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Llamada a una nueva sensibilización activa
Aquéllas que han padecido un aborto están llamadas a testimoniar la injusticia de que han sido objeto y mostrar su sí a la vida


Por: Jorge Enrique Mújica | Fuente: Mujer Nueva



Quedó embarazada a los 17 años. Por miedo a la reacción de sus padres no dijo nada hasta que el embarazo fue evidente. ¿Solución? Abortar no obstante las 26 semanas transcurridas. Fue a una clínica madrileña: «Me dijeron que iba a ser como sacarse una muela, que de un aborto inicial a uno tardío sólo cambiaba la técnica… y el precio». Horas después se puso a gritar diciendo que no quería seguir, las contracciones se sucedían… «No grites que vas a asustar a las otras chicas que esperan afuera», le dijo una doctora. Acabo la noche sin poder dormir. A la mañana siguiente le hicieron una ecografía para ver si no quedaba algún resto fetal.

Esta es la historia de Lucía, una mujer española que hoy tiene 29 años. Aquella experiencia de su juventud la ha marcado definitivamente. «Yo pensaba que si nacía mi hijo, éste era un bebé; pero que si no nacía, no era un ser vivo todavía. Además no podía creer que un médico fuese capaz de matar a alguien o de hacer algo que te perjudicara. Yo pensaba que el aborto no podía estar mal».

Por fortuna, encontró auxilio asistencial en asociaciones que, sin ánimo de lucro y con la única finalidad de ayudar a salir del trauma psicofísico, invierten personal, esfuerzo y muchas horas de trabajo por quienes como Lucía han atravesado situaciones parecidas. Estas asociaciones son, de alguna manera, la voz de la conciencia que, además de ayudar en el restablecimiento anímico y físico de la persona, tratan de advertir informando sobre la maldad intrínseca que hay en actos como este. Muchas veces no hay mala voluntad de la persona sino desinformación, falta de apoyo y socorro.

Actualmente en España son eliminados 260 niños cada día; cada 5,5 minutos se comete un aborto. Desde 1985, año en que fue despenalizado el aborto, hasta 2006, un millón de vidas han ido a parar a una letrina o a un bote de basura. No obstante, la acción de asociaciones como la que ayudó a Lucía, va teniendo su impacto en la sociedad. A fines de octubre se firmó la supresión de toda forma de aborto en Nicaragua. En Ecuador, las multitudinarias manifestaciones pro-vida han hecho que los legisladores reconsideren su postura para que se refleje la verdadera voluntad de la sociedad. En una encuesta realizada por la universidad católica de Chile y Adimark publicados en el diario El mercurio, el 70% de los encuestados está en contra del aborto.

Somos seres humanos que sólo necesitamos un poco de luz en medio de tanta oscuridad. A inicios de octubre, el padre de una niña violada en una comunidad indígena colombiana, desistió de hacerla abortar al escuchar los latidos del corazón de su nieto y al verlo gracias a la tecnología del ultrasonido. El caso ocupó las principales páginas de los diarios nacionales.

En Canadá, se presentó la exposición Proyecto de Conciencia del Holocausto (GAP, en inglés) una muestra de fotografías de bebés abortados junto con víctimas del genocidio nazi. Los espectadores supieron de inmediato que lo que veían estaba mal; estaban impactados porque no hubieran restricciones para el aborto en Canadá.

No hace falta una sensibilidad excesiva ni una educación de punta para darse cuenta del mal. Basta con estar atentos y no dejarse engañar. Las asociaciones pro-vida están realizando una estupenda labor de concientizacion en la sociedad y es justo reconocerla. Hay motivos para la esperanza, para que casos como el de Lucía y tantas otras jóvenes no queden en el anonimato. Esta es la buena noticia, el saber que con una acción conjunta se puede hacer mucho bien por quienes atraviesan o pueden atravesar situaciones similares. Aquéllas que han padecido un aborto están llamadas a testimoniar la injusticia de que han sido objeto y mostrar su sí a la vida. Sus casos no pueden perderse en el anonimato.

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