Salmo 76: 7, 130: 3, Nahum 1: 6), incluso los santos tienen pecados que necesitan ser expiados y el Purgatorio es parte de la infinita misericordia de Dios, porque no quiere que ninguno de nosotros muera, sino que viva y se arrepienta (2 Pedro 3: 9).

6. Las cosas malas solo le suceden a personas malas

Cristo nos asegura personalmente que esto no tiene sentido (Lucas 13: 1-5). Él les replicó a quienes llegaron con la noticia de aquellos galileos que fueron asesinados por Pilato cuando ofrecían sacrificios a Dios, diciéndoles: "¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás porque corrieron semejante suerte? Yo les digo que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, perecerán del mismo modo".

Jesús también nos recuerda que las mejores personas sufren enormemente, sin embargo, nos da ánimo ante las tribulaciones (Juan 16:33). Él mismo sufrió una muerte innoble después de ser torturado. Su madre la Virgen María, mujer concebida sin pecado, tuvo difíciles pruebas durante toda su vida que le ocasionaron gran dolor ¿Por qué el resto de nosotros, pecadores, nos ahorraremos el sufrimiento que Pablo nos comenta en Colosenses 1:24?: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia".



7. Podemos escoger qué reglas queremos obedecer

Tenemos el derecho de cuestionar todo, pero debemos aceptar la enseñanza de la Iglesia por completo. Si no, nos ponemos encima de la Iglesia y de la voluntad de Dios. Jesús estableció la Iglesia, a San Pedro como su Vicario en la tierra y sus sucesores. ¿Quiénes somos para creer que Dios se equivocó en sus decisiones? (Job 15: 8) ¿Cómo se puede contar con increíble autoridad para juzgar la ley de Dios?

BONUS: El Concilio Vaticano II puede deshacerse o ignorarse

Imposible. Los 21 concilios ecuménicos en el transcurso de 1700 años son importantes, irrevocables e ineluctables debido a que el Espíritu Santo dirige a todos ellos. Cabe señalar que la doctrina puede haber generado discrepancias, pero eso significa menos que nada. Del mismo modo que un católico no puede elegir qué reglas desea seguir, tampoco se le permite elegir su concilio favorito y excluir los demás.

Artículo originalmente publicado en National Catholic Register
Traducido y adaptado para ACI Prensa por Diego López Marina.

 







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