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Campanas de la Catedral de México
Todo un libro podría escribirse acerca de estas campanas


Por: Cabildo de la Catedral Metropolitana de México | Fuente: campaners.com



La historia de las campanas de la Catedral de México, es por extremo interesante. Parecen seres dotados de vida, delicados en sus cuerpos que están expuestos a los cambios de temperatura que alteran su constitución, sobre todo cuando ésta no ha sido bien cuidada desde que nacieron. Cada campana tiene su nombre. Cada campana tiene su historia. Hay algunas veteranas que vienen desde los tiempos lejanísimos, desde aquella catedral paupérrima que tuvo que ceder el puesto, humildemente, desgarrada de enfermedades y años, cuando la nueva fábrica se levantaba a su vera, orgullosa pero benévola.

Todo un libro podría escribirse acerca de estas campanas. Hay algunas más nobles que las otras y cuya historia podemos hacer al detalle, pero en su mayoría, seres anónimos cuyo padre mismo no se atrevió a estampar su nombre en ellas, pasan inadvertidas y las más de las veces ignoradas.

No sabemos el fin que tendría la primera campana que hubo en nuestra Catedral, pero sí conocemos su noble origen: fué fundida de un cañón que Hernán Cortés había cedido para ello y la operación se efectuó en las casas que ocupaban la esquina de las calles llamadas actualmente Emiliano Zapata y Licenciado Verdad, donde estuvieron más tarde las casas arzobispales.

Con el tiempo se fueron fundiendo otras campanas para el propio templo, algunas de las cuales podemos historiar al hablar de las del nuevo monumento.

Una vez concluido el primer cuerpo de la torre del lado del oriente, pensó el virrey que era necesario colocar las campanas, aún antes de que se cerrase la bóveda que iba a cubrir ese primer cuerpo. Fué el duque de Alburquerque quien primero colocó las campanas que todavía existen en nuestra Catedral.

Un punto dudoso en la historia de nuestro gran templo se descubre al estudiar este asunto. Efectivamente, se dice que se conservaban ocho campanas en el campanario de la iglesia vieja; ahora bien, dicha iglesia había sido demolida desde 1626. ¿Es posible que se haya conservado únicamente el campanario para guardar las campanas? Los documentos del archivo de la Catedral así lo atestiguan y de ellos seguramente toma sus datos Marroquí. Dicho autor afirma que el virrey, conociendo la dificultad del trabajo que implicaba bajar las campanas de la torre vieja, trasladarlas cerca del nuevo edificio y subirlas a donde habría de quedar definitivamente, convocó a diversos maestros del arte para resolver el problema. Dice que fueron presentados cinco proyectos: uno de fray Diego Rodríguez, mercedario; otro de un señor Murillo; el que sigue se debió al capitán Navarro; un hombre de nación romano presentó el suyo y, además, Melchor Pérez de Soto, maestro mayor de la catedral, también hizo su plano. Curioso es observar que el Melchor Pérez, absorto en sus astrologías y en sus viejos libracos, no obtuvo la aprobación para su proyecto, sino que se adoptó el del fraile mercedario. Se hicieron los aparatos necesarios para la maniobra, en cuya manufactura tardaron veinticuatro días a partir del primero de marzo de 1654, y el martes 24 del mismo fué bajada la campana mayor que se llamaba "Doña María" y pesaba cuatrocientos cuarenta quintales.


Las primeras campanas

Esta campana cuyo verdadero nombre era "Santa María de la Asunción", pero que era nombrada castizamente por el pueblo Doña María, fué fundida en 1578 por los hermanos Simón y Juan Buenaventura, según consta en el libro de Cabildo del 5 y 12 de agosto y 6 de diciembre de 1577. Como dicha campana todavía existe en nuestra Catedral y es, indudablemente, una de las joyas más preciadas, resulta conveniente dar los datos alusivos que poseemos. Todavía pueden leerse en ella las dos inscripciones.

