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Reflexión del evangelio de la misa del Sabado 10 de Junio de 2017

Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos
Dar siempre y dar con alegría, es una cualidad exquisita de personas de buen corazón


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



II Timoteo 4, 1-8: “Cumple tu trabajo de evangelizador.- Para mí ha llegado la hora del sacrificio y espero la corona merecida con que el Señor me premiará”

Salmo 70: “Mi boca, Señor, anunciará siempre tu salvación”

San Marcos 12, 38-44: “Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos”

 

Hay experiencias maravillosas de la generosidad de las personas, con frecuencia de quienes menos tienen. Dar siempre y dar con alegría, es una cualidad exquisita de personas de buen corazón,  que siempre será reconocida y agradecida;  pero dar todo lo que se tiene, no reservarse nada, llegar a los extremos de entregar todo lo que se posee, raya en el heroísmo.



 

En comunidades muy pobres  hemos vivido y agradecido esta generosidad que da lo poco que tiene, aunque a veces se nos haga un nudo en la garganta, al sentirse impotente para responder a tanta bondad. San Pablo invita a esta generosidad a Timoteo y le pide que sea fiel hasta el final, que insista en la predicación del Evangelio, a pesar de los obstáculos. Le dice: “Tú, soporta los sufrimientos, cumple tu trabajo de evangelizador y desempeña a la perfección tu ministerio”. No acepta nada de mediocridades, ni las cosas mal hechas o dejadas a la mitad.

 

Como para hacernos reflexionar a nosotros que somos cristianos a medias, (alguno dice que es cristiano pero no fanático. Y se refiere a que “no hay que tomarse tan en serio el Evangelio”). Siempre estamos buscando dar lo menos, lo indispensable para salir del paso. Somos padres a medias, medio cumplimos con la familia, con la pareja, con la sociedad, como para que nadie pueda reclamarnos, pero no ponemos todo nuestro corazón y todo nuestro esfuerzo en cada acción nuestra por pequeña que sea.

 



La viuda del Evangelio conquista a Jesús porque su entrega es completa y a Cristo le gustan los corazones decididos, comprometidos, que no temen al dolor, a la generosidad, a la aventura de amar sin límites. “Ha echado todo lo que tenía para vivir” es la exclamación admirada de Jesús. Nosotros ponemos lo menos posible y escondemos para nuestro interior lo mejor. No damos nuestro mejor esfuerzo en su seguimiento. Nos quedamos a la mitad del camino. No pueden acusarnos de que no lo hemos seguido, pero no hemos llegado hasta el final. Pablo se siente orgulloso de la batalla que ha librado, ¿y nosotros? ¿Cómo nos sentimos con nuestro actuar y nuestro seguimiento de Jesús? ¿Nos hemos quedado a la mitad del camino?

 







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