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Concebirás y darás a luz un hijo
Acerquémonos a María, preparemos con ella el pesebre, los pañales y las pajas… mejor preparemos el corazón para recibir también nosotros la Palabra.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



Isaías 7, 10-14: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo”
Salmo 23: “Ya llega el Señor, el rey de la gloria”
San Lucas 1, 26-38: “Concebirás y darás a luz un hijo”

 

No es difícil vivir el Adviento como el tiempo de María. Si nos acercamos a ella y a todos los acontecimientos que estuvo viviendo en los días cercanos a dar a luz, encontraremos una buena pista para prepararnos también nosotros a este nacimiento. Toda nuestra vida es una constante espera. El presente no sacia a nadie y el hombre siempre está proyectando aun cuando haya alcanzado alguna meta. Todo el antiguo testamento es el tiempo de la espera. Pero los últimos días se convierten en la espera de María. ¿Cómo se sostiene una mujer que se sabe frágil e indigna de ser la madre de Dios?

San Lucas busca en los recuerdos de la primera comunidad y nos ofrece unas narraciones que más que historia buscan responder a estas preguntas acuciantes para todo creyente. Resalta en primer lugar la iniciativa de Dios que viene al encuentro del humano y que respeta su libertad. Ya el saludo de Gabriel está cargado de contenido: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Con estas palabras quiere San Lucas indicarnos que la espera de un pueblo, por tantos años sostenida, ha culminado a tal grado de transformarse de promesa en presencia. María no está sola y con María la humanidad no está sola. El Señor está cerca y es motivo de alegría y felicidad. ¿Qué pensaría María de todas estas palabras? Seguramente intuía la grandeza de la misión pero también lo delicado de la propuesta.

El ángel nos dice con toda claridad que toda la iniciativa parte de Dios y que el lugar de María estará cercano al hijo, llamado Jesús, que tendrá un trono y reinará en la casa de de Jacob. Así toda la historia de la salvación, si bien tiene una referencia especial al papel de María, se centra sobre todo en la presencia de Jesús que viene a salvarnos. Al mismo tiempo el relato pone en relieve, ya desde el inicio, la necesidad de creer en la palabra, de aceptarla y actuar conforme a ella. La exclamación de María: “He aquí la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho”, encierra todo el trayecto del seguimiento del verdadero discípulo. Acerquémonos a María, preparemos con ella el pesebre, los pañales y las pajas… mejor preparemos el corazón para recibir también nosotros la Palabra.



 







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