Reportaje especial de la visita
Visita del Papa a los Países Bálticos
Por: Marija Oksait? | Fuente: Catholic Net

Jesús Cristo – nuestra esperanza
En poco más de medio año los Países Bálticos: Lituania, Letonia y Estonia tenían que convertirse en un hogar acogedor para el Papa Francisco. Con la ayuda de varios miles de voluntarios, con la generosidad de los gobernantes, con las oraciones de los fieles y las “buenas ondas” de tantos otros, la intensa preparación dio sus frutos.
Aunque los Países Bálticos compartan la dolorosa historia de varias ocupaciones, en la fe han llevado caminos separados. Mientras Lituania es un país del norte de Europa en el que reina el catolicismo (77% de lituanos se identifican como católicos), Letonia se quedó más afectada por el comunismo (25% de letones se declaran como católicos) y Estonia se ha convertido en uno de los países de Europa con más ateos (tiene solo un poco más que 4.000 católicos). Por eso, la visita del Papa Francisco al Báltico es especial, con mucha diversidad.
El 22 de septiembre de 2018 llegó el Santo Padre a Lituania. El arzobispo de Vilnius, Gintaras Grusas, el día antes de la llegada histórica, durante la misa para los voluntarios, dijo que el Papa siempre se fija en los pequeños y débiles. Por eso, movido por la naturaleza de su carácter, el Santo Padre eligió visitar a unos de los más pequeños en Europa y en el mundo (la población de lituanos, la más grande en el Báltico, es sólo de 2,9 millones). El lema de la visita fue “Jesús Cristo – nuestra esperanza”.
La visita histórica
Sin planes especiales, pero con la Providencia divina, esta visita apostólica del Papa se convirtió en una visita histórica. La Iglesia Católica de Lituania este año conmemoró el 25o aniversario de la visita del Papa san Juan Pablo II, el primer Papa que visitó Lituania, y recibir el Papa Francisco justo en este año fue un gran regalo de este siglo. A lo mejor por eso, unas de las primeras palabras del pontífice, al comenzar la peregrinación por los Países Bálticos, que expresaban su alegría y esperanza, se basaron en las palabras de San Juan Pablo II, que dijo que “Lituania es el testimonio silencioso de un amor apasionado por la libertad religiosa”.
Otro aniversario que se conmemora en este año es el 75o aniversario de la liquidación del gueto de Vilnius, Jerusalén del Norte. Ahí, al lado del monumento que conmemora aquellos hechos inhumanos, el Papa se quedó a rezar por las víctimas del Holocausto, 200.000 judíos, aproximadamente 95% de toda su población en Lituania, fueron asesinados en cinco años. Lo más destructivo de esto fue una gran desunión, porque una parte de los lituanos fue involucrada directamente en las masivas matanzas de los judíos y la otra escondía las familias judías en sus casas, arriesgando sus vidas (893 lituanos fueron nombrados de los Justos de las Naciones).
El aniversario más importante en 2018 es el Centenario del Restablecimiento de Independencia tanto de Lituania, como de Letonia y Estonia. Por eso, la presidenta de Lituania Dalia Grybauskaite, regaló al Papa la campana de libertad, creada según el modelo de las campanas de 1919.
Se sabe que para el Papa Francisco lo más importante son las personas, no los aniversarios. A pesar de esto, el Santo Padre se detuvo más en las fechas y los hechos dolorosos de esta región durante su visita, repitiendo varias veces que “hay que buscar las raíces”, porque sin esto el árbol no puede florecer. Al dirigirse a las autoridades, la sociedad civil, al Cuerpo Diplomático, dijo que “celebrar los cien años de independencia significa detenerse un poco en el tiempo, recuperar la memoria de lo vivido para tomar contacto con todo aquello que los ha forjado como nación y encontrar allí las claves que les permitan mirar los desafíos presentes, y proyectarse hacia el futuro, en un clima de diálogo y de unidad con todos sus habitantes, de manera que nadie quede excluido”. Él mencionó que “cada generación está llamada a hacer suyas las luchas y los logros pasados y a honrar en su presente la memoria de sus mayores”, porque “no sabemos cómo será el mañana; lo que sí sabemos es que a cada época le corresponde conservar el “alma” que la construyó y ayudó a transformar toda situación de dolor e injusticia en oportunidad, además de conservar viva y eficaz la raíz que dio los frutos de hoy”.
