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La esencia de la Verdad Católica
El gran tema de hoy en el mundo, es el problema del criterio de la verdad


Por: Hernán Bressi | Fuente: Catholic.net



  1. La esencia de la Verdad Católica.

El punto de partido de todo pensamiento es el YO, lo OTRO, y el MISTERIO, todo en uno siendo el primum cognitum, la esencia de la philosophia perennis. A pesar que las filosofías modernas, nieguen esto, el sentido común del hombre afirma que conocemos antes que nada la existencia de nuestro YO y la del mundo exterior. El P. Castellani nos enseñaba que la philosophia perennis es el antídoto contra toda literatura de macaneo moderno. Por eso el gran tema de hoy en el mundo, es el problema del criterio de la verdad. En términos filosóficos, el Ser, la Sustancia y el movimiento son percepciones inmediatas. Esencia y Existencia son datos inmediatamente de la conciencia. Son dos co-principios de toda cosa creada, pero con distinción real, no sólo conceptual. El hombre moderno, no sabe distinguir entre la certeza de lo que es Opinión, lo importante de lo fútil. Jamás ha entrado en el puerto de sí mismo. La contemplación trascendental del Ser del hombre medieval ha sido sustituida por un inmanentismo materialista canonizado por los medios de comunicación.

Santo Tomás nos aporta un esquema básico mental, pero debemos atacar los problemas del hombre de hoy desde nuestra propia cabeza, no ir a buscar la solución prefabricada en la Suma Teológica; porque no está allí, por la sencilla razón que en el siglo XIII los accidentes del mundo eran otros. La filosofía de Hegel sobre la esencia que reduce todo a la IDEA, incluso la vida humana individual muy patente en el ateísmo moderno especialmente en sus vertientes alemana y francesa es un absurdo. El individuo existe verdaderamente, no la abstracción de esté y el Estado debe procurar su desarrollo integral. La idea de la conversión monstruosa del intelecto del hombre en el intelecto de Dios ha llevado al hombre a su ruina. El ser de las cosas depende de la inteligencia ordenadora de Dios. En cambio, el intelecto del hombre depende del Ser e inmediatamente del Ser de las cosas sensibles-creadas. En otras palabras, el Ser y la Verdad son intercambiables. Todo Ser es vero como enseñaba el Doctor Angélico.

Las cosas tienen verdad intrínseca por el hecho de ser; y el entendimiento humano tiene verdad por su adecuación al ser de las cosas y análogamente al intelecto divino y esencia divina por ser participado o creado a pesar de Hegel y el modernismo. La verdad es una cosa que está entre el Intelecto de Dios que la hace y el Intelecto del hombre que la recibe. Dios hace la verdad creada al crear el Universo conforme a las Ideas del Intelecto divino; el hombre recibe la verdad abstrayéndola de las cosas sensibles e incorporándola a su vida por medio del testimonio católico.

El hombre está hecho para vivir en sociedad. Los hombres no tienen sino un mismo fin y un mismo objeto, que es Dios. “…Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Dios. Tú amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”. (Cita del Deuteronomio, último de los cinco libros del Pentateuco o libros de Moisés). La sociedad humana, establecida con tantos lazos sagrados, ha sido vulnerada y devastada por las pasiones. La división fue introducida al principio (Abel matado por Caín) en la familia del primer hombre para castigarle por haberse apartado de Dios, dominando al género humano. Toda confianza, toda seguridad, desaparecieron de los hombres, esclavizados por sus pasiones y por los intereses diversos que de ellas nacían. Para comprender el paso del estado de naturaleza -naturaleza caída, desde el pecado de Adán- al estado de sociedad, el hombre debe abrirse a Dios para satisfacer plenamente su inclinación natural siendo parte esencial del Estado dar leyes que se ordenen a la ley eterna y natural haciéndolas efectivas en los casos particulares de la comunidad. Dios es supremo Señor y gobernante, causa primera y final del Estado. No hay Estado, ni autoridad pública, sin religión, aunque sea falsa; una religión falsa tiene, a pesar de todo, de bueno y de verdadero que hace reconocer alguna divinidad a la cual las cosas humanas están sometidas. Pero solo la verdad, madre de la paz, confiere a un Estado una perfecta solidez.

El orden del logos es el orden de la creación resultante de la inteligencia ordenadora de Dios; la democracia moderna es una forma de gobierno natural, en la medida en que respete el fruto del desarrollo histórico de los pueblos y la dignidad trascendente de la familia, no demoliéndola por la lógica abstracta heredera de la revolución francesa y la ilustración. Lo que no es natural es la igualdad y fraternidad, tan querida por los revolucionarios franceses. Por eso los niveladores no hacen más que cambiar e invertir el orden natural de las cosas.