El 25 de marzo del mismo año fué trasladada hasta cerca de la torre nueva; el día 26 fué bajada otra mediana con la cual se tocaba la queda. Esta campana se llamaba "Santa María de los Angeles", fué fundida por Hernán Sánchez en 1616 y pesa ochenta arrobas. Más tarde se bajó otra campana que por su sonido grave y solemne era llamada "La Ronca." A todas estas operaciones se halló presente el virrey; igualmente lo estuvo el Domingo de Ramos (29 de marzo) en que, después de los oficios, fué subida la campana mayor a su sitio. El duque subió a la torre acompañado de los Cabildos secular y eclesiástico y otras personas y al comenzar a subir la campana se hicieron rogativas en todas las iglesias y no bajó el virrey hasta no verla colocada. El mismo Domingo de Ramos se subió la campana de la queda y el lunes 30 las restantes, de suerte que a la oración de la noche se tocaron todas las ocho. No eran suficientes tales campanas para la torre, cuyo primer cuerpo solo tenía veinte campaniles; entonces las autoridades acordaron que ciertos pueblos cuyos habitantes habían venido a menos, cedieran a la catedral algunas campanas que ya no servían en las viejas iglesias conventuales. Puede conocerse la relación de dichas campanas por el diario de Guijo. Marroquí hace además una relación de las mismas: la primera proviene del pueblo de Jiquipilco, cuya conducción fué pagada por la Catedral, y a cambio de ella se les dió un terno de lama blanca compuesto de casulla, dalmáticas y capas, bastante apreciable. El día 5 de abril del mismo año de 1654 los indios del pueblo de Hueyapan trajeron una campana grande en un carro tirado por bueyes. Fué pagada en dinero y su transporte costó novecientos pesos; se le colocó en el mismo día. Otras tres campanas pequeñas se subieron el viernes 24 del mismo mes, obtenidas de diversos pueblos por orden del virrey.

En el mes de noviembre del propio año se trajeron cinco campanas más: una vino del convento de Yecapixtla, en el Estado de Morelos, famosa construcción de frailes agustinianos que todavía asombra por su grandiosidad y reminiscencias ojivales. Los indios pedían por ella seis mil pesos, pero como era la autoridad quien compraba, sólo les dieron seiscientos. El día 7 trajeron otra de Ozumba, en que se admira un convento franciscano; inmediatamente fué subida al campanario. La tercera campana vino de Atzcapotzalco, del convento dominicano que aún existe en esa población. Campana grande, su ascenso a la torre fué presenciado por el propio virrey. La cuarta campana llegó el día 12; provenía de Tlalnepantla, del convento Franciscano que todavía se ve allí, y la última del convento agustiniano de Tlayacapan, Estado de Morelos. El virrey mismo recibió ambas y quiso ver cómo subían a sus lugares. La de Tlayacapan estaba rajada y los frailes se la llevaron para volverla a fundir, pero no sabemos si ya fundida de nuevo volvió a México.

En 1655 se colocaron en la torre cuatro campanas más, de lo cual dió cuenta el virrey a la Corte escribiendo acerca de ello, además de lo que había hecho en las bóvedas del templo, de las veintiún campanas que tenía colocadas en la torre.

La Catedral continuó durante largos años teniendo sólo el primer cuerpo de la torre del oriente, la torre vieja que le llamaban. Cuando, a fines del siglo XVIII, como hemos visto, se inició y llevó a feliz término la conclusión de la fachada y torres de nuestro templo máximo, fué necesario hacer nuevas campanas para el segundo cuerpo de la torre vieja y para la torre nueva completa. Se puede recomponer la historia de estas nuevas campanas con todo detalle, gracias a las cuentas que los comisionados por el Cabildo catedralicio rindieron acerca de tan importante material.

Las campanas más importantes de la torre nueva son las que a seguidas mencionamos y que fueron fundidas especialmente para esta torre.


Las campanas de la torre nueva

Se pensó por el Cabildo de la catedral que debía hacerse una gran campana que pesase cuando menos cuatrocientos quintales para dicha torre nueva. Consultado el maestro mayor de la obra, José Damián Ortiz de Castro, fué de opinión que era preferible hacer varias campanas más pequeñas. Para fundirlas se ofreció don Salvador de la Vega, español que trabajaba en la Real Casa de Moneda y en el Molino de la Pólvora. Los directores de ambas instituciones certificaron la habilidad de Vega y él hizo una escritura de concierto para fundir las campanas, obligándose a que si no se encontraban a satisfacción, así en su calidad como en su sonido, volvería a fundirlas a su costa. El expediente del archivo de la catedral proporciona preciosos detalles acerca del asunto y hasta dos dibujos; uno del horno que se construyó para la fundición y otro de la campana mayor Santa María de Guadalupe, con su corte. Puede verse en el segundo de dichos hasta la nomenclatura especial que tiene cada parte de la campana, en las anotaciones que allí aparecen.

