Divorcio y Felicidad conyugal
Por: Redacción | Fuente: accionfamilia.org
¿Por qué el divorcio causa la infelicidad de los cónyuges?
El primer factor de la felicidad conyugal es una buena elección recíproca de los que aspiran a recorrer juntos el camino de la vida. Y una buena elección es naturalmente el fruto de la reflexión. ¿Qué hace el divorcio? Sacando a la unión conyugal su carácter definitivo, abandona a la juventud a todas las sorpresas de su irreflexión. Es la tendencia a multiplicar los matrimonios precipitados y a inaugurar los enlaces de ensayo.
Con una ley que multiplica los matrimonios irreflexivos que conducen a la disolución, aumentan las desgracias conyugales.
¿Cuáles son los motivos que pueden deshacer un matrimonio?
La unión moral se deshace por la aversión interior o por una atracción de fuera. Si los cónyuges están unidos para siempre, ellos se esforzarán por hacer la propia convivencia recíprocamente más amena. En esta atmósfera sana de la moralidad, crecen los hijos, temperando sus almas en la virtud, con el ejemplo de un hogar en que el egoísmo no prevaleció.
¿Por qué el divorcio aumenta las fricciones entre los cónyuges?
Para todas las dificultades conyugales, el divorcio sugiere la solución menos digna, menos noble.
Agente del desorden, “todo lo que no era más que molestia en el matrimonio indisoluble, se transforma en algo insoportable en el matrimonio que puede ser disuelto” (De Bonald).
Cuando los hombres ven en cada mujer una posible esposa, y las esposas en cada hombre un marido probable, se exaltan los impulsos de la sensualidad, disminuye la reserva defensiva del pudor, se entrega la estabilidad de las familias al capricho de las pasiones. Esta mentalidad creada y difundida naturalmente por el divorcio es la ruina inevitable de la seguridad y tranquilidad de la familia.
¿Cómo el divorcio aumenta los factores de división en una familia?
El divorcio, disminuyendo psicológicamente la reacción de la virtud contra las tendencias inferiores, provoca y exaspera las disidencias inevitables entre seres imperfectos.
No hay bajeza del alma a la cual el divorcio no extienda la mano amiga de la complicidad.
En síntesis, para todas las dificultades conyugales, el divorcio sugiere la solución menos digna, menos noble. Es el aliado natural de todas las pasiones, el consejero de todas las capitulaciones vergonzosas.
La indisolubilidad es la victoria del deber, el divorcio la soberanía del placer. Por esto, el divorcio entra en la legislación y en las costumbres de un pueblo como producto de una moralidad decadente.
¿Por qué la mujer es la principal víctima del divorcio?
Antes de todo en el divorcio la mujer es víctima de una injusticia. “En caso de separación, no son iguales los resultados. El hombre sale con toda su autoridad, la mujer no sale con toda su dignidad, y de todo lo que ella llevó para el casamiento, pureza virginal, juventud, belleza, fecundidad, consideración, fortuna, en caso de disolución, sólo podrá retomar su dinero”. (De Bonald).
En el casamiento indisoluble, la mujer dominará por el afecto, por el respeto y por la virtud, que no acaban; en el divorcio ella sólo podrá lucir por la belleza, que es fugaz.
El divorcio, con su tendencia endógena a esterilizar y desestabilizar la familia, va de a poco destruyendo la veneración a la madre y la deferencia hacia la esposa. Queda sólo la mujer, “la mujer juguete, la mujer máquina de placer, la mujer maniquí de joyas y vestidos” (Peixoto). Es muy poco y muy bajo.
“Fuera del casamiento indisoluble, el hombre es un tirano, la mujer una cosa, el hijo un esclavo” (Paul Feval).