  1. El subjetivismo filosófico como principio de apostasía.

Martín Lutero con la publicación de las 95 tesis en la Puerta de la Catedral de Wittenberg, Alemania, da inició a la Reforma Protestante, negando la necesidad de la Santa Madre Iglesia Católica y toda su teología dogmática para la Salvación eterna de los hombres al grito de Cristo sí, Iglesia no. La Revolución Francesa y su rugido de Dios si, Cristo no, niega no sola a la Iglesia Católica sino también la divinidad de Cristo reemplazándolo por una deidad impersonal. La Revolución Rusa con sus ideas y acciones buscó negar y borrar directamente a Dios de la faz de la tierra al exclamar al mundo, Dios jamás ha existido.

La Revolución del siglo XVIII es hija de la reforma y de su espíritu de libre examen, fue el coronamiento de una época crítica destructora de la Edad Media católica (época orgánica por excelencia) que reposaba sobre la distinción entre el poder temporal y el poder espiritual (sociólogos en lugar de teólogos). Nace la época positiva por oposición a la era teológica y metafísica, en donde desaparecen los dogmas teológicos, lo absoluto. La ciencia moderna comienza a moverse en la órbita de lo relativo renunciando a la búsqueda de las primeras causas. La sociología toma el lugar de privilegio que antes le era reservado a la Teología en la figura de Comte, estudiando a la especie humana, a ese Gran Ser, en su desenvolvimiento progresivo considerando los deberes del hombre más que los derechos de Dios. Con Hegel la historia termina en el desarrollo absoluto de la Idea, en su culminación en el Estado prusiano, o, dicho gruesamente, en él mismo. Con Marx, en la instalación del comunismo, luego de la dictadura del proletariado que decreta el socialismo.

La antropología de persona y sociedad heredadas de estos fenómenos revolucionarios, son una mina preparada bajo tierra cuya explosión debe hacer saltar la concepción antropológica católica. La Constitución de un Estado y la distribución equitativa de los poderes dependen de la más delicada y compleja de las ciencias; exigen un conocimiento profundo de la naturaleza humana, de sus necesidades, de todos los procedimientos susceptibles de facilitar o de impedir los fines de interés público que se buscan por lo que una discusión abstracta sobre los derechos del hombre no aporta nada, ningún remedio para los males sociales. Solo sirve para atentar contra su dignidad y alejarlo de Dios. La naturaleza es la esencia de la cosa, la manifestación de la cosa. La esencia es el centro ontológico en el que se apoya la existencia del ser. La noción de los derechos del hombre, en su abstracción y con su carácter absoluto, es, en consecuencia, un error porque va contra el hombre mismo. La democracia moderna no es más que el resultado de una deplorable superstición de nivelación y de novedad, de no cambiar más que conservando y de no conservar más que cambiando, el culto francés por las viejas libertades individuales antropocéntricas y antropomórficas.

En los seis libros de la república, Bodin nos enseña que la República es un recto gobierno de varias familias y de lo que les es común, con potestad soberana; es la cosa pública, la comunidad política en general y no una forma de gobierno opuesta a la Monarquía o al Imperio. En el plano de la legitimidad, la comunidad política determina imperiosamente un recto gobierno siendo la potestad soberana inherente a la noción misma de comunidad política. Dentro de este escenario, la familia, ocupa el puesto de honor, es el punto de partida, la célula madre y también la imagen y el modelo de la comunidad política bien ordenada. Por lo tanto, una República sin potestad soberana que una a todos los miembros y partes de todas las familias y colegios en un cuerpo deja de ser República. La soberanía in abstracto, toca el toque de agonía del Estado Moderno porque lo desnaturaliza pervirtiendo su esencia y fin.

La soberanía es la potestad absoluta, simple y perpetua de una República. La soberanía, puede teóricamente residir tanto:



  • En la muchedumbre (Democracia).
  • En una minoría (Aristocracia).
  • En un solo hombre (Monarquía).

La democracia como tipo de sociedad no es salvaguardia de libertad humana, aún corregido por un Congreso, seguiría siendo el régimen de opresión de las minorías, así como de la competición de los partidos; un régimen que lleva dentro el embrión del relativismo. El relativismo impide al Estado llenar convenientemente las únicas verdaderas funciones de Estado: soberanía, respeto y promoción del orden natural, subsidiaridad y desarrollo integral como principios integradores de la sociedad, por lo que al suprimid el relativismo, el Estado recobrará automáticamente la libre gestión de esos altos problemas.

 







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