Es indudable que el cronista Sedano conoció algunos de los datos citados, pues da bastantes detalles acerca del asunto. La campana, como sus dos compañeras que a seguidas estudiamos, fueron fundidas en las Lomas de Tacubaya el año de 1791. La mayor, llamada Santa Marta de Guadalupe, pesa doscientos ochenta quintales y en su superficie presenta en relieve la imagen Guadalupana. Una vez concluida, así como sus dos compañeras, fueron suspendidas en el mismo terreno de la fundición y examinadas por comisionados del Cabildo, los cuales rindieron dictámenes satisfactorios. Son tan curiosos, que fijan en ellos hasta la gradación musical del sonido que producen las campanas.

Concluida la campana mayor fué trasladada con todo cuidado a la Catedral por cuenta y riesgo del propio fundidor de la Vega. E1 día 8 de marzo de 1792 la consagró al pie de la torre el Ilustrísimo señor Núñez de Haro y Peralta; el día 13 del mismo marzo fué subida al primer cuerpo de la torre y el 12 de abril al siguiente:

Se subió con una máquina de veinticuatro poleas de bronce y cuatro cabrestantes o sogas de lechuguilla y dos grúas a cuyos ejes se afianzaron los cabrestantes; las grúas las movían dando vuelta en torno dos hombres que andaban dentro de cada una de ellas, y causó admiración la facilidad con que subía y bajaba las veces que se hizo experiencia, y cuando se subió sin estrépito ni ruido, y lo que es más, sin peligro de los operarios. Dirigió la subida don J. Damián Ortiz, natural de la Villa de Jalapa, maestro de arquitectura de la santa iglesia catedral para la fábrica de las torres. Se estrenó la campana el día de Corpus, 7 de junio de 1792 al toque de alzar en la misa mayor.

Sedano da las siguientes medidas para esta campana: alto, tres varas una tercia; circunferencia, diez varas; diámetro, tres varas diez pulgadas; el badajo mide dos varas y media y pesa veintidós arrobas y diecinueve libras; es de fierro, y el miércoles de ceniza de 1850 llamando a sermón se cayó, aunque afortunadamente no causó desgracias.

El mismo artífice Salvador de la Vega fundió otras dos campanas más pequeñas para la misma torre. La primera se llamó Los Santos Angeles Custodios y no el Santo Angel de la Guarda, como la llama Sedano. Pesa ciento cuarenta y nueve quintales; fué consagrada en el mismo sitio de la fundición por el Ilustrísimo señor doctor don Gregorio de Omaña, obispo de Oaxaca, el 1° de marzo de 1793. Fué subida a la torre el 9 de marzo del propio ano con el mismo aparejo que se había usado para la campana estudiada anteriormente y su estreno tuvo lugar el 27 del propio marzo, después de las tinieblas del miércoles santo, con el toque de oración y repique.

La tercera campana fué fundida por el propio Salvador de la Vega, en 1791, y se llama Jesús; se trata de un esquilón que pesa treinta y cuatro quintales y es, en consecuencia, el mayor de todos los que existen en la catedral. Fué consagrado y colocado en el campanil principal de la torre que ve a la plaza mayor.

Las demás campanas que decoran la catedral fueron reseñadas en el expediente citado y son las que a continuación estudiamos. Existían ellas en 1796.


Santiago Apóstol

Campana fundida por Bartolomé Espinosa, el 25 de mayo de 1784. Fué subida el 27 de junio siguiente y se le colocó en el campanil bajo del lado derecho de Doña María. Fué estrenada el 28 del mismo mes, vísperas de la festividad de San Pedro. Pesa ciento cuatro arrobas.


Campana llamada San Agustín

No se conoce su autor ni su peso; se sabe que fué fundida en 1684 y está colocada al lado izquierdo.


Esquilón nombrado La Purísima Concepción

Fué fundido por Bartolomé Espinosa en 1767 y colocado en el campanil alto del lado derecho. Pesa setenta arrobas.


