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El Señor es mi luz y mi salvación. Aleluya
Seguir a Jesús implica un compromiso serio en nuestra vida toda.


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |



San Martín, Papa y Mártir

Hechos 5, 34-42: “Los apóstoles se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido ultrajes por el nombre de Jesús”

Salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación. Aleluya”

San Juan 6, 1-15: “Jesús distribuyó el pan a los que estaban sentados, hasta que se saciaron”

 



Contemplar a Cristo resucitado debería producir en nosotros los mismos efectos que en los primeros discípulos y llevarnos a compromisos serios, como actúa Jesús. Es cierto que las persecuciones de ahora nada tienen que ver con las de los primeros tiempos, pero también es cierto que quien vive el Evangelio también se tiene que enfrentar a la oposición y a dificultades que llevan a muchos a desertar y a disminuir su opción por el Evangelio.

El libro de los Hechos nos muestra a los apóstoles firmes, anunciando a Cristo Vivo, felices de haber sufrido azotes por su causa y renovando su actitud de llenar todos los espacios del Resucitado. ¿Unos azotes? ¿Las burlas y las amenazas? No les importaban: “Todos los días enseñaban sin cesar y anunciaban el Evangelio de Cristo Jesús, tanto en el templo como en las casas”.

Hombres decididos y sin miedos o componendas. Me temo que nosotros muchas veces hemos hecho del Evangelio un tema dulzón, sin compromiso, con componendas y arreglos a nuestros gustos y a nuestras conveniencias. Esta Pascua, este tiempo pascual, es tiempo oportuno para renovar nuestro ardor y nuestros deseos de vivir el Evangelio a plenitud, sin importar las dificultades o las burlas, pues sabemos que lo que nos ha dejado Jesús no es de origen humano que pueda terminarse por si mismo, sino obra de Dios que debe brotar de nuestro corazón. Los discípulos nunca lo vivieron de una manera disimilada, oculta o espiritualista. Estaban convencidos de que seguir a Jesús implica toda la vida y actuar como el Maestro actuó.

Si lo hoy lo contemplamos luchando contra el hambre de sus oyentes, organizando y promoviendo la participación aun de los que llevaban poca cosa, asumiendo como propias las necesidades de los demás, debe ser para nosotros el ejemplo a seguir en nuestra vida diaria. No podemos desentendernos de las necesidades de los otros, sino que nuestro seguimiento de Jesús Resucitado, implica el compromiso serio de llevar una vida en relación justa con los demás, en la lucha contra la desigualdad y contra el hambre. Seguir a Jesús implica un compromiso serio en nuestra vida toda.

 









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