Busca a tu hermano
Después del dirigirse a las autoridades, el Papa se fue hacia la Puerta de la Aurora, el santuario mariano, famoso entre los peregrinos del mundo, que tiene la imagen milagrosa de la Virgen Mater Misericordiæ. Aquí la Virgen en sus manos no lleva su Hijo, está dibujada como embarazada o en el momento de la Anunciación. Aquí el Papa rezó el tercer misterio del Rosario de los Misterios Gozosos, junto con los niños huérfanos, con los niños adoptados y sus familias por la alegría, la esperanza, la paz en Lituania y en el mundo. Al terminar la oración, el Santo Padre se dirigió por la ventana a la gente, diciendo que “esta Madre es Madre de todos, en cada uno que llega aquí, Ella mira lo que nosotros muchas veces no podemos comprender: Ella mira la cara de su Hijo Jesús, grabado en nuestro corazón” y como “cada una buena madre intenta unir familia, susurra al oído que busques a tu hermano”. Como el Papa lo dice, así lo hace, porque después de la oración del rosario en la Puerta de la Aurora, Francisco se dirigió hacia la plaza de la Catedral de Vilnius y durante este trayecto, se paró sin planear a bendecir los enfermos terminales del hospicio de Vilnius. En la plaza de la Catedral de Vilnius el pontífice tuvo el único encuentro con los jóvenes, al visitar los Países Bálticos.
Jesús nunca bajará de la barca de nuestra vida
Como el Papa Francisco es una persona del diálogo, en el encuentro con los jóvenes, él escuchó dos testimonios de dos jóvenes y luego siguió con el discurso de esperanza. Dijo que “Dios os dio la gracia para aguantar, para levantaros, para seguir caminando en la vida”. Esta gracia es especial porque se alcanza a través de personas que se cruzan en nuestras vidas, gente buena que nos nutre de su experiencia de fe. Por eso, esta gracia es incompatible con “el individualismo que aísla, nos vuelve egocéntricos y vanidosos, preocupados solamente por la imagen y el propio bienestar”, y ya “nadie puede decir “yo me salvo solo”, porque todos estamos interconectados. El Santo Padre insistió no ceder a la tentación de ensimismarse, de volver egoístas o superficiales ante el dolor, la dificultad pasajera. Así nos evitamos “vivir lamiéndonos las propias heridas” y salimos de nosotros mismos, lo que significa que entramos en la comunión con los demás, apostamos por la santidad desde el encuentro. Esto es muy importante por dos motivos. Francisco explica que primero, perteneciendo a una comunidad, a un pueblo, mejor entendemos nuestra verdadera identidad, nuestras raíces. Segundo, porque “el Señor nos salva haciéndonos parte de un pueblo”. Y aquí un ejemplo concreto, Lituania, es un pueblo del canto, el canto que fue una lucha astuta por la libertad. Un grupo de jóvenes regalaron unas antiguas canciones religiosas al Papa y los jóvenes que dieron sus testimonios, mencionaron la importancia del coro en sus vidas. El cantar en grupo demuestra una comunión, un modo de rezar que necesita escuchar el otro. Aprovechando esta ocasión, el pontífice dijo que practicando la música nos abrimos a la escucha y a la interioridad, nos dejamos “impactar de tal modo en la sensibilidad y eso es siempre una buena oportunidad para el discernimiento”. El escuchar es también una forma de ternura, hacia cual el Papa invitó a los jóvenes una vez más. Al terminar su encuentro, Francisco dijo a la juventud que “Jesús nos regala tiempos amplios y generosos, donde hay espacios para los fracasos, donde nadie tiene que emigrar, pues hay lugar para todos”. Y aunque estos tiempos sean amplios, no podemos permitirnos perderse en laberintos, tenemos que “siempre caminar buscando la dirección correcta, sin miedo a volver si me equivoqué”, porque Jesús siempre estará en nuestra barca y “jamás va a dejar de reconstruirnos” sea como persona o como pueblo, lo que ilustra la historia de los Países Bálticos.