Esquila llamada Santo Angel Custodio

Fundida por el mismo Espinosa, el 2 de junio de 1784. Fué colocada el 27 del mismo mes en el campanil alto del lado izquierdo y aserenado el 17 de julio del propio año. Pesa ochenta y cuatro arrobas.


Campana llamada San Pedro y San Pablo

Fué fundida por José Contreras, en Atzcapotzalco, el 17 de febrero de 1752. Su metal se elaboró en la Real Casa de Moneda por el ensayador don Manuel de León, refinando el cobre hasta ponerlo en el punto de ligar plata. La consagró el Ilustrísimo señor Rubio y Salinas el 12 de marzo del mismo año y el 18 fué subida al campanil principal que mira al oeste. Su estreno tuvo lugar el 22 del mismo mes. Pesa ciento treinta y siete quintales.


Campana llamada San Gregorio

Fundida en 1707 por Manuel López. Se encuentra en el campanil izquierdo y pesa noventa arrobas.


Esquila llamada San Paulino Obispo

No se conoce su autor ni lo que pesa, sino sólo que fué fundida en 1788. Se encuentra en el campanil alto de la derecha, hacia el oriente.


Esquilón llamado San Juan Bautista y San Juan Evangelista

Era el mayor de la Catedral, antes de fundir el Jesús de que hemos hablado. Tiene voz muy sonora; fué fundido por Juan Soriano en 1751. Lo consagró el Ilustrísimo señor Rubio y Salinas y se encuentra en el campanil izquierdo. Pesa noventa arrobas.


Campana llamada Señor San Joseph

Se halla colocada en el arco principal del lado que ve al Colegio te Infantes. No se conoce su autor ni el año en que fué fundida, pero por su forma parece ser contemporánea te la Doña María. Pesa noventa quintales y ostenta inscripciones que con el tiempo se han vuelto ilegibles.


Campana llamada Nuestra Señora del Carmen

Fundida en 1746, no se sabe por quién. Se encuentra en el campanil bajo de la derecha hacia el mismo lado que la anterior y pesa veintidós arrobas.


Nuestra Señora de la Piedad

Campana fundida por el mismo Espinosa de que antes hemos hablado, en 1787. Se encuentra en un campanil semejante al te la anterior y posa dieciséis arrobas.


Nuestra Señora de Guadalupe

No se conoce su autor, pero sí que fué fundida en 1654 y está colocada en el mismo campanil que la anterior. Esta, así como la de la Piedad y la del Carmen, son tiples. Pesa doce arrobas.


Campana llamada Señor San Joseph

Es tiple y fué fundida en 1757 con el peso de diez arrobas, sin que se sepa quién la hizo.


Campana llamada Santa Bárbara

También tiple. Hecha en 1731 y colocada con la anterior en el campanil aleo de la derecha. Se ignora su peso.


Campana Santo Domingo de Guzmán

Tiple, consagrada y colocada en el campanil del lado izquierdo, con peso de dieciocho arrobas.


Campana llamada San Rafael Arcángel

Fué fundida por Juan Soriano en 1745 y se le colocó en el candil principal que mira a la plaza. Esta campana sirvió para el reloj y pesa ciento sesenta arrobas.


Campana llamada San Miguel Arcángel

Fué fundida en 1658, no sabemos por quién. Se halla colocada en el mismo campanil principal que da los cuartos del reloj. Se desconoce su peso.


Campana llamada Santa Bárbara

Fundida en 1589, sin nombre de autor. Estuvo en la torre de la iglesia vieja y se encuentra en el campanil bajo de la derecha. No conocemos su peso.


Señor San Josef

Campana fundida en 1658, no se sabe por quién. Pesa cincuenta arrobas y se encuentra del lado de la izquierda.


Esquila llamada San Joaquín y Santa Ana

Fundida en Tacubaya por Bartolomé y Anastasio Murillo, en 1766. Se encuentra en el campanil aleo de la derecha y pesa sesenta arrobas.


Esquila denominada Señor San Miguel

Hecha en 1684 por el señor Parra. Está en el campanil de la izquierda y pesa sesenta arrobas.

Cabildo de la Catedral Metropolitana de México





 







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