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Homilia del 13 de Noviembre 2018

Dios es nuestro salvador
¿Cómo servimos a Dios y a los hermanos?


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net



Tito 2, 1-8. 11-14: “Vivamos de una manera justa y fiel, en espera de la gloriosa venida de Jesucristo”

Salmo 36: “Dios es nuestro salvador”

San Lucas 17, 7-10: “No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”

 

No es raro encontrar que a nuestros catequistas después de largas reuniones, de jornadas interminables, de compromisos serios… alguien sorprendido les pregunte “Y, ¿Cuánto ganas?” Para escuchar con admiración: “No lo hago por dinero, sino porque el Señor me envía”.



Aunque también tenemos que reconocer que algunas veces quien predica el Evangelio o ejerce algún servicio dentro de la Iglesia, espera  remuneraciones económicas o reconocimientos que le satisfagan, como si predicar el Evangelio y sobre todo vivir el Evangelio, fuera un negocio que nos redituara ganancias. Jesús siempre ha insistido en la gratuidad del llamado, pero igualmente insiste en la gratuidad de la respuesta y del servicio. También en la vida tenemos ocasión de ejercer muchos servicios y regalos que de por sí no deberían implicar ninguna recompensa: como el amor de los esposos, como el cuidado de los hijos, como la enseñanza del maestro o la curación del médico. Sin embargo, influenciados por el mundo de comercialización y ganancia hemos hecho de estos servicios que serían de vocación, una oportunidad de negocio, muchas veces aún con ocasión de la necesidad aguda de quien los recibe. El servicio a Dios y a la comunidad es un deber que se basa en la relación que tenemos con el mismo Dios y que sigue el camino de los grandes servidores de la historia. No se trata de menospreciar de ningún modo los logros de los sindicatos y los esfuerzos de los trabajadores por obtener salarios dignos y una vida decorosa. Nunca se utilizará el Evangelio para justificar situaciones injustas o condiciones inhumanas de trabajos y servicios.

Aunque Jesús hable en otro contexto, no pretende sostener condiciones de injusticia para los trabajadores, todo lo contrario, nos lleva a reconocer la dignidad de cada persona y a no hacer del trabajo una esclavitud o una exigencia de honores y reconocimientos que condicionen los elementales servicios.

Nuestro servicio a Dios no es como en una fábrica o como el trabajo con un patrón con tiempos y tareas medidas y condicionadas; nuestro servicio a Dios es gratuito y pleno en tiempo y en entrega, en generosidad y en amor. ¿Cómo servimos a Dios y a los hermanos?